viernes, 9 de noviembre de 2012

El valor educativo de la experimentación en la adolescencia




¡Qué alocados nos parecen a veces los adolescentes! Da la impresión de que su conducta estuviera gobernada por impulsos que no parecen trascender el presente inmediato.  Su visión es de corto alcance. Que la miel de hoy sea hiel mañana no importa pues el mañana no existe. Una pequeña gratificación placentera en el momento les tira más que una gran recompensa que se atisbe en el horizonte futuro. Prefieren el pájaro en mano que ciento volando.  Son fieles seguidores del Carpe Diem.

Y es que los estudios nos indican que los adolescentes no han desarrollado aún el autocontrol necesario para resistir las tentaciones, que a esas tiernas edades son muchas, y demorar las recompensas. Como hemos señalado en entradas anteriores,  es la combinación de una corteza cerebral prefrontal inmadura con un sistema mesolímbico de recompensa hiperexcitable  la responsable de esa incapacidad. La naturaleza les ha dotado de un motor de demasiadas cilindradas para la escasa fortaleza de sus frenos, y les aboca a una conducción muy temeraria. Por lo tanto, solo cabría esperar a que con el paso del tiempo su cerebro madurara más pronto que tarde y, mientras tanto, cruzar los dedos para que la más que probable implicación en conductas de riesgo no les deparase consecuencias irreversibles. Y procurar, por todos los medios, limitar su experimentación.

Sin embargo, los resultados de un reciente estudio de investigadores de la Universidad de Pensilvania aportan información sobre la posibilidad de que chicos y chicas puedan aprender a demorar las gratificaciones sin tener que esperar  a que con el paso del tiempo su corteza vaya madurando. Y es que según esta investigación, los adolescentes que puntuaron más alto en búsqueda de sensaciones presentaron más ganancias a lo largo de la adolescencia en su capacidad para resistir las tentaciones y demorar las recompensas.

Si tenemos en cuenta que la tendencia a buscar sensaciones está muy relacionada con la mayor implicación en conductas de riesgo, cabe pensar que es esta implicación la responsable del fortalecimiento del autocontrol. Es como si chicos y chicas necesitasen lamentar las consecuencias negativas derivadas de las conductas de riesgo para aprender que lo que hoy es de color rosa mañana puede teñirse de negro. Así, al final de la adolescencia  son precisamente aquellos jóvenes que buscan más sensaciones fuertes quienes presentan un mayor autocontrol y una mayor resistencia a las tentaciones.   

Estos resultados nos indican que la experimentación con algunas conductas de riesgo, a pesar del peligro que conllevan, pueden suponer también una oportunidad para el desarrollo y el crecimiento personal.  Y que sería importante ofrecer a nuestros adolescentes la posibilidad de que puedan experimentar de forma controlada. El excesivo celo por controlar y limitar esa  búsqueda de experiencias puede resultar contraproducente. Un ejemplo de esta paradoja podría ser el cambio que ha tenido lugar en los patrones de consumo de alcohol en las últimas décadas. Así, si hace medio siglo chicos y chicas nos iniciábamos precozmente en el consumo de alcohol, las primeras experiencias  tenían lugar en casa, en cantidades moderadas y bajo la atenta supervisión parental. ¿Quién no recuerda la quina Santa Catalina para abrir el apetito, el tinto con casera en las comidas, la copita de ginebra para los dolores de la regla, o la palomita de anís en las mañanas invernales antes de ir a la escuela? Hoy día nuestros chicos y chicas no tienen su bautismo de alcohol en familia, que se ha convertido en un espacio libre de alcohol y de humos, y es frecuente que la primera vez que un adolescente prueba el alcohol éste sea de alta graduación, y lo haga con los amigos y de forma abusiva. No han tenido la oportunidad de experimentar controladamente y de desarrollar estrategias de autocontrol. Las desarrollarán, de eso no tengo la menor duda, pero probablemente asumiendo mayores riesgos para su salud. 

Romer, D., Duckworth, A. L. Sznitman, S. & Park, S. (2010).  Can Adolescent learn self-control? Dealy of gratification in the development of control over risk-taking. Prevention Science, 11,3, 319-330.

5 comentarios:

  1. Tengo dos en casa, así que esta entrada me ha ayudado bastante, paciencia, aquí en Asturias decimos que son como los figos, unos maduran antes que otros, pero toda la figal termina con maduros frutos

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  4. DEBO DECIR, QUE AL TENER 2 HERMANAS EXPERIMENTANDO ESTA ETAPA, RESULTA UN POCO DIFICIL OPINAR, LA VERDAD ES QUE LOS VALORES FAMILIARES HAN DISMINUIDO CADA VEZ MAS, YO NO RECUERDO HABERLE GRITADO A MI MAMA COMO AHORA LO HACEN ELLAS, SALIRME SIN PERMISO, FUMAR, TOMAR E INCLUSO ANDAR CON EL NOVIO A TAN TEMPRANA EDAD.

    LOS PADRES NECESITAMOS FOMENTAR LA CONFIANZA EN NUESTROS HIJOS, HABLAR CON ELLOS, PERO CLARO, TAMBIEN PONER LIMITES.

    ESTOY SEGURA DE QUE NOS EVITARIAMOS MUCHOS PROBLEMAS EN FUTURO.

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