Que los jueces deberían ser unos ciudadanos ejemplares no admite la más mínima duda. Quienes son las responsables de administrar la justicia en un estado de derecho deberían hacer gala de una moralidad intachable. De no ser así habría sobradas razones para que la ciudadanía sospechase de la ecuanimidad de muchas de las decisiones que toman en el ejercicio de sus funciones. Pero si eso ha de ser así en cualquier juez, en el caso de la principal cabeza visible de poder judicial las exigencias han de ser mayores. Por eso, cuando salió a relucir que Carlos Dívar, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, hacía uso del erario público para financiar sus fines de semana caribeños muchos nos sentimos bastante asombrados ante tanta cara dura. Y también nos preguntamos cómo fue posible que un personaje de quien cabría esperar un comportamiento intachable incurriese en tal inmoralidad sin que su conciencia opusina le provocase insomnio y se le indigestase el marisco.
Pues bien, Albert Bandura propuso hace años el concepto de Desconexión Moral para explicar la escasa coherencia que en muchas ocasiones existe entre el pensamiento y el comportamiento moral. Así, aunque a lo largo de nuestra vida adquirimos unos principios morales que intentamos que rijan nuestra conducta, en no pocas ocasiones hacemos caso omiso de dichos principios. La Desconexión Moral incluye una serie de mecanismos cognitivos defensivos que podemos utilizar para justificar comportamientos inmorales, y, de esa manera, evitar los sentimientos de culpa y el insomnio asociado. Según Bandura, esos mecanismos son ocho:
Justificación moral. Mediante este mecanismo la conducta se hace personal y socialmente aceptable al presentarla como al servicio de propósitos loables. (“No pagó lo que debía a sus trabajadores porque esa era la única manera de salvar el negocio. De lo contrario se habrían quedado en la calle").
Eufemismo. Una acción que no resulta aceptable moralmente puede ser enmascarada mediante el lenguaje eufemístico. ("Yo no soy violento, solo tengo mal genio").
Desplazamiento de la responsabilidad. El sujeto considera que sus acciones se deben a las presiones de otras personas o a causas externas ("Manipulé ese informe porque me lo pidió mi jefe").
Eufemismo. Una acción que no resulta aceptable moralmente puede ser enmascarada mediante el lenguaje eufemístico. ("Yo no soy violento, solo tengo mal genio").
Desplazamiento de la responsabilidad. El sujeto considera que sus acciones se deben a las presiones de otras personas o a causas externas ("Manipulé ese informe porque me lo pidió mi jefe").
Difusión de la responsabilidad. La responsabilidad de la acción se difumina al considerarse una conducta colectiva ("Lo hicimos entre todos")
Minimización de las consecuencias. El sujeto quita importancia a las consecuencias de su comportamiento para evitar tener que enfrentarse al daño causado (“No pasa nada si dejo basura en el campo, no se ensucia demasiado”).
Comparación ventajosa: Si comparo una conducta reprobable con otra aún peor puedo pensar que la primera no es tan grave o inmoral ("Yo no declaro esto a Hacienda, pero comparado con lo que no declaran los ricos...").
Deshumanización. Supone cambiar la percepción que tenemos de las víctimas, al despojarlas de su condición de seres humanos. ("No fusilamos personas, esas mujeres eran demonios rojos tan comunistas como sus maridos").
Atribución de culpabilidad. Culpar a la víctima es un método muy eficaz para reducir la autocensura y justificar nuestra conducta ("Algunas mujeres se buscan que sus parejas las maltraten").
Estos mecanismos funcionan de forma conjunta y cumplen una función adaptativa a la hora de justificar comportamientos inmorales o delictivos, como el de nuestro "querido" Carlos Dívar. Aunque ejemplos similares no faltarían en nuestro país, que en eso, y no sólo en el fútbol, somos campeones.
Bandura, A. (1999). Moral disengagement in the perpetration of inhumanities. Personality and Social Psychology Review, 3 (3), 193-209.
Bandura, A. (2006). Mechanisms of moral disengagement in support of military force. The impact of Sep. 11. Journal of Social and Clinical Psychology, 25 (2), 141-165.
Minimización de las consecuencias. El sujeto quita importancia a las consecuencias de su comportamiento para evitar tener que enfrentarse al daño causado (“No pasa nada si dejo basura en el campo, no se ensucia demasiado”).
Comparación ventajosa: Si comparo una conducta reprobable con otra aún peor puedo pensar que la primera no es tan grave o inmoral ("Yo no declaro esto a Hacienda, pero comparado con lo que no declaran los ricos...").
Deshumanización. Supone cambiar la percepción que tenemos de las víctimas, al despojarlas de su condición de seres humanos. ("No fusilamos personas, esas mujeres eran demonios rojos tan comunistas como sus maridos").
Atribución de culpabilidad. Culpar a la víctima es un método muy eficaz para reducir la autocensura y justificar nuestra conducta ("Algunas mujeres se buscan que sus parejas las maltraten").
Estos mecanismos funcionan de forma conjunta y cumplen una función adaptativa a la hora de justificar comportamientos inmorales o delictivos, como el de nuestro "querido" Carlos Dívar. Aunque ejemplos similares no faltarían en nuestro país, que en eso, y no sólo en el fútbol, somos campeones.
Bandura, A. (1999). Moral disengagement in the perpetration of inhumanities. Personality and Social Psychology Review, 3 (3), 193-209.
Bandura, A. (2006). Mechanisms of moral disengagement in support of military force. The impact of Sep. 11. Journal of Social and Clinical Psychology, 25 (2), 141-165.