martes, 23 de septiembre de 2008

¿Es la adolescencia una invención interesada de los adultos?


Con frecuencia, los psicólogos evolutivos nos hemos referido a la posibilidad de que la adolescencia sea una construcción social y no una realidad bio-psicológica. A favor de esta idea se ha argumentado que en muchas culturas, y en la nuestra en épocas pretéritas, el paso de la infancia a la adultez es inmediato y viene marcado por un rito de transición que una vez superado sitúa al joven en el mundo adulto. Sin embargo, en 1991, Alice Schegel y Herbert Barry publicaron un trabajo en el que recopilaron los datos obtenidos por estudios llevados a cabo en 186 sociedades pre-industriales. Como no podía ser de otra manera, encontraron una gran diversidad en la duración y la forma de vivir el periodo que sucede a los primeros cambios de la pubertad; sin embargo, en todas las culturas analizadas existía una brecha entre la madurez sexual y la asunción por parte de los jóvenes de los roles y responsabilidades propias de la adultez. En todas se reconocía como necesario el conceder a los chicos y chicas un periodo de moratoria en el que pudieran experimentar con cierta libertad antes de entrar de pleno derecho en la adultez.

En lo que sí aparecieron diferencias entre las culturas estudiadas fue en la consideración de la adolescencia como una etapa problemática y conflictiva, con una mayoría de sociedades que se alejaban de la concepción dramática y negativa. De alguna manera, los adultos coloreamos esta etapa en función de nuestras necesidades. Así, cuando se precisa de una incorporación inmediata de los jóvenes al mundo laboral, o en épocas de guerra, no se cuestiona la madurez y responsabilidad de chicos y chicas, que se convierten en personas adultas de la noche a la mañana. En cambio, en periodos de recesión económica, como el actual, en los que sobra mano de obra y los adultos están ocupando puestos de responsabilidad, hacemos todo lo posible por acentuar los rasgos negativos de este grupo etario -irresponsables, inmaduros, problemáticos y consumidores abusivos de drogas y sexo- y mantenerlos artificialmente en ese limbo que comienza con la pubertad (ver figura 1). Las teorías psicológicas han sido un soporte ideológico a esas estrategias dilatorias, y desde la Primera Guerra Mundial hasta la actualidad, los psicólogos hemos formulado modelos explicativos que acompasaban a los cambios sociales y económicos, con una proliferación de artículos y publicaciones que acentúan la versión negativa de la adolescencia en momentos de crisis, para pasar a versiones más favorables cuando se ha necesitado la participación juvenil, como, por ejemplo, durante y tras la Segunda Guerra Mundial. Podríamos decir que estos datos ponen en entredicho la supuesta objetividad y asepsia de muchos de los estudios que llevamos a cabo, ya que de alguna manera inventamos la clase de adolescentes que necesitamos en cada momento. Algo similar, ha ocurrido con los estudios acerca de la idoneidad del cuidado sustituto al parental, ya que cuando el trabajo escaseaba y era conveniente que las mujeres permaneciesen en casa, los estudios indicaban que los niños que asistían a guarderías tenían un peor desarrollo que los criados por sus madres. Misteriosamente, los estudios pasaban a indicar lo contrario cuando cambiaban las necesidades, o cuando las mujeres, legítimamente, desearon abandonar su tradicional rol de cuidadoras para desarrollar una carrera profesional.

Figura 1. Características de los adolescentes según la opinión de adultos entrevistados
(Casco y Oliva, 2004)


Schlegel, A. & Barry, H. (1991). Adolescence: An anthropological enquiry. Free Press, New York.




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