Por una parte, hay que destacar la enorme susceptibilidad de
chicos y chicas a la aceptación o el rechazo, algo que en las redes sociales
suele ocurrir con mucha frecuencia. La
investigación en el ámbito de psicología y las neurociencias muestras que cuando
un adolescente se siente ignorado o excluido se activan zonas cerebrales
relacionadas con el malestar psicológico. Algo que también se observa en
adolescentes con una historia previa de privación, maltrato o exclusión
prolongada. En cambio, la aceptación (p.e. recibiendo comentarios o likes)
provoca la activación de las mismas zonas que se activan cuando se reciben recompensas
monetarias. Zonas relacionadas con el placer y la recompensa que durante la adolescencia
se hallan en estado de hiperexcitabilidad.
Por otra parte, y relacionado con lo anterior, la adolescencia
es la etapa de mayor vulnerabilidad ante la presión del grupo de iguales. Así,
algunas situaciones experimentales muestran cómo chicos y chicas tienden a
cambiar su valoración inicial de algún contenido encontrado en las redes
(canciones, fotos, etc.) tras ver cómo los demás llevan a cabo una valoración
diferente. Es decir, el entorno digital va a ofrecer muchas situaciones en las
que la conformidad ante la presión del grupo se va a poner de manifiesto y se
puede ver intensificada. Tienen los
adolescentes tanta necesidad de integración en el grupo que les cuesta mucho
sostener una opinión diferente a la mayoritaria, o a la expresada por sujetos
populares o con ascendencia en el grupo.
Finalmente, hay que aludir a las dificultades para la autorregulación
de las emociones que presentan chicos y chicas adolescentes como consecuencia
de la inmadurez de las zonas cerebrales responsables de esa regulación. Eso
supone que se verán muy afectados por las emociones generadas por la
interacción online. Así, suelen mostrar más malestar y más agresividad después de
un rechazo o una interacción negativa, lo que puede generar una escalada de
intercambios virtuales conflictivos. Además, esa elevada emocionalidad va a
influir en cómo procesan algunos contenidos presentados en las redes de forma
sensacionalista y con una alta carga emocional. Ante cualquier información que
se nos presenta se activan dos procesos diferentes, uno de corte emocional y
otro reflexivo-cognitivo que nos permite realizar un análisis más profundo y
descartar bulos o noticias falsas. Sin embargo, en la adolescencia el proceso
emocional va a tener mucho peso ya que las estructuras corticales encargadas de
regulación las emociones se encuentran aún inmaduras. Ello situará a chicos y
chicas en una posición de mucha vulnerabilidad ante esos contenidos falsos que
se presentan con mucha carga emotiva y sensacionalista.
Podríamos pensar de forma errónea que estas limitaciones afectan
sólo a quienes se encuentran en la segunda década de la vida, y que la entrada
en la adultez conlleva un paso de página que deja atrás la vulnerabilidad
propia de la adolescencia. La cosa no está tan clara pues no faltan los
estudios que encuentran resultados similares en sujetos bien adentrados en la
adultez temprana.
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