jueves, 13 de mayo de 2021

CREATIVIDAD Y VULNERABILIDAD AL LIKE. O DONDE DIJE DIGO….

Recogía en una entrada anterior la idea basada en estudios de neurociencias de que las experiencias tempranas negativas podían llevar tanto a la búsqueda de la novedad como a la creatividad. Esta relación, lejos de resultar sorprendente, apoya una idea muy extendida de que tras las grandes creaciones hay una alta dosis de sufrimiento y malestar psicológico. Una relación que ya destacó Arístóteles cuando aludió a la relación entre melancolía y creación, y que recogió el psicoanálisis al poner al trauma en el origen de la actividad creadora (López Mondéjar, 2015). Sin embargo, la idea contraria también ha tenido sus defensores. Como el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi con su teoría del flujo, en la que destaca cómo la creación requiere de una inmersión total en la actividad que es más probable en situaciones de serenidad y bienestar psicológico. Aunque también podemos entender que la causalidad lleva la dirección contraria, de forma que es el flujo creador el que nos hace sentirnos felices y satisfechos. Además, serían las experiencias infantiles positivas las que estarían en el origen de ese flujo creativo. Cuando el trato es afectuoso y los padres se muestran atentos y disponibles, el menor desarrolla un modelo de apego caracterizado por la seguridad y confianza en sí mismo y en los demás: si me atienden y me quieren aprendo que soy valioso. Como apuntó Bolwby (1968) en su clásica teoría del apego, los humanos estamos motivados a buscar un equilibrio entre la seguridad que nos ofrece un contexto familiar previsible y las conductas de búsqueda y exploración del entorno. Cuando los progenitores son sensibles y responsivos, el bebé aprende que el entorno es predecible y lo utiliza como una base segura a partir de la que explorar. Por contra, si los padres se muestran poco disponibles o rechazantes, el menor tomará conciencia de esa impredecibilidad y la generalizará a todos los contextos sociales. Es el feedback inconsistente y poco fiable en la primera infancia el responsable de la inseguridad del modelo interno construido por el niño o niña. Una inseguridad que le llevará a dudar de sí mismo, a evitar la exploración y a desarrollar una autovaloración inestable y excesivamente dependiente del feedback instantáneo y de la evaluación de los demás. Es muy poco probable que esa dependencia enfermiza sea el mejor caldo de cultivo para realizar aportaciones originales y novedosas, en tanto que el sujeto tendrá más dudas a la hora de seguir su propio camino y tenderá a buscar continuamente la aprobación de los demás. Y aunque a todos nos viene bien un like, no todos tenemos la misma necesidad de conseguirlo a toda costa. Hay que aclarar que la duda siempre hará acto de presencia, incluso en los creadores más seguros y originales. Sin embargo, en algunas ocasiones podemos encontrarnos con personas que parecen no presentar ninguna incertidumbre, y que muestran una sospechosa desmesurada seguridad en sí mismas. En esos casos es muy probable que se trate de actitudes compensatorias que esconden una gran fragilidad construida a partir de experiencias infantiles poco favorables. Por lo tanto, el debate acerca de la influencia de las experiencias infantiles sobre el proceso de creación no parece estar cerrado. Y es que la creación es una estación a la que se puede llegar por vías diferentes. Texto y foto: Alfredo Oliva Delgado.

domingo, 9 de mayo de 2021

LA VIDA TRANSCURRE ENTRE LOS 10 Y LOS 25 AÑOS O LA PLASTICIDAD DEL CEREBRO ADOLESCENTE

 



Termino la lectura de “Volver la vista atrás”, esa excelente novela en la que Juan Gabriel Vásquez se adentra en la biografía del director de cine Sergio Cabrera, con la sensación de haber asistido vicariamente una vida extraordinaria. O al menos a una década, ya que la mayor parte de los hechos relatados se sitúan entre los 12 y los 23 años de vida del cineasta colombiano. Ese acotamiento temporal podría sugerirnos que traspasada esa frontera no le aconteció nada digno de ser novelado. Y es que, tras haber participado de forma activa en la Revolución Cultural de Mao o haberse alistado en el EPL para vivir desde dentro la guerrilla colombiana, resultaba complicado mantener el tono narrativo con experiencias mucho más prosaicas.  

