Seguro que muchos de vosotros, ante la posibilidad de que algún vecino de 16 ó 17 años con el que os cruzáis a diario al salir de casa pueda votar en las próximas elecciones os sentiréis bastante incómodos. Probablemente penséis que se tratará de un voto poco meditado, sin fundamento que lo sustente y bastante irracional. Pero también tendréis que reconocer que las opciones electorales de muchas personas completamente adultas que conocéis –vecinos, compañeros de trabajos- no os parecen mucho más fundamentadas.
La pregunta que encabeza está entrada viene a cuento porque desde un tiempo a esta parte se vienen escuchando algunas voces que solicitan el derecho al voto para los cuidadanos mayores de 16 años. En realidad, algunos estados federales alemanes y Austría ya lo permiten, y en Inglaterra, al igual que en algunos países latinoamericanos, el debate está abierto desde hace algunos años. En nuestro país, el alcalde socialista de Sevilla aventuró la posibilidad de aplicar esta medida en las elecciones municipales de 2007, aunque al final la propuesta se quedó en el tintero.
No voy a entrar en consideraciones relativas a la influencia sobre el equilibrio político que el acceso a este derecho podría tener, aunque la mayoría de los expertos consideran que el efecto sobre el reparto de escaños sería mínimo. El porcentaje de adolescentes que se beneficiaría de esta medida estaría por debajo del 3%, y, como indican los sondeos del CIS, el posicionamiento político de este grupo es bastante centrado, algo más a la derecha de quienes tienen entre 19 y 29 años.
En contra se esgrimen argumentos relacionados con la falta de madurez, la desinformación o la dependencia de estos jóvenes. Estas razones no son nuevas, y ya fueron usadas en contra del voto de las mujeres durante la Segunda República. Recordaréis que algunos partidos de izquierda se opusieron a la solicitud del sufragio femenino por parte de diputadas como Clara Campoamor y Victoria Kent, por considerar que la supuesta inmadurez de las mujeres las haría presas fáciles de la Iglesia, y su participación decantaría el voto hacia la derecha. En el caso de los adolescentes de más de 15 años esta inmadurez es bastante relativa: la mayoría de estudios encuentran unos niveles de razonamiento similares entre adultos y jóvenes de estas edades a la hora de resolver tareas de lógica formal o relacionadas con la toma de decisiones. Es cierto que gozan de una menor experiencia, y que en situaciones sociales y de fuerte carga emocional -hot cognition- sus decisiones pueden resultar algo impulsivas, como consecuencia del desequilibrio aún existente entre circuitos cerebrales que tienen distintos ritmos de maduración. Sin embargo, en situaciones sin esa carga emotiva –cold cognition- se muestran más reflexivos.
A favor de ese derecho puedo argumentar que resulta algo contradictorio que un joven de 16 o 17 años pueda trabajar, dar su consentimiento a tratamientos médicos, sacar una licencia de caza, o tener ciertas responsabilidades penales, y no pueda votar. Pero, sobre todo, lo más importante sería que este derecho supondría un empoderamiento de los jóvenes que, en mi modesta opinión, aumentaría su interés por los asuntos sociales y su participación en la comunidad, y les haría más responsables. Esta medida debería ir acompañada de otras en la misma línea, como una mayor capacidad de intervenir en las decisiones que se toman en la familia y en los centros educativos. No vamos a proponer que, como se hace en algún colegio británico, sean los alumnos quienes decidan la continuidad del profesorado, pero al menos veo necesario que su voz sea oída más de lo que lo es en la actualidad. Puedo estar equivocado, pero qué podemos perder por probarlo.
La pregunta que encabeza está entrada viene a cuento porque desde un tiempo a esta parte se vienen escuchando algunas voces que solicitan el derecho al voto para los cuidadanos mayores de 16 años. En realidad, algunos estados federales alemanes y Austría ya lo permiten, y en Inglaterra, al igual que en algunos países latinoamericanos, el debate está abierto desde hace algunos años. En nuestro país, el alcalde socialista de Sevilla aventuró la posibilidad de aplicar esta medida en las elecciones municipales de 2007, aunque al final la propuesta se quedó en el tintero.
No voy a entrar en consideraciones relativas a la influencia sobre el equilibrio político que el acceso a este derecho podría tener, aunque la mayoría de los expertos consideran que el efecto sobre el reparto de escaños sería mínimo. El porcentaje de adolescentes que se beneficiaría de esta medida estaría por debajo del 3%, y, como indican los sondeos del CIS, el posicionamiento político de este grupo es bastante centrado, algo más a la derecha de quienes tienen entre 19 y 29 años.
En contra se esgrimen argumentos relacionados con la falta de madurez, la desinformación o la dependencia de estos jóvenes. Estas razones no son nuevas, y ya fueron usadas en contra del voto de las mujeres durante la Segunda República. Recordaréis que algunos partidos de izquierda se opusieron a la solicitud del sufragio femenino por parte de diputadas como Clara Campoamor y Victoria Kent, por considerar que la supuesta inmadurez de las mujeres las haría presas fáciles de la Iglesia, y su participación decantaría el voto hacia la derecha. En el caso de los adolescentes de más de 15 años esta inmadurez es bastante relativa: la mayoría de estudios encuentran unos niveles de razonamiento similares entre adultos y jóvenes de estas edades a la hora de resolver tareas de lógica formal o relacionadas con la toma de decisiones. Es cierto que gozan de una menor experiencia, y que en situaciones sociales y de fuerte carga emocional -hot cognition- sus decisiones pueden resultar algo impulsivas, como consecuencia del desequilibrio aún existente entre circuitos cerebrales que tienen distintos ritmos de maduración. Sin embargo, en situaciones sin esa carga emotiva –cold cognition- se muestran más reflexivos.
