martes, 29 de noviembre de 2011

Empatía y ajuste psicológico





La empatía es la capacidad de comprender y responder a los sentimientos y estados emocionales de otras personas. Es una especie de wi-fi emocional que nos conecta y nos  permite compartir la experiencia emocional de los demás y entenderlos mejor. Se trata, por lo tanto, de una competencia básica para las relaciones interpersonales, y su déficit aparece asociado a algunos comportamientos problemáticos y antisociales y a un pobre desarrollo moral. No debe extrañarnos que se haya convertido en un objetivo importante de la educación emocional, que debe promoverse en la escuela y en la familia para garantizar un desarrollo más saludable.

Sin embargo, en algunos estudios reciente la empatía aparece asociada a síntomas depresivos, lo que puede suscitar algunas dudas acerca de si su promoción resulta conveniente, ya que si bien su déficit se asocia a los problemas antisociales, un exceso podría generar problemas emocionales.

La respuesta a este dilema puede venir de la mano de la diferenciación entre dos tipos de empatía, la afectiva y la cognitiva. Así, si la primera se refiere a la capacidad para experimentar reacciones emocionales ante las experiencias observadas en los demás, la segunda tiene que ver con la adopción de las perspectivas o puntos de vista de otras personas y la compresión de su situación y sus sentimientos.

Aunque ambos tipos de empatía están relacionados siguen ritmos madurativos distintos con un desarrollo más precoz de la empatía afectiva, que depende de circuitos cerebrales subcorticales que maduran pronto, frente a un desarrollo más tardío de la empatía cognitiva, probablemente como consecuencia de su dependencia de sistemas cerebrales de maduración más lenta, y que incluyen a la corteza prefrontal.

Esta empatía de carácter cognitivo estaría más cerca de otras competencias cognitivo-emocionales, como la capacidad para comprender y controlar las emociones propias, o la teoría de la mente cognitiva, que supone la inferencia de los pensamientos, creencias e intenciones de los demás.

Pues bien, los datos de un estudio reciente, que hemos llevado a cabo en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla, indican que si la empatía afectiva se asocia a problemas emocionales y baja autoestima, la cognitiva -que apareció relacionada con la capacidad para comprender y regular emociones- lo hizo con una mayor autoestima y satisfacción vital. Estas diferencias pueden justificarse porque mientras que la empatía afectiva supone una excesiva sensibilidad ante las emociones ajenas, que puede dejar al sujeto en una situación de vulnerabilidad, la cognitiva requiere de un autocontrol que permite al sujeto distanciarse de dichas emociones ajenas y manejarlas de forma más eficaz, sin que le creen malestar psicológico.

Estos datos ofrecen mucho interés, ya que parecen indicar que la promoción exclusiva de la empatía afectiva puede acarrear más problemas que ventajas, y que lo que resulta más apropiado es una educación emocional de carácter más global, y que incluya el trabajo en competencias como la compresión de las emociones propias y ajenas, la autorregulación emocional y el control de los estados de ánimos. Así, estaremos favoreciendo el desarrollo y el ajuste psicológico de chicos y chicas adolescentes.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Activos para la salud y el desarrollo comunitario





Los enfoques o modelos centrados en el análisis de los déficits o necesidades de una población han desempeñado un papel fundamental para el diseño de los programas de intervención dirigidos a la prevención de problemas y el desarrollo comunitario, especialmente en zonas desfavorecidas. El modelo del déficit  se  basa en la identificación de los problemas y necesidades de la población y las familias, y en la creación y oferta de los recursos profesionales que permitan la superación de dichos problemas.  Las estrategias surgidas de este modelo perseguían determinar cuáles eran los factores de riesgo asociados con diversos problemas para después intervenir sobre ellos y así reducir su incidencia y prevalencia.Aunque este modelo ha conseguido buenos resultados y sigue siendo necesario, también ha tenido algunos efectos indeseables como  la excesiva dependencia de la población de los recursos puestos a su disposición por la Administración para satisfacer sus necesidades y solucionar sus problemas, lo que supone un desempoderamiento de la ciudadanía. También ha contribuido al mantenimiento de las desigualdades y a una visión del desarrollo comunitario centrado en la ausencia de problemas o de la salud limitada a la ausencia de enfermedades. 

La insatisfacción con los resultados obtenidos por los modelos preventivos tradicionales ha llevado a lo largo de la última década al surgimiento de nuevos enfoques, como el modelo de los activos comunitarios, que trata de completar las propuestas procedentes del modelo del déficit con otras que destacan la capacidad de individuos y comunidades para desarrollarse saludablemente, lo que supone una menor dependencia de los servicios asistenciales.Si el modelo del déficit parte de una concepción negativa y pesimista de la realidad y destaca las carencias de la población, el modelo de activos pone el énfasis en los recursos ya existentes, y valora la capacidad, las habilidades, conocimientos y conexiones ya disponibles en una comunidad,  por lo que podría decirse que consideran que el vaso está medio lleno más que medio vacío.

Un activo para la salud o el desarrollo es todo recurso que aumenta la capacidad de los individuos, familias y comunidades para mantener la salud y el bienestar. Estos activos pueden operar a nivel de individuo, familia y comunidad como factores promotores o protectores contra los estresores vitales. Así algunos ejemplos de activos podrían ser:

- Las habilidades prácticas, capacidades y conocimientos de los residentes en una comunidad.
- Personas concretas que disponen de ciertos recursos o competencias personales que pueden resultar útiles a muchos padres y madres o a la comunidad general, como un líder religioso, un monitor deportivo, el orientador de un instituto o una madre de una AMPA.
- Las redes sociales existentes en la comunidades, que se suelen denominar capital social, y que incluye las relaciones vecinales, de amistad o basadas en asociaciones.
- Muy relacionado con lo anterior, hay que destacar la importancia de la cohesión comunitaria, la solidaridad intergeneracional, la tolerancia religiosa y cultural y la armonía social.
- Los recursos públicos y privados  que están disponibles para apoyar a familias, infancia y comunidad. Es decir, todos aquellos servicios en los ámbitos de la salud, la educación, la cultura o los servicios sociales.
- Aquellos recursos económicos que crean puestos de trabajo y apoyan la economía local, proporcionando a las familias la posibilidad de llevar una forma de vida que favorezca el ejercicio de un estilo de vida saludable.
- Los espacios físicos, tanto naturales como artificiales, existentes en la localidad o en sus alrededores que permiten a la población relacionarse, hacer ejercicio y disfrutar de su ocio, como un bosque, un parque, el mercado o una playa.

Un instrumento de mucha utilidad usado en este enfoque es el denominado mapa de activos. Un mapa es un recurso muy útil que ayuda a destacar los activos disponibles en una comunidad, y permite ubicarlos físicamente y mostrar las relaciones entre ellos. Así, facilita la detección de posibles concentraciones de activos o programas en una determinada área, posibles solapamientos y carencias que podrían haber pasado desapercibidas.