En este blog me he referido en varias ocasiones al
desarrollo cerebral durante la adolescencia, y a cómo la inmadurez de la
corteza prefrontal, unida a la hiperexcitación del sistema cerebral de
recompensa, lleva a chicos y chicas a implicarse en muchos comportamientos de
riesgo. Las razones de esa excitación extrema están relacionadas con los
cambios hormonales puberales y la mayor sensibilidad cerebral a la dopamina, un
neurotransmisor responsable de las sensaciones placenteras, que hace que las
recompensas tengan un enorme poder de atracción para chicos y chicas. Esta
sensibilidad contribuye a explicar lo rápido que aprenden los jóvenes y su gran
receptividad a la recompensa, pero también sus reacciones emocionales extremas
ante la derrota y el fracaso.
Pues bien, resulta
que el cerebro adolescente también muestra una gran sensibilidad ante la
oxitocina, otra hormona y neurotransmisor que es responsable de la formación de
vínculos y que hace que las relaciones sociales sean más gratificantes. Es bien
conocida la preferencia que los adolescentes tienen por mantener relaciones con
sus coetáneos, lo que resulta más novedoso es el papel que la sensibilidad a la
oxitocina desempeña en esta atracción.
Chicos y chicas disfrutan a lo grande cuando están con sus amigos y
amigas, y prefieren estas relaciones a
otras con sujetos de diferente edad. De alguna manera, está pasión por los
compañeros de la misma edad es la expresión en el ámbito social de la atracción
que los jóvenes sienten por la novedad, puesto que sus coetáneos les resultan
más novedosos que el conocido ambiente familiar.
Durante estos años se vivirán con gran dolor las situaciones
de aislamiento o rechazo por parte del grupo. De hecho, algunos estudios con
resonancias magnéticas han revelado que la respuesta del cerebro ante la
exclusión del grupo de iguales es similar a la que se observa en situaciones de
amenaza o de falta de alimento. Ello explica el tremendo sufrimiento que
experimenta un chico que ha sido traicionado por sus amigos o que no ha sido
invitado a una fiesta. En una entrada
anterior me he referido a los resultados de un estudio en el que hemos
encontrado que la baja vinculación con el grupo de iguales es uno de los
factores relacionados con los trastornos emocionales en chicos y chicas
adolescentes.
Finalmente, hay que resaltar un último detalle que no está
exento de importancia: se trata de las estrechas relaciones existentes entre el
sistema cerebral de placer-recompensa y el socio-emocional. Ello justifica que
se produzca una sinergia entre ambos sistemas, sobrexcitables e hipersensibilizados durante la
adolescencia, y que chicos y chicas muestren un comportamiento especialmente
arriesgado cuando están con el grupo. Resulta
evidente que hacen muchas más tonterias y arriesgan bastante más si están con
sus amigos que si están solos.
A primera vista podría parecer que esta enorme atracción que
los jóvenes sienten hacia la novedad, las emociones fuertes y la relación con
los iguales responde a un diseño defectuoso que les coloca en una situación de
mucho riesgo. Sin embargo, cuando miramos las cosas con más detenimiento vemos
que estas características que definen nuestra adolescencia nos hace más
adaptativos como individuos y como especie, ya que nos impulsan a asumir
algunas experiencias enriquecedoras, y a conocer gente para ampliar nuestro
grupo de conocidos, lo que incide positivamente sobre nuestra salud y
satisfacción. Sin olvidar que nuestra existencia va a transcurrir durante la
adultez entre individuos de nuestra misma edad, por lo que en el grupo iremos
adquiriendo competencias que nos serán más útiles que las aprendidas en el
contexto familiar.