A favor de ese derecho puedo argumentar que resulta algo contradictorio que un joven de 16 o 17 años pueda trabajar, dar su consentimiento a tratamientos médicos, sacar una licencia de caza, o tener ciertas responsabilidades penales, y no pueda votar. Pero, sobre todo, lo más importante sería que este derecho supondría un empoderamiento de los jóvenes que, en mi modesta opinión, aumentaría su interés por los asuntos sociales y su participación en la comunidad, y les haría más responsables. Esta medida debería ir acompañada de otras en la misma línea, como una mayor capacidad de intervenir en las decisiones que se toman en la familia y en los centros educativos. No vamos a proponer que, como se hace en algún colegio británico, sean los alumnos quienes decidan la continuidad del profesorado, pero al menos veo necesario que su voz sea oída más de lo que lo es en la actualidad. Puedo estar equivocado, pero qué podemos perder por probarlo.
n se pierde nada con probarm ya a los 16 se tiene una opinion, en estos tiempos cada vez se crece mas rapido, me gustaria ver que sale de eso
ResponderEliminarquien sabe
saludos
Hola Alfredo! Me permito el placer de entrar a tu bitácora y, dejarte un comentario.
ResponderEliminarNo me parecería mal que pudiesen votar a los 16, pero a esa edad no se sabe bien de la realidad.
Las cosas se ven de una forma distinta, cuando yo tenía 16 pensaba distinto ahora y, todo lo veia de otra forma.
Claro que los problemas mayores los tenían mis padres, que ya eran personas sólidas y con mucho tiempo vivido lleno de experiencias.
Un beso
Es cierto que a los 16 años se ven las cosas de forma distinta que a los 40, y que a los 60 pensamos diferente que a los 40. Pero eso no debe ser un problema para votar. Se precisan de miradas distintas sobre la realidad. Es enriquecedor.
ResponderEliminarSi los jóvenes de 16 años tuviesen oportunidad de votar, muy probablemente cambiase la política social en torno a los jóvenes, se verían de alguna forma impulsados a tener una opinión crítica sobre los temas políticos, estar más al tanto y al día sobre temas de actualidad e implicados y comprometidos con su futuro. De alguna forma, creo que es darles libertad, derechos y obligaciones.
ResponderEliminarMe parece una buena idea. Si votan con 18, ¿por qué no hacerlo con 16?
Ampliar el voto joven en una sociedad envejecida parece lógico. No lo es tanto el que se refiera a la madurez del votante para justificar la medida. Desde el momento en el que la democracia no nos exige motivación racional de nuestro voto, toda decisión en este campo se tiene por buena por el mero hecho de ser libre decisión de uno (no coaccionada). Así, en teoría política hablamos de "voluntad general" y no de "racionalidad general". Bastaría, pues, con que el votante pudiera tener voluntad propia, emancipada de la de sus tutores, como ocurre al comienzo de la adolescencia. Por ello alguien podría proponer con argumentos más poderosos que los que aquí se esgrimen que estén habilitados para votar también los sujetos de 12 años de edad en adelante, como mínimo.
ResponderEliminarDespués de leer esta entrada, se me ha venido a la cabeza cuando nos preguntabas la semana pasada, en clase, qué medidas tomaríamos nosotros para responsabilizar a los adolescentes y hacerlos más conscientes y participativos de la realidad social.
ResponderEliminarTal vez, hacer que se sientan oídos o tenidos en cuenta, repercuta en sus motivaciones sociales, pero bajo mi punto de vista, no creo que el problema se ciña a la edad.
Considero que las mayorías de los votos se emiten sin apenas unos conocimientos mínimos de historia o sin, tan siquiera, un ligero vistazo a los programas electorales de fácil acceso para muchos.
Facilitémosles el voto y que se obliguen a conocer.
Al fin y al cabo, una puerta entreabierta hacia la curiosidad y la investigación siempre planteará más alternativas que un "NO" apocalíptico y rotundo que tache de peligroso el potencial de los adolescentes.
Un saludo!
Marta Berrocal
IRICHC
ResponderEliminarNo tengo claro que a los 12 años podamos hablar de voluntad , si la entendemos como la capacidad para actuar de forma reflexiva y en contra de nuestras tendencias inmediatas. Me parece que la corteza prefrontal está aún bastante inmadura como controlar algunas tedencias. Estoy hablando desde un punto de vista psicológico, no legal.
En cuanto al argumento de que la sociedad está envejecida, y que habría que considerar la posibilidad de tener más votantes jóvenes, me parece interesante. Así, se contrarrestaría el mayor peso los votantes de edad. De lo contrario, las políticas sociales estarán cada vez más dirigidas a los mayores (3ª edad), que son los que votan, y no a los más jóvenes.
Marta, creo que un motivo importante para bajar la edad del voto es el que tú destacas: obligarles a que asuman responsabilidades.
Un saludo