viernes, 29 de octubre de 2010

Sobre Sánchez Dragó y los abusos sexuales a menores



Los abusos sexuales han existido siempre, no son de ninguna manera un producto de la sociedad actual. En el pasado los derechos y necesidades de los menores no fueron nunca una prioridad, y los malos tratos físicos, el abandono o la explotación laboral o sexual formaban parte de la vida cotidiana de niños y niñas, y aún siguen machacando a la infancia de otros países y culturas.

Fue Freud el primero que sacó a relucir la elevada incidencia de los abusos sexuales a menores, aunque tal vez ante el revuelo que esta realidad podría crear se echó atrás, y consideró que estos recuerdos eran producto de la fantasía infantil. Sin embargo, desde los primeros estudios de Kinsey, se ha ido acumulando una abundante evidencia empírica que indica que un amplio porcentaje de menores, que suele estar comprendido entre el 10 y el 20%, sufren abusos sexuales en la infancia. También disponemos de abundantes datos que señalan las graves consecuencias emocionales que estos abusos tienen para quienes los sufren: vergüenza, culpa, miedo, estigmatización, pérdida de autoestima, depresión, tentativas de suicidio, etc.

En este momento esos efectos devastadores suelen ser bien conocidos por la mayoría de la población, que rechaza y repugna este tipo de comportamientos. Es cierto, que en épocas pasadas la sensibilización ante la gravedad de estos actos era menor, e incluso puede afirmarse que existía una cierta tolerancia hacia las relaciones sexuales con menores cuando se trataba de niños o niñas que habían llegado a la pubertad.

En ese contexto puede entenderse que bastantes adultos se implicasen en este tipo de actividades, de lo contrario difícilmente podría explicarse la elevada prevalencia que encuentran estudios retrospectivos. Y también nos ayuda a entender que incluso algunos de estos adultos reconociesen los abusos ante conocidos o incluso desconocidos. Es el caso de algunos escritores como Jaime Gil de Biedma, que en sus memorias “Diario de un artista seriamente enfermo” describe con mucho detalle sus relaciones con niños filipinos. Sin embargo, esta obra fue escrita en 1974, y los abusos cometidos mucho antes, por lo que aunque no sean justificables bajo ningún concepto, en su defensa se puede decir que cuando se escribió el libro estos actos no generaban tanto rechazo.

Sin embargo, el libro escrito por Fernando Sánchez Dragó en el que reconoce haber mantenido relaciones sexuales con dos menores japonesas de unos 13 años ha visto la luz en la actualidad, es decir, en un momento en el que el personaje conoce perfectamente la naturaleza depravada de sus actos. Por lo tanto, el que haya reconocido abiertamente los abusos e incluso se jacte públicamente de ellos nos indica de forma clara la catadura moral del sujeto. Y es que escuchando su justificación podríamos pensar que este anciano escritor vive anclado en el pasado y considera que los abusos sexuales a menores son incluso instructivos para ellos. Ahora ya conocemos uno de los motivos por los que Sánchez Dragó siente tanta pasión por Oriente.

lunes, 25 de octubre de 2010

¿Adicción a Internet?



Internet ha llegado a la mayoría de edad, y su uso se ha generalizado de tal manera que nos costaría mucho imaginar una vida sin él, puesto que muchas de las acciones que realizamos a través de la red serían impensables o muy complicadas sin su existencia. Pero como suele ocurrir siempre que aparece una nueva tecnología surgen nuevas preocupaciones acerca de las consecuencias negativas que podrían derivarse de su uso. Internet no podía ser menos, y en los últimos años proliferan las llamadas de atención a su enorme poder adictivo. Es posible que pasemos muchas más horas de las necesarias surcando sus mares virtuales, chateando, consultando recurrentemente nuestro correo o comprobando si existen novedades en las páginas o blog que seguimos. Pero, ¿podríamos atrevernos a decir que internet provoca adicción?

Sin duda se trata de un asunto controvertido entre los expertos, que incluso debaten la oportunidad de que esta adicción sea incluida en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM IV). Quizá el problema fundamental sea el determinar si el uso excesivo de Internet se ajusta a la definición de adicción, y ahí es donde empiezan a surgir dudas, ya que para algunos expertos se asemeja más a un comportamiento compulsivo.

La compulsión se basa en los principios de dependencia, necesidad y deseo, y está más dirigida a la reducción de la ansiedad que a la obtención del placer, es decir, está reforzada negativamente. En cambio, en la adicción se dan tanto componentes relacionados con la reducción de ansiedad o dolor como con la búsqueda del placer. Es decir mezclaría tanto conductas impulsivas como compulsivas, y refuerzos negativos y positivos.

Otra diferencia entre compulsión y adicción tiene que ver con los cambios físicos, sobre todo cerebrales, generados por la segunda. Así, los individuos con adicción a las drogas no son capaces de abandonar su adicción sin experimentar consecuencias derivadas de esos cambios cerebrales tales como trastornos gastrointestinales, cambios en la presión arterial, o interrupciones en el funcionamiento normal de la memoria, su atención o la toma de decisiones.

