miércoles, 24 de diciembre de 2008

Agresión reactiva, cerebro y adolescencia


La conducta agresiva y antisocial dirigida a nuestro congéneres genera un gran rechazo y en muchas ocasiones nos sorprende por su violencia injustificada. Sin embargo, se trata de un comportamiento con una base instintiva que ha tenido un claro valor adaptativo a lo largo de la evolución de la especie humana. Si para Freud el instinto de agresión se oponía de forma clara al instinto erótico o de vida, para etólogos como Konrad Lorenz la agresión tenía un evidente sentido utilitario, pues cumplía funciones esenciales para la supervivencia del individuo y de la especie. Por ello, no es sorprendente que la conducta agresiva tenga unas bases neurobiológicas bien definidas.

Aunque existen numerosas clasificaciones de la agresión, una de las más utilizadas es aquella que considera dos tipos de agresión la agresión reactiva y la instrumental. En este post nos referiremos a la primera, que es la agresión provocada por un suceso frustrante o amenazante y que implica un ataque furioso y no planificado sobre el objeto que se percibe como fuente de la frustración. Suele ir acompañada de ira y tener una alta carga emocional, por lo que se la considera como agresión caliente (hot).

Hoy día de dispone de muchos estudios con animales y con humanos, que mediante la utilización de diversas técnicas de neuroimagen(PET, fMRI) han aportado mucha información sobre las mecanismos cerebrales implicados en la agresión reactiva. Sin duda, el papel estelar le corresponde al sistema básico de amenaza (basic threat system) conformado por estructuras cerebrales entre las que destaca la amígdala. En sujetos normales, este circuito se activa en situaciones claramente amenazantes en las que la integridad personal está en peligro, por lo que se considera un mecanismo que facilita la supervivencia del individuo. Sin embargo, en otros sujetos, como quienes padecen el síndrome de estrés post-traumático, este sistema se muestra hiperexcitable, de forma que ante algunos estímulos, que dejarían fríos a la mayoría de personas, quienes padecen este trastorno reaccionan con una violencia desproporcionada. Tanto un acontecimiento traumático ocasional como una situación de estrés crónico, por ejemplo el rechazo materno, generan cambios estructurales permanentes en el cerebro que llevan a una mayor responsividad de la amígdala, y a un mayor riesgo de reaccionar de forma agresiva.

Los estudios con neuroimagen también han encontrado, no sólo en los sujetos con estrés postraumático sino también en quienes padecen trastornos explosivos intermitentes o trastornos bipolares, una menor respuesta en la corteza prefrontal (órbitofrontal y medial) ante narraciones o estímulos relacionados con situaciones traumáticas. Esto parece indicar que las regiones prefrontales implicadas en la regulación del sistema de amenaza se muestran disfuncionales en estas personas. Por lo tanto, la mayor agresión reactiva mostrada por algunos individuos sería debida del mecanismo conjunto de una mayor activación del circuito básico de amenaza y un déficit en la regulación prefrontal de las emociones generadas en situaciones amenazantes.

Se trata de un desequilibrio entre circuitos cerebrales, uno excitatorio y otro autoregulador, que nos recuerda bastante al desequilibrio que generaba la implicación de los adolescentes en las conductas de asunción de riesgos (ver aquí). Aunque en este caso no parece que los cambios hormonales de la pubertad generen una mayor excitabilidad del sistema de amenaza, sí vamos a encontrar un cierto déficit en la capacidad para controlar las emociones durante los años de la adolescencia, en los que aún no se ha completado la maduración de la corteza prefontal. Ello podría explicar la mayor prevalencia de la agresividad reactiva durante esta etapa.

Podríamos preguntarnos si ocurre lo mismo con la agresión instrumental. Pero ese será un asunto a tratar en otro post.
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Howard Zinn cuestiona la naturaleza agresiva del ser humano en el siguiente video.



3 comentarios:

  1. Parece que utilizas la famosa distincion de R. J. Blair entre "agresion reactiva" (una expresion de agresion resultante de la frustacion) y "agresion instrumental" (una expresion de la agresion dirigida hacia un beneficio) que estan asociadas a sistemas neurocognitivos diferenciados.

    La pirmera de ellas basada en sistemas subcorticales y la segunda en la corteza prefrontal.

    Esta distincion es elegantisima y si que creo que la agresion sea un "instinto" dado que mediante ella se obtienen de forma mas rapida recursos para el exito reproductivo (ya sea acceso a parejas o bienes)auqnue con consecuencias negativas a largo plazo para el individuo que solo utiliza la agresion.

    Ese equilibrio entre las funciones ejecutivas de control situada en la corteza prefrontal y el sistema limbico mas espontaneo y automatico es importantisimo y el "brain training" (si es que lo podemos llamar asi pero no confundir con esos juegos de la cultura pop)es el que puede llevarnos a una sociedad mas harmonica.

    El neuroceintifico social Kevin Ochsner se ha dedicado a investigar el proceso por el cual la corteza prefrontal reexamina y reevalua nuestras emociones atemperandolas.

    Un concepto que llama "reappraisal" que no sé si puede tener su reflejo en terapias comportamentales-cognitivas para adolescentes con problemas de comportameinto agresivo.

    Como siempre un post interesante.

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  2. Siempre que oigo hablar de agresión reactiva me viene a la cabeza la situación de castigo, por ser una situación altamente frustrante que puede generar respuestas agresivas. Por otra parte, si este tipo de agresión resulta de la frustración, me pregunto si se podría relacionar con las rabietas que muestran los niños pequeños en este tipo de situaciones, ya que en cierto modo son reacciones agresivas.
    Por último tengo una pregunta más, y es si un entrenamiento en el afrontamiento de la frustración beneficiaría a las personas que tienden a reaccionar agresivamente en este tipo de situaciones.

    Por cierto, me ha gustado mucho tu blog, enhorabuena.

    ¡Saludos y feliz Navidad!

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  3. Cada vez sabemos más cosas acerca de las bases neurobiológicas de la agresión. Ese conocimiento puede ayudarnos a diseñar estrategias de intervención mejor enfocadas. Un elemento fundamental de esas terapias, como apuntáis en vuestros comentarios, es el control de las emociones, por ejemplo, aumentando la tolerancia a la frustración.

    Esas rabietas de los niños cuando no pueden conseguir algo son situaciones con un claro potencial educativo para que el niño vaya desarrollando el control de sus emociones. Si se les evita toda frustración estaremos creando un claro problema a ese menor.
    También es importante prevenir, evitando que los menores pasen por situaciones traumáticas -como el rechazo parental- que favorezcan la hiperactivación del sistema de amenaza.
    En fin aún queda mucho por hacer.

    Un saludo

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