Sin embargo, también las reminiscencias de quienes llevamos vidas menos apasionantes suelen tener el mismo sesgo de edad: tenemos muchos más recuerdos autobiográficos de la adolescencia y la adultez temprana que del resto de nuestras vidas. Así, libros, canciones, películas, poemas y personas de esos años parecen ensancharse en nuestra memoria dejando poco espacio que rellenar.  Se trata de una experiencia bastante generalizada que la psicología denomina "reminiscence bump", y que nos muestra cómo los acontecimientos de esos dulces años tienen mucha más presencia en nuestros recuerdos.

Es muy evidente que en esa época nos ocurren cosas muy importantes y con mucha carga emocional, como el primer beso, el primer concierto, o el primer viaje con los amigos. Sin embargo, no creo que superado ese límite temporal la vida se vuelva tan rutinaria y anodina como para no merecer la atención de nuestra memoria, puesto que son muchos los hitos vitales relevantes que acontecen en décadas posteriores.

La explicación parece estar en el desarrollo del cerebro, concretamente en la maduración del córtex prefrontal, que experimenta un importante desarrollo durante la adolescencia. Y es que si los primeros años de vida son esenciales para el desarrollo de algunas áreas cerebrales relacionadas con la percepción o el lenguaje, la segunda década de la vida lo es para zonas neuronales relacionadas con funciones psicológicas superiores como la cognición y la memoria. Así, incluso algunos acontecimientos cotidianos y de escasa relevancia se encuentran sobrerrepresentados en nuestra memoria.

Podría decirse que la adolescencia es un periodo sensible para el desarrollo, y que todas las experiencias que un chico o una chica tiene durante esos años van a dejar una profunda marca en su personalidad y su inteligencia. Cuando esas influencias son favorables nos encontraremos con un desarrollo positivo de diversas competencias cognitivas y socio-emocionales, lo que sin duda tiene unas claras implicaciones prácticas para la intervención en la promoción del desarrollo. Pero esa plasticidad también tiene sus riesgos, ya que hace al adolescente muy vulnerable a las situaciones estresantes, especialmente al estrés social. Así, el rechazo social, el aislamiento o el bullying van a dejar unas secuelas muy persistentes. También va a mostrarse más sensible a los efectos del consumo de drogas, un consumo que suele ser frecuente tras la pubertad. Por ejemplo, algunos estudios longitudinales han encontrado que el consumo importante de cánnabis en la adolescencia temprana está asociado a una disminución significativa del cociente intelectual. Disminución tanto más acentuada cuanto mayor es el consumo.

Por lo tanto, aunque la vida no transcurra sólo entre los 10 y los 25 años, sí parece que todo lo que ocurre en esa década y media marca profundamente nuestro devenir futuro. A partir de esa edad, la ventana a las influencias ambientales se irá cerrando poco o poco, lo que no quiere decir que el cerebro adulto pierda toda la plasticidad. Aunque con menos intensidad, siempre entrará algo de luz por esa ventana.

Texto y foto: Alfredo Oliva Delgado


lunes, 26 de abril de 2021

MALESTAR PSICOLÓGICO Y CREATIVIDAD: DE LAS EXPERIENCIAS INFANTILES ADVERSAS A LA ORIGINALIDAD INNOVADORA

 


La apreciación y valoración estética de una fotografía es un asunto complejo en el que intervienen muchos factores y que pasa por sucesivas fases o momentos. Una vez que nos situamos ante una imagen, previamente considerada como estética o artística, son los elementos perceptivos relativos a la composición los que más nos llamarán la atención, haciendo que nos resulte más o menos interesante o atractiva. Probablemente ese sea el aspecto más estudiado y sobre el que más se ha escrito. Ya sabemos la importancia de elementos como como el contraste, la nitidez o la falta de ella, la complejidad, el dinamismo, la simetría, el color, el orden o el agrupamiento. A esos elementos ya me he referido en diversas ocasiones.

Otro aspecto que va a resultar muy determinante en cómo valoramos una imagen o un trabajo fotográfico es el relacionado con cómo se sitúa entre los polos original/novedoso versus familiar. La relación entre la valoración y la familiaridad no es sencilla y resulta difícil establecer leyes universales. Pero, aunque pudieran establecerse, esas leyes ignorarían la importancia de las diferencias individuales. Así, ante un mismo trabajo las reacciones del observador pueden ser muy distintas en función de factores personales. Mientras que la originalidad de un trabajo resulta estimulante para quienes se aburren ante imágenes que les resultan demasiado familiares o previsibles, otras personas pueden sentirse desconcertadas ante una originalidad novedosa que les puede resultar aversiva. Estas personas se sentirán más cómodas ante obras familiares que les despiertan algunas resonancias y que pueden encuadrar en corrientes o estilos.
 