Por otra parte, se puede argumentar en contra de la consideración del uso abusivo de internet como una adicción el hecho de que es sólo un medio de comunicación a través del cualquier algunas personas satisfacen sus adicciones al sexo, al juego o a las compras, pero no una adicción en sí misma.

Por el momento, la adicción a internet no existe como tal en el DSM IV, como tampoco la adicción al sexo, aunque es probable que la acumulación de evidencia empírica lleve a su inclusión en el DSM V, y podamos hablar de una verdadera adicción. Mientras tanto, cada vez es más frecuente encontrarnos con personas que muestran una falta de control en su comportamiento abusivo a pesar de las consecuencias destructivas que su conducta puede tener para su vida familiar o profesional. Tomar conciencia de ese uso excesivo deber ser un primer paso para, con independencia de si se trata de un trastorno adictivo o compulsivo, hagamos un uso más racional de internet.


Algunas señales de alarma.

¿Compruebas continuamente tu correo electrónico, incluso cuando te levantas por la mañana antes de ir al baño?

¿Has dejado de salir con tus amistades o anulado algún compromiso social para pasar más tiempo online?

¿Se quejan tus amistades o familiares del tiempo que pasas conectado?

¿Prefieres usar internet a dormir?

¿Tienes la sensación de que pasas demasiado tiempo online?

¿Te cabreas si alguien o algo interfiere con tu tiempo dedicado a navegar por la red?
¿Prefieres la red al mundo real?

domingo, 3 de octubre de 2010

El impacto de la crisis sobre las familias



El pasado miércoles tuve la oportunidad de participar en el Congreso organizado por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción “El impacto de la crisis sobre unas familias en cambio”. La sociedad española lleva algo más de dos años inmersa en plena crisis económica, y creo que resulta muy necesario que nos paremos a analizar cuáles pueden ser las consecuencias para las familias que están siendo golpeadas por una crisis sin precedentes en nuestra joven democracia.

Algunos datos son ya evidentes, como es la disminución del número de divorcios y separaciones. Y es que romper el matrimonio cuesta mucho dinero, y cuando éste escasea las parejas pueden optar por mantener la convivencia, aunque esta resulte muy complicada. Desde hace años sabemos que la relación entre la situación de la economía familiar y la relación conyugal es paradójica, puesto que si por un lado la falta de recursos aumenta la conflictividad marital, también pone a los cónyuges malavenidos ante un divorcio muy difícil, ya que mantener dos hogares resulta muy costoso para una economía familiar maltrecha.

Por lo tanto, estamos asistiendo a situaciones familiares en las que la pérdida de empleo de uno o dos de los miembros de la pareja, o la amenaza de su pérdida, genera un aumento del estrés familiar que puede hacer más probable las situaciones de agresividad como la violencia de género o el maltrato infantil, ya que hay suficiente evidencia empírica que indica que este estrés es un importante factor de riesgo para ambos tipos de violencia. En relación con la violencia de género es reseñable el hecho de que el desempleo está afectando a sectores productivos (industria, construcción) tradicionalmente masculinos, por lo que están aumentando el número de familias en las que el varón pierde el trabajo y queda en una situación de dependencia con respecto a la mujer. Este nuevo equilibrio de poder no siempre es bien aceptado por el hombre, que puede querer compensarlo mediante la dominación física.

También pueden verse muy deterioradas las relaciones parento-filiales, especialmente en momentos en los que éstas son más complicadas como es la adolescencia temprana. Las causas de este deterioro puede estar relacionada con el incremento de los niveles de estrés generado por el desempleo o las dificultades económicas, pero también puede tener su peso el incremento de la visión negativa de la adolescencia, que lleva a algunos padres a realizar interpretaciones sesgadas y prejuiciadas de algunos comportamientos de sus hijos que son normativos durante esta etapa. Como ya hemos tenido ocasión de comentar en una entrada anterior, la imagen que la sociedad tiene de sus jóvenes y adolescentes suele acompasar a los cambios sociales. Así, mientras que en los momentos en que se precisa de una rápida incorporación al mundo laboral de las nuevas generaciones, como en los periodos de guerra y posguerra, se les tiende a presentar como maduros y responsables, en las situaciones de crisis esa imagen queda sustituida por otra menos favorable, que no persigue otro fin sino el de mantenerlos alejados de la participación social y laboral.

En otros momentos históricos de exceso de mano de obra han aparecido datos que han apoyado la importancia para el desarrollo infantil de la crianza materna, frente a los riesgos de los cuidados sustitutos en guarderías y escuelas infantiles. De esa forma se pretendía mantener a las mujeres alejadas de un mercado laboral en horas bajas. Pero esos eran otros tiempos, y me resisto a pensar en una involución en el trabajo femenino. Tendremos que seguir reflexionando sobre las consecuencias para las familias de esta crisis económica, que tan reacia a abandonarnos se muestra.