La publicación de los datos del informe PISA ha vuelto a generar un interesante debate acerca de la calidad de nuestro sistema educativo que, al igual que en evaluaciones anteriores, no sale demasiado bien parado al situarse por debajo de la media de los países de la OCDE. Y como suele suceder tras la publicación de los resultados, una gran parte de los análisis se centran en esta comparación entre países, para deducir a partir de algunas de las características de los modelos educativos de los países que se sitúan en la cabeza del ranking recetas para mejorar el nuestro.
Muchos de estos países bien situados, como Corea del Sur o Finlandia, tienen sistemas educativos que muestran algunos rasgos que no vendría mal importar, y que para nada indican que lo que estemos necesitando sea una vuelta a una escuela más tradicional. Por ejemplo, una mayor formación psico-pedagógica del profesorado, una menor exigencia de que el alumnado repita curso, una menor segregación en niveles según su rendimiento, una aprendizaje mucho más práctico y socio-constructivista, mucho apoyo a los alumnos y alumnas con dificultades, incluso por parte de sus compañeros más avanzados. Es decir, características que han sido criticadas frecuentemente por quienes con escasa especialización en un tema tan complejo como es la educación no muestran reparos para emitir de forma recurrente opiniones que tienen una importante repercusión mediática (ver aquí).
Pero los datos del informe PISA referidos a la comparación entre países, que son los que suelen tener mayor impacto, deben ser mirados con mucha cautela, ya que proceden de culturas muy diferentes en las que los estilos de vida o la ética ligada al trabajo se sitúan en las antípodas. ¿O tienen algo en común países asiáticos con una tradición budista o taoísta, con otros del norte o del sur de Europa –protestantes o calvinistas, los primeros, y católicos los segundos-? Y las recetas válidas en un contexto pueden resultar ineficaces en otros, que pueden alcanzar los mismos resultados con otro tipo de medidas. Así, mientras que algunos de los países que ocupan posiciones elevadas del ranking, como Finlandia, tienen una escuela fundamentalmente pública, en otros como Corea del Sur la educación privada es mayoritaria.
Más interés ofrece la letra pequeña de los resultados del informe PISA, que suelen pasar desapercibidos al público general. Como, ¿cuáles son las características de los centros que obtienen mejores resultados? ¿Qué variables son las que explican que las diferencias entre alumnos de un mismo centro sean mayores que las diferencias existentes entre centros o, incluso, entre países? Pero, sobre todo, qué relación guardan las puntuaciones obtenidas en las pruebas de lengua, matemáticas y ciencias con otros indicadores de ajuste personal, como la satisfacción vital o los problemas emocionales.
Este último aspecto resulta de especial relevancia, si tenemos en cuenta que Corea del Sur muestra unos elevados índices de suicidios entre los estudiantes de primaria y secundaria, que aumentaron casi en un 50% del 2008 al 2009, siendo las bajas calificaciones escolares una de las principales justificaciones. Ello no resulta sorprendente si tenemos en cuenta que el alumnado de este país asiático muestra unos elevados índices de competitividad y estrés, así como una gran infelicidad, con muchas horas dedicadas a las tareas escolares, y poco tiempo para dormir o jugar. Algo parecido podría decirse de Finlandia, que durante los últimos años ha liderado las estadísticas europeas en suicidios adolescentes.
Mejorar el rendimiento académico de nuestro alumnado es un objetivo muy loable para asegurar el avance social y tecnológico, pero ello no debe ser al coste de minar su salud y su equilibrio psicológico. Y es que una escuela que cumpla bien su función educadora debe velar por una formación integral de las nuevas generaciones, y no sólo por conseguir escalar posiciones en el ranking PISA.
Muchos de estos países bien situados, como Corea del Sur o Finlandia, tienen sistemas educativos que muestran algunos rasgos que no vendría mal importar, y que para nada indican que lo que estemos necesitando sea una vuelta a una escuela más tradicional. Por ejemplo, una mayor formación psico-pedagógica del profesorado, una menor exigencia de que el alumnado repita curso, una menor segregación en niveles según su rendimiento, una aprendizaje mucho más práctico y socio-constructivista, mucho apoyo a los alumnos y alumnas con dificultades, incluso por parte de sus compañeros más avanzados. Es decir, características que han sido criticadas frecuentemente por quienes con escasa especialización en un tema tan complejo como es la educación no muestran reparos para emitir de forma recurrente opiniones que tienen una importante repercusión mediática (ver aquí).