Parece indudable que la formación del observador puede influir en este gusto por lo novedoso, aunque no es fácil determinar en qué sentido: si bien esa formación le permitirá encuadrar mejor una obra aumentando su goce estético, también puede hacer que le resulte demasiado familiar disminuyendo su interés en ella (“más de lo mismo”). Pero más allá de la mayor o menor formación del evaluador, me atrevo a sugerir que existen otras variables personales de carácter psicológico que pueden resultar determinantes. A mi juicio, la candidata ideal es la dimensión de la personalidad etiquetada como apertura a la experiencia o atracción hacia lo novedoso. Un rasgo bastante estable y que tiene una base neurobiológica relacionada con la activación de circuitos cerebrales relacionados con el placer o recompensa. En unas personas domina el circuito que se activa ante lo novedoso, por lo que las experiencias que conllevan cierta innovación generarán más interés y resultarán más placenteras. En cambio, en otras personas es el sistema neuronal relacionado con la familiaridad el que se muestra más sensible y estimulante.

El equilibrio que se establece entre esos dos circuitos influye en muchos aspectos de nuestro comportamiento que van más allá de la valoración o creación estética, tales como la búsqueda de sensaciones, el establecimiento de relaciones afectivas o las conductas de asunción de riesgos. Pero lo que resulta más interesante es la reciente evidencia empírica que nos indica que el predominio de uno u otro circuito cerebral está muy determinado por las experiencias infantiles, concretamente por el tipo de vínculo que el bebé establece con sus cuidadores principales. Así, cuando el bebé establece un vínculo de apego seguro con ellos porque se muestran sensibles y responden a sus necesidades, tendrá lugar un progresivo cambio del predominio del sistema ventral que atiende a lo novedoso hacia una preferencia por el sistema que encuentra recompensa y placer en la familiaridad. Por contra, cuando el vínculo es inseguro se mantendrá el predominio del sistema que se activa ante la novedad. Se trata de un proceso complejo y adaptativo en el que intervienen hormonas como la oxitocina y el cortisol.

Por lo tanto, parece que un contexto familiar conflictivo y poco previsible, incluso abusivo o negligente, que lleve a un apego inseguro con sus consecuencias negativas (conductas de riesgo, adicciones, estrés, ansiedad social, problemas relacionales) puede estar detrás de una mayor preferencia por la novedad y la originalidad, algo que resulta esencial tanto en la apreciación estética poco sujeta a corsés como en la creación de nuevos lenguajes. Tal vez, es por ello por lo que con tanta frecuencia se han asociado el desajuste psicológico y las conductas de asunción de riesgos con la originalidad y la creatividad, sobre todo cuando se trata de romper con moldes y abrir nuevos caminos.
 
Texto: Alfredo Oliva Delgado Foto: Elliott Erwitt

miércoles, 21 de abril de 2021

USO DE REDES SOCIALES Y VULNERABILIDAD ADOLESCENTE

 

La vida de chicos y chicas adolescentes cada vez resulta más virtual que real ya que una importante parte de las horas del día transcurren mientras están inmersos en redes sociales o medios digitales. Sus smartphones son los dispositivos que les permiten entrar en un contexto social de experiencias vitales que van a influir de forma determinante en su bienestar y su estado de ánimo. Ese uso intensivo, unido a la vulnerabilidad y plasticidad de un cerebro aún inmaduro y muy sensible a las experiencias sociales, aumenta el interés por estudiar las consecuencias que puede tener el uso de medios digitales en el desarrollo adolescente.

Por una parte, hay que destacar la enorme susceptibilidad de chicos y chicas a la aceptación o el rechazo, algo que en las redes sociales suele ocurrir con mucha frecuencia.  La investigación en el ámbito de psicología y las neurociencias muestras que cuando un adolescente se siente ignorado o excluido se activan zonas cerebrales relacionadas con el malestar psicológico. Algo que también se observa en adolescentes con una historia previa de privación, maltrato o exclusión prolongada. En cambio, la aceptación (p.e. recibiendo comentarios o likes) provoca la activación de las mismas zonas que se activan cuando se reciben recompensas monetarias. Zonas relacionadas con el placer y la recompensa que durante la adolescencia se hallan en estado de hiperexcitabilidad.

