En este mundo virtual en el que vivimos rodeados de una
auténtica inflación de imágenes fotográficas la originalidad suele ser un bien
escaso. Además, hay razones para pensar
que la capacidad para la innovación tiende a disminuir con la edad. Y es que en
la medida en que vamos adquiriendo competencias en el ejercicio de una
actividad como la fotografía, en nuestro cerebro se van almacenando aquellos
esquemas construidos que van a servirnos para afrontar nuevos retos y
problemas. Es decir, la maestría o experiencia va acompañada de una menor
necesidad de innovar, ya que tiramos de clichés aprendidos previamente. Así,
podría decirse que con la edad nos vamos volviendo comodones y perdemos
capacidad para crear algo nuevo. Nuestras fotografías, aunque tengan una mejor
técnica, irán perdiendo originalidad.
Recientemente, David Galenson, ha añadido cierta complejidad
a los modelos que explican el fulgor y declive de la creatividad a lo largo de
la vida. Para este profesor de la Universidad de Chicago hay dos distintos
tipos de creadores que se diferencian tanto en su forma de trabajar como en el
curso que sigue su creatividad.
Los primeros son los "experimentadores". Estos
artistas son buscadores incansables, insatisfechos y con objetivos estéticos
ambiciosos aunque imprecisos, y que tratan de presentar una explicación del
mundo tal como lo ven y experimentan. Van cambiando su forma de trabajar por
ensayo y error y la esencia de la creatividad reside en el proceso, por lo que
sus innovaciones más importantes surgen mientras están trabajando. La
creatividad de estos artistas experimentales suele seguir una curva que
asciende lentamente hasta alcanzar la cumbre a una edad avanzada. En el terreno
de la fotografía se trataría de aquellos fotógrafos que, como comenta Eduardo
Momeñe en “La visión fotográfica”, salen
a la calle cámara en mano dispuestos a atrapar momentos de un mundo que fluye a
su alrededor en continuo movimiento. El fotógrafo más representativo de este
tipo sería Henri Cartier-Bresson, un fotógrafo rápido, atento a lo que le rodea
y que tiene que darse prisa para que no se le escape ese instante decisivo. El
momento en el que todos los elementos del encuadre se posicionan de la mejor
manera para lograr una composición equilibrada y sorprendente. No obstante, no
es una búsqueda sin objetivo, a veces las fotografías buscadas están ya en su
cabeza, sólo hace falta tener el olfato y la suerte de encontrarlas. Son
fotógrafos hiperactivos, inquietos, como Cartier-Bresson, pero también como
André Kertész, como Robert Capa, como Steve McCurry o Cristina García Rodero.
El otro tipo sería el de los "conceptualistas",
quienes más que tratar de reflejar el mundo que les rodea pretenden comunicar
mediante imágenes estilizadas sus ideas o sentimientos acerca de la realidad.
Por lo general, sus creaciones están planificadas y diseñadas de forma
cuidadosa, y se basan más en la imaginación del artista que en la observación
de la realidad. Si los experimentadores lograban hacer sus mejores
contribuciones artísticas a una edad avanzada, los conceptualistas son
precoces, y sus mejores obras las encontramos muy al inicio de sus carreras,
aunque no necesariamente habrán de palidecer a partir de ese momento. En el
campo de la fotografía se trata de fotógrafos interesados en construir
imágenes, en pedir al mundo que pose para él, que actúe en un escenario
construido, como hacía Richard Avedon, uno de los más grandes retratistas de la
historia. Si Cartier-Bresson aceptaba el azar del mundo, Avedon provocaba las
imágenes, creando en una habitación un universo visual. Algo parecido podríamos
decir de Chema Madoz, un artista que construye un mundo propio para plasmarlo
en sus fotografías.
En definitiva, dos tipos de creadores bien distintos, cuyo estilo puede estar muy influido por los
rasgos de su personalidad. Y tú, ¿te identificas con alguno de ellos?
Texto publicado en la revista digital de fotografía Tiempos Modernos
Texto publicado en la revista digital de fotografía Tiempos Modernos