Pero los datos del informe PISA referidos a la comparación entre países, que son los que suelen tener mayor impacto, deben ser mirados con mucha cautela, ya que proceden de culturas muy diferentes en las que los estilos de vida o la ética ligada al trabajo se sitúan en las antípodas. ¿O tienen algo en común países asiáticos con una tradición budista o taoísta, con otros del norte o del sur de Europa –protestantes o calvinistas, los primeros, y católicos los segundos-? Y las recetas válidas en un contexto pueden resultar ineficaces en otros, que pueden alcanzar los mismos resultados con otro tipo de medidas. Así, mientras que algunos de los países que ocupan posiciones elevadas del ranking, como Finlandia, tienen una escuela fundamentalmente pública, en otros como Corea del Sur la educación privada es mayoritaria.
Más interés ofrece la letra pequeña de los resultados del informe PISA, que suelen pasar desapercibidos al público general. Como, ¿cuáles son las características de los centros que obtienen mejores resultados? ¿Qué variables son las que explican que las diferencias entre alumnos de un mismo centro sean mayores que las diferencias existentes entre centros o, incluso, entre países? Pero, sobre todo, qué relación guardan las puntuaciones obtenidas en las pruebas de lengua, matemáticas y ciencias con otros indicadores de ajuste personal, como la satisfacción vital o los problemas emocionales.
Este último aspecto resulta de especial relevancia, si tenemos en cuenta que Corea del Sur muestra unos elevados índices de suicidios entre los estudiantes de primaria y secundaria, que aumentaron casi en un 50% del 2008 al 2009, siendo las bajas calificaciones escolares una de las principales justificaciones. Ello no resulta sorprendente si tenemos en cuenta que el alumnado de este país asiático muestra unos elevados índices de competitividad y estrés, así como una gran infelicidad, con muchas horas dedicadas a las tareas escolares, y poco tiempo para dormir o jugar. Algo parecido podría decirse de Finlandia, que durante los últimos años ha liderado las estadísticas europeas en suicidios adolescentes.
Mejorar el rendimiento académico de nuestro alumnado es un objetivo muy loable para asegurar el avance social y tecnológico, pero ello no debe ser al coste de minar su salud y su equilibrio psicológico. Y es que una escuela que cumpla bien su función educadora debe velar por una formación integral de las nuevas generaciones, y no sólo por conseguir escalar posiciones en el ranking PISA.
Hoy mismo he leído un editorial del Períodico Escuela Española, del 2 de Diciembre y titulado : “PISA en el horizonte de la Prensa”, trata de prevenir a la ciudadanía en general sobre las noticias sensacionalistas y titulares alarmistas, del inadecuado tratamiento y uso partidista de los resultados que a lo largo de estos días y próximos meses leeremos en muchos diarios.
ResponderEliminarEstoy contigo Alfredo de que es necesario tener en cuenta los rasgos propios de esos sistemas educativos, sus culturas, y analizar la letra pequeña de estos informes.
Existen muchas variables que pueden explicar el alto nivel lector en Finlandia. Tres son las estructuras que contribuyen a estos buenos resultados: la familia, la escuela y su sistema sociocultural. Estos factores han sido publicados en la Tesis Doctoral del profesor Javier Melgarejo Draper. Abundante información sobre el tema se publicó en el número extraordinario de la Revista Educación sobre PISA 2006.
Tenemos que copiar lo bueno de ellos y sobretodo no caer en posturas derrotistas, analizando estos estudios desde un planteamiento profesional.
Ya estamos con la felicidad y la satisfacción, y todas esas pamplinas psicológicas. Lo que ha de hacer la escuela es preparar profesionales, sobre todo en aspectos tecnológicos, que hagan que nuestro país mejore de una vez.
ResponderEliminarTodo lo demás será perder el tiempo.
Los políticos mienten, la mayoría de los profesionales han tenido que irse de España, están formados tanto y mejor, que los europeos, la prueba es que no vuelven, porque aquí no hay trabajo, y el Estado en vez de crear trabajo, echa la culpa a la educación...y algunos los creen...
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