El uso de redes sociales en chicas y chicos es una experiencia normativa
que constituye un nuevo escenario virtual que puede influir potencialmente en
su desarrollo psicológico y social. El hecho de que este uso sea muy elevado
entre adolescentes, unido a la gran plasticidad cerebral durante esta etapa evolutiva,
ha incrementado el interés por el estudio de los efectos de dicho uso en el bienestar
y desarrollo adolescentes.
Estudiar la experiencia de uso de redes es un asunto complejo que va más
allá de evaluar su tiempo de uso. Así, son muy distintos los motivos detrás de
su uso: mantener contacto con el grupo de amigos, hacer nuevas amistades,
ligar, expresar ideas o sentimientos, obtener información y reconocimiento
social, o entretenerse. También son diversas las actividades realizadas en
ellas: subir fotos, crear vídeos, escribir cosas propias, o simplemente
curiosear lo que publican otros (Pertegal, Oliva y Rodríguez-Meirinhos, 2019).
Cada uno de estos motivos o tipos de uso representan experiencias diferentes
con consecuencias que no son equiparables.
Como cualquier otro contexto de desarrollo, el virtual puede conllevar
tanto efectos negativos como positivos. Entre los primeros, hay que destacar el
sexting o intercambio de contenidos de carácter sexual como vídeos o fotos; el
grooming, que se refiere a aquellas prácticas online de ciertos adultos para
ganarse la confianza de menores con fines de satisfacción sexual; y el ciberbuying
o uso de medios digitales para humillar o maltratar psicológicamente a otros
chicos o chicas (Ojeda y Del Rey, 2021).
Otra consecuencia negativa derivada del uso de redes sociales, y que
genera una gran preocupación social, es la adicción, que suele alcanzar su
máxima prevalencia durante la adolescencia debido a que los mecanismos de
control emocional y conductual aún no se han desarrollado plenamente. De hecho,
el bajo autocontrol es uno de los principales factores de riesgo para el
desarrollo de esta adicción, que suele aparecer asociada al malestar
psicológico y la sintomatología ansioso-depresiva (Oliva, Antolín-Suárez y Rodríguez-Meirinhos
(2019). Aunque la adicción está relacionada con el tiempo de uso, sus
indicadores más fiables son la pérdida de interés y el abandono de otras
actividades o aficiones, el aislamiento de la familia, la necesidad de dedicar
cada vez más tiempo a su uso o el malestar cuando no se tiene acceso a ellas.
Aunque el tiempo de uso también está relacionado con el malestar psicológico y
la insatisfacción vital, esta relación va a estar moderada por el tipo de uso
de las redes sociales que se lleve a cabo, siendo esta relación mayor en el
caso de un uso pasivo, como curiosear otros perfiles de usuarios, probablemente
porque ese uso fomenta la comparación social, la envidia y la baja autoestima.
Cuando se utilizan las redes para contactar con amistades reales y para la
auto-expresión está relación se invierte, de forma que el uso se asocia al
bienestar psicológico (Krasnova et al., 2015).
También la edad y el género moderan la relación entre el tiempo de uso y
el malestar psicológico, así entre los 10 y los 15 años se encuentra una
relación lineal entre ambas variables de forma que el malestar aumenta con el
tiempo de uso, especialmente entre las chicas. En cambio, en adolescentes de
edades comprendidas entre los 16 y los 21 años se observa una relación
curvilínea en forma de U invertida, indicando que quienes declaran usar poco o
mucho las redes sociales muestran una menor satisfacción vital que quienes
hacen un uso moderado, lo que se ha denominado la hipótesis Goldilocks (Orben,
Prybylski, Blakemore y Kievit, 2022). Es
probable que un escaso uso de redes sociales durante la adolescencia media y
tardía genere aislamiento social y FOMO, acrónimo de “fear of missing out”, que
describe el miedo a perderse algo y es un fenómeno relacionado estrechamente con
la digitalización de nuestro mundo actual. Un sentimiento que se puede
convertir en una verdadera fuente de malestar.
Las consecuencias negativas asociadas al uso de redes no deben llevarnos
a olvidar los efectos positivos que pueden acarrear. Uno de los aspectos más
estudiados es el relativo a la influencia que las redes pueden tener en el
desarrollo de la identidad personal, ya que proporcionan un medio que abre al
chico o chica un amplio horizonte virtual en el que sentirse libre para
implicarse en exploraciones y experiencias que le ayuden en la construcción de
su identidad. En el contexto virtual puede ser más creativo, expresar de forma
más libre sus opiniones o sentimientos, experimentar con distintos roles y
acceder a mucha información (Sebre y Miltuze, 2021). Si en generaciones
anteriores el diario personal representaba un medio que muchos chicos y chicas
usaban para construir narrativas a partir de las experiencias vividas que les
ayudasen vincular pasado, presente y futuro, y así conocerse mejor, en la
actualidad las imágenes y vídeos subidos a Instagram, Youtube o Tik Tok pueden
cumplir ese mismo papel.
También youtubers e influencers, a pesar de la imagen negativa que suelen
llevar aparejada, pueden tener influencias positivas sobre chicos y chicas, ya
que son figuras con las que les resulta fácil identificarse por cercanía de
edad, por compartir cultura, gustos e intereses, y por utilizar un lenguaje
cercano. También han vivido experiencias y circunstancias similares a las que
pueden estar atravesado ellos, especialmente en el campo de las relaciones
afectivo-sexuales, o la identidad de género, por lo que suelen constituirse en
figuras o referentes importantes (Aran-Ramspott, Fedele y Tarragó, 2018). En
estos años de desvinculación emocional con respecto a las figuras parentales,
chicos y chicas van a beneficiarse del contacto con otros personajes con los
que identificarse, y que le ofrezcan valores diferentes a los que imperan en el
entorno familiar.
Como conclusión, podemos decir que las redes sociales representan un
contexto de desarrollo en el que se reproducen muchos de los riesgos y
oportunidades que se presentan en la vida real. El cotilleo, la imitación, la
búsqueda de aprobación, la envidia o el maltrato no son exclusivos de la
realidad digital. El mundo virtual no es solo un contexto cargado de riesgos,
ni un entorno en el que relacionarse, conocer gente o subir fotos. También
representa un contexto tan significativo como la familia y la escuela para la
socialización, el autoconocimiento, la autoestima, el bienestar o el logro de
la identidad personal.