Los abundantes datos que los estudios recientes con técnicas de neuroimagen nos proporcionan nos están aportando mucha información acerca del desarrollo cerebral y su influencia sobre el comportamiento humano. En entradas anteriores he hecho referencia a cómo la combinación entre la inmadurez de la corteza prefrontal y la sobreexcitación del sistema mesolímbico de recompensa lleva a chicos y chicas adolescentes a implicarse en muchas conductas de asunción de riesgos. Pues bien, Scientific American acaba de publicar un estudio llevado a cabo por Stefanie Brassen en la Universidad de Hamburgo que arroja unos resultados muy interesantes acerca de las bases neurológicas del sentimiento de lamentación o remordimiento.
Este investigador sometió a una muestra de sujetos jóvenes y
personas mayores a un juego de premios y pérdidas mientras que sus cerebros estaban
siendo escaneados. La prueba consistía
en abrir una serie de cajas que contenían premios en metálico, salvo una que
contenía un pequeño demonio y que suponía la pérdida de todo lo obtenido. Es decir, un sujeto decidía en todo momento si quería retirarse
con el dinero obtenido o prefería seguir abriendo cajas y ganando dinero, con
el riesgo de que el demonio le hiciese perder todas sus ganancias.
Mediante resonancias magnéticas funcionales se registró la
actividad del estriado ventral y de la corteza cingulada anterior durante la
prueba. Mientras que el estriado ventral está relacionado con la obtención de
recompensas (se activa ante las ganancias o recompensas y se desactiva ante las pérdidas), la
corteza cingulada tiene un importante papel en la regulación de las emociones.
Pues bien, los resultados del estudio indicaron que cuando
los sujetos jóvenes abandonaban la
prueba demasiado pronto, ganando poco, o demasiado tarde, perdiéndolo todo, su
estriado ventral disminuía drásticamente su nivel de actividad, lo que se
relacionaba con una intensa lamentación o arrepentimiento por haber tomado una
mala decisión. En cambio, los sujetos de más de 65 años apenas experimentaban
cambios en dicha actividad cerebral, ni tampoco lamentaban su incorrecta
decisión. A su vez, las imágenes cerebrales indicaban en estas personas mayores
una intensa activación de la corteza cingulada, lo que parecía estar indicando
un buen control o regulación de las emociones negativas, algo que no ocurría en
el cerebro juvenil.
Todos estos datos tienen una interesante lectura desde el
punto de vista de la psicología del desarrollo, y nos muestra cómo la selección
natural ha ido promoviendo comportamientos muy adaptativos. Así, el
desequilibrio entre el sistema de mesolímbico del placer y el cognitivo lleva a
los jóvenes a asumir muchos comportamientos de riesgo, lo que podría tener un
alto valor adaptativo, al asumir sin miedo algunas experiencias que representarían
fuentes importantes de aprendizajes y adquisición de competencias.
Pues bien, algo semejante podríamos decir de la intensa
activación del estriado unida a la escasa capacidad de la corteza cingulada
para el control de las emociones, que también tendría consecuencias
positivas para los sujetos jóvenes, al hacer que chicos y chicas se
lamenten y experimenten fuertes sentimientos negativos ante las decisiones
incorrectas. Esto sería de un alto valor adaptativo para adolescentes que
tienen toda una vida por delante y que podrían cometer los mismos errores si no
aprendiesen de ellos. En cambio, en personas mayores no sería de tanta
utilidad, y podría generar infelicidad y sentimientos depresivos sin la
contrapartida positiva de aprender para un futuro que va siendo ya limitado e incierto.
Perdona Alfredo, ¿podrías aclarar esto? "Mientras que el estriado ventral está relacionado con la obtención de recompensas (se activa ante las pérdidas y de desactiva ante las pérdidas), ¿nunca se desactiva?
ResponderEliminarGracias
Arturo
Vale, entiendo que el cingualdo se desactiva ante las pérdidas, se entiende al seguir leyendo
ResponderEliminarArturo
En efecto, se activa ante las ganancias y se desactiva ante las pérdidas. Acabo de corregirlo. Gracias por detectar el error.
ResponderEliminarUn saludo
Estoy de acuerdo con el artículo, pero creo que los factores psicológicos son mucho más importantes: haberse equivocado anteriormente, tener conciencia de otras opciones, etc...
ResponderEliminarAl margen de todos estos experimentos neurológicos, el cerebro adolescente está en proceso de formación. Igual que un niño tiene la amígdala especialmente reactiva, puede ser que los adolescentes tengan más activas áreas del cerebro relacionadas con las recompensas y las pérdidas.
ResponderEliminarCristina, en efecto, hay una sobreexcitación de esas zonas cerebrales relacionadas con recompensas y pérdidas. Algo que influye sobre el comportamiento de chicos y chicas.
ResponderEliminarUn saludo