Las nuevas tecnologías, especialmente internet, se han
introducido en nuestras vidas cambiando por completo la forma en que
trabajamos, estudiamos, nos divertimos o nos relacionamos. Todo resulta más fácil
ahora, ganamos tiempo que podemos dedicar a otras actividades y ahorramos
dinero en nuestras comunicaciones. Son tantas las posibilidades que nos ofrecen
que nos resultaría muy difícil vivir sin internet o sin móvil. Sin embargo,
junto a esos indudables beneficios surge la preocupación acerca de los riesgos
derivados de su uso. Y los psicólogos, con ese afán desmedido que tenemos de
patologizarlo todo, ya comenzamos a hablar de adicción a internet.
Esta preocupación lleva a que hayan empezado a surgir
algunos estudios que tratan de obtener información acerca del uso de estas
nuevas tecnologías y responder a algunas preguntas: cómo y cuánto se usan, para
qué, quiénes lo usan más, cuáles son los factores que influyen en su uso, etc.
Pues bien, en el Departamento de Psicología Evolutiva y de
la Educación de la Universidad de Sevilla y en virtud de un convenio con la
Consejería de Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía, hemos
llevado a cabo un estudio para dar respuesta a algunas de estas preguntas. El
trabajo se llevó a cabo sobre 1600 adolescentes y jóvenes andaluces con edades
comprendidas entre los 12 y los 34 años.
Los resultados, que acaban de ser publicados (ver aquí),
ofrecen una visión muy detallada acerca del uso de estas nuevas tecnologías. En el estudio también recogimos información
acerca de lo que podría considerarse un uso adictivo y de los factores
personales y contextuales relacionados con dicho uso. Entre los primeros hay
que destacar los síntomas depresivos, la insatisfacción vital y, sobre todo, el
bajo autocontrol. Entre los segundos, la
escasa cohesión familiar. Es decir, el uso adictivo fue más frecuente entre
aquellos sujetos más jóvenes, de mayor nivel socio-económico, con menor
autocontrol y satisfacción vital, con más síntomas ansiosos-depresivos y que perciben un contexto familiar menos cohesionado. No resulta extraño que la capacidad para
controlar el propio comportamiento
aparezca como un importante factor de riesgo, ya que hay una importante evidencia
empírica que señala el papel que desempeña el bajo autocontrol en el desarrollo
de algunas adicciones. Si tenemos en
cuenta que el autocontrol dista aún mucho de haber madurado durante los años de
la adolescencia, no es extraño que las puntuaciones en adicción a internet sean
más elevadas entre los sujetos de menos de 25 años.
Otro dato interesante es el relativo a la relación encontrada
entre el uso de internet y la calidad de las relaciones con los iguales. Así, y
contrariamente a lo que podría esperarse, el uso intensivo y adictivo se dio en
mayor medida entre aquellos jóvenes que mostraban mejores relaciones con los
iguales. No puede decirse que nuestros datos apoyen la idea del ciberadicto
como una persona huraña y solitaria que se refugia en el mundo virtual para
compensar la falta de relaciones sociales en el mundo real.
En definitiva, un estudio que se suma a la literatura empírica
disponible sobre este tema.