Por otra parte, y relacionado con lo anterior, la adolescencia es la etapa de mayor vulnerabilidad ante la presión del grupo de iguales. Así, algunas situaciones experimentales muestran cómo chicos y chicas tienden a cambiar su valoración inicial de algún contenido encontrado en las redes (canciones, fotos, etc.) tras ver cómo los demás llevan a cabo una valoración diferente. Es decir, el entorno digital va a ofrecer muchas situaciones en las que la conformidad ante la presión del grupo se va a poner de manifiesto y se puede ver intensificada.  Tienen los adolescentes tanta necesidad de integración en el grupo que les cuesta mucho sostener una opinión diferente a la mayoritaria, o a la expresada por sujetos populares o con ascendencia en el grupo.

Finalmente, hay que aludir a las dificultades para la autorregulación de las emociones que presentan chicos y chicas adolescentes como consecuencia de la inmadurez de las zonas cerebrales responsables de esa regulación. Eso supone que se verán muy afectados por las emociones generadas por la interacción online. Así, suelen mostrar más malestar y más agresividad después de un rechazo o una interacción negativa, lo que puede generar una escalada de intercambios virtuales conflictivos. Además, esa elevada emocionalidad va a influir en cómo procesan algunos contenidos presentados en las redes de forma sensacionalista y con una alta carga emocional. Ante cualquier información que se nos presenta se activan dos procesos diferentes, uno de corte emocional y otro reflexivo-cognitivo que nos permite realizar un análisis más profundo y descartar bulos o noticias falsas. Sin embargo, en la adolescencia el proceso emocional va a tener mucho peso ya que las estructuras corticales encargadas de regulación las emociones se encuentran aún inmaduras. Ello situará a chicos y chicas en una posición de mucha vulnerabilidad ante esos contenidos falsos que se presentan con mucha carga emotiva y sensacionalista.

Podríamos pensar de forma errónea que estas limitaciones afectan sólo a quienes se encuentran en la segunda década de la vida, y que la entrada en la adultez conlleva un paso de página que deja atrás la vulnerabilidad propia de la adolescencia. La cosa no está tan clara pues no faltan los estudios que encuentran resultados similares en sujetos bien adentrados en la adultez temprana.


sábado, 10 de abril de 2021

LA ESCASA RACIONALIDAD DE NO PONERTE LA VACUNA DE ASTRAZENECA

 

                                    Foto: Jose Luis Roca

Leo en la prensa que un 60% de madrileños rechazó ayer ponerse la vacuna de AstraZeneca. La noticia me causa sorpresa, aunque teniendo en cuenta algunas decisiones de los madrileños respecto a otros asuntos no debería sorprenderme tanto.

La toma de decisiones es un terreno en el que se ponen de manifiesto cómo personas relativamente inteligentes pueden tomar decisiones poco racionales. Y es que hay que distinguir entre inteligencia y racionalidad. Mientras que la inteligencia hace referencia a aquellas competencias y habilidades usualmente evaluadas mediante los tests de inteligencia, la racionalidad tiene que ver con adoptar objetivos apropiados y emprender acciones de acuerdo con dichos objetivos y con las propias creencias. Son muchas las ocasiones en las que inteligencia y racionalidad aparecen disociadas, y en las que sujetos inteligentes toman decisiones poco racionales.

Estas discrepancias se manifiestan de forma clara en los sesgos cognitivos que cometemos cuando analizamos un problema o situación ante la que debemos dar una respuesta o tomar una decisión. Unos sesgos que suelen estar causados por el desequilibrio entre dos sistemas diferentes de pensamiento. El sistema 1 es experiencial e intuitivo, opera de manera rápida y con poco esfuerzo, también es inconsciente y automático. En cambio, el sistema 2 es analítico, consciente y responsable de operaciones lógicas y cálculos complejos que requieren de mucha atención y esfuerzo mental, tales como comprobar la validez de un argumento lógico complejo o comparar los riesgos derivados de tomar una decisión.

También la Teoría de la Representación Borrosa propone la existencia de dos formas cualitativamente diferentes de procesamiento y codificación de la información.  En algunos casos procesamos la información atendiendo a aspectos literales pero carentes de significados (palabras o cifras exactas). En otras ocasiones se trata de representaciones basadas en un procesamiento profundo de la información que extrae su significado esencial, aunque carece de la precisión y el detalle de las representaciones literales. Mientras que las representaciones literales pueden basarse en cantidades o porcentajes objetivos y exactos, las esenciales se basan en la interpretación o valoración que hace el sujeto de una determinada situación incorporando aspectos emocionales de las diferentes alternativas entre las que se ha de decidir.

