Que las emociones positivas
influyen sobre la salud y el bienestar deja poco lugar a la discusión. Por si la revisión de Chida y Steptoe (2008),
en la que revisaron setenta estudios que analizaban la relación entre optimismo
y salud, dejaba algunas dudas, el trabajo de Karina Davidson contribuyó a
despejarlas definitivamente. El estudio de esta investigadora de la Universidad
de Columbia, en el que siguió durante una
década a más de 1700 personas residentes en Nueva Escocia , encontró que
quienes mostraban una mayor tendencia a expresar emociones positivas
presentaron 10 años después una mejor salud cardiovascular. Los mecanismos por
los que tiene lugar esa influencia han sido explicados por el neuropsicólogo
Richard J. Davidson (ver aquí).
Ello no quiere decir que los estados emocionales positivos
no puedan ser contraproducentes en algunas ocasiones. Así, por ejemplo, un
optimismo exagerado puede llevarnos a tomar algunas decisiones incorrectas al
ignorar los obstáculos que se interponen en nuestro camino y elegir una vía
demasiado directa hacia nuestro objetivo por confiar demasiado en nuestras
posibilidades. En una entrada anterior me he referido a los inconvenientes que
puede acarrear una autoestima alta o inflada (ver aquí).
El interés de la Psicología Positiva por las emociones
positivas no ha supuesto que se haya
desinteresado de las negativas. Pero no
para suprimirlas o anularlas después de convertirlas en patologías, como ha
sido lo usual en la psicología tradicional. Muy al contrario, desde este
enfoque psicológico se ha resaltado el valor adaptativo de muchas emociones
negativas ¿Cómo si no se podría justificar que se hubiesen mantenido a lo largo
de la evolución de nuestra especie?
Pensemos, por ejemplo, que una cierta tristeza o melancolía puede
llevarnos a un razonamiento más preciso y analítico y a una memoria más
objetiva. En este sentido son muy
interesantes los trabajos del profesor de psicología de Princeton y premio
Nobel de Economía, Daniel Kahneman que revelan como una excesiva confianza
pueden inducirnos un pensamiento intuitivo arriesgado e impreciso en muchas
situaciones que requieren de mucha cautela. Igualmente, la insatisfacción o la
baja autoestima pueden ayudarnos a mejorar al darnos la motivación para romper
con situaciones de infelicidad e introducir algunos cambios en nuestras vidas.
Y aunque el optimismo suponga un claro activo personal, en ciertas situaciones
un ligero pesimismo no crónico puede resultar una actitud defensiva de mucha
utilidad. Así, algunos estudios indican que las personas pesimistas y
desconfiadas son más sensibles a las amenazas potenciales y a la detección de
posibles engaños.
Por lo tanto, aunque la Psicología Positiva haya puesto más
el énfasis en las emociones positivas que en las negativas, no ha descuidado el
interés por éstas últimas. Buscar las satisfacción y la felicidad no debe
llevarnos a considerar que somos incompetentes y fracasados cuando nos asaltan
la tristeza y la insatisfacción. Como apunta Francisco Brines en unos versos
del "Otoño de las rosas", el dolor y la dicha son las dos caras de una
misma moneda.
¿Y cómo devolver sus diferencias
al dolor y a la dicha,
y ser los dos amados por igual,
pues completan los dos el sabor encendido de la vida?
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