La toma de decisiones se puede ver beneficiada en algunas ocasiones por un razonamiento intuitivo que tenga en cuenta lo esencial de la información disponible, atendiendo a los aspectos esenciales más que a los detalles. Por ejemplo, si un adolescente que ha de decidir entre consumir o no consumir alcohol antes de coger el coche para regresar a casa es posible que sopese la baja probabilidad de tener un accidente frente al placer de divertirse con sus amistades y volver a casa de forma cómoda. Sin embargo, esta decisión implica un claro fracaso en la toma de decisión ya que una evaluación literal y cuantitativa de los posibles riesgos no tiene en consideración que lo esencial de la decisión es comprender que la propia supervivencia es mucho más importante que cualquier cálculo probabilístico de los riesgos derivados. Por baja que fuese la probabilidad de ocurrencia tendría que haber antepuesto la gravedad de las consecuencias de una decisión arriesgada.

Sin embargo, cuando se trata de la decisión de ponerse o no ponerse una vacuna entran en juego algunos aspectos que hacen que lo más racional no sea centrarnos sólo en la posibilidad de sufrir un trombo e incluso morir como efecto secundario de la vacuna. En este caso sí tiene sentido poner en funcionamiento el sistema de pensamiento analítico tipo 2 y tener en cuenta los aspectos literales o cuantitativos, ya que la no vacunación también conlleva la probabilidad de morir. Es decir, en este caso las dos opciones que se nos ofrecen pueden tener consecuencias con una alta carga emocional, por lo que no tiene ningún sentido hacer un análisis intuitivo o emocional de la situación, sino tomar una decisión racional basada en una comparación de probabilidades al margen del sesgo cognitivo que supondría tirar del perezoso sistema de pensamiento tipo 1. Yo lo tuve claro y me vacuné el pasado jueves.

sábado, 27 de febrero de 2021

LOA A LA IMPERFECCIÓN

Leo en “La vida en cuatro letras” cómo el prestigioso bioquímico aragonés Carlos López Otín hace uno de los mejores elogios de la imperfección. Una imperfección biológica que se observa en los errores que nuestras células cometen en su proceso de división y que son el origen de muchas enfermedades y mucha infelicidad. Por fortuna, muchos de esos errores o mutaciones producidos en la replicación del ADN son corregidos o eliminados por nuestra maquinaria biológica. Sin embargo, otros se mantienen, dando origen a la diversidad humana e impulsando la evolución de nuestra especie.

Si trasladamos esa idea al terreno del desarrollo personal, también podríamos considerar la imperfección como una característica profundamente humana que no debería ser incompatible con nuestro bienestar. Sin embargo, vivimos inmersos en una cultura tan obsesionada por corregir todos los defectos que nos lleva a huir de la imperfección. Y como la perfección es inalcanzable con frecuencia nos sentimos fracasados. Cuando ponemos todo nuestro empeño en una única meta que se nos muestra esquiva nos situamos en una posición de mucha fragilidad que favorece la comparación social y la envidia, y que nos acerca a la infelicidad.

La belleza de la imperfección está en las enormes posibilidades que tenemos de reparar y recomponer esos “errores”. Al igual que algunos genes corrigen las mutaciones y el daño que se deriva de ellas, una crisis personal con frecuencia no es sino el inicio de un crecimiento que permitirá la reparación de las heridas psicológicas. Algunas crisis son normativas y están vinculadas a etapas de la vida, como la adolescencia o la mediana edad, mientras que otras obedecen a experiencias vitales inesperadas. Aunque algunas son más necesarias y tolerables que otras, todas nos muestran la enorme resiliencia humana frente a la adversidad y el camino que conduce a la felicidad. El primer paso no es otro que la aceptación de la imperfección. El segundo la confianza en la reparación.

Relata López Otín una anécdota que tuvo lugar en la ceremonia de entrega de los premios Noble de 2016 que puede representar una excelente metáfora. Cuando ante tan excelente auditorio Patti Smith comenzó a cantar “A hard rain’s a-gonna fall”, la voz se le quebró por la responsabilidad y el estrés. Patti Smith paró, pidió perdón, y retomó magistralmente la interpretación.

 https://www.youtube.com/watch?v=941PHEJHCwU