El desarrollo personal presenta cierta continuidad a lo largo de la vida de muchas personas, especialmente una vez concluida la adolescencia. Sin embargo, en ocasiones se presentan acontecimientos que pueden llegar a cambiar la trayectoria evolutiva de grupos de individuos. Se trata de momentos decisivos (turning points) que implican un cambio en el rumbo vital, y que son originados por circunstancias sociales externas. El término “turning point” fue utilizado por primera vez por Glen Elder en 1986 para referirse al impacto positivo que el ingreso en el ejército norteamericano tuvo para muchos jóvenes que habían sido “niños de la Gran Depresión”. En el estudio longitudinal que llevó a cabo en California con niños y niñas de familias desfavorecidas que durante los años 30 se habían visto fuertemente azotadas por la crisis económica que asoló el país, Elder encontró que la mayoría de estos niños se convirtieron en adultos problemáticos y fracasados (drogas, conductas antisociales, conflictos familiares, desempleo…) a causa de las múltiples privaciones que rodearon sus vidas. Sin embargo, hubo un grupo de chicos que burlaron ese destino fatal: fueron aquellos que se incorporaron voluntariamente a las filas del ejército de su país en el momento en que inició la guerra de Corea.
Adivino un expresión de sorpresa e incredulidad en algunos lectores, pero así fue. Y es que aunque pueda resultar paradójico, la estancia en el ejército apartó a estos jóvenes de un contexto familiar y social muy desfavorecido y con una gran escasez de oportunidades y recursos. En cambio, les permitió aplazar algunas decisiones importantes, como la de formar una familia, y les abrió la puerta a nuevas oportunidades, como la de adquirir una formación profesional que les resultó de gran utilidad cuando más adelante se incorporaron al mundo civil. En definitiva, esta experiencia tuvo unos efectos muy positivos para la vida de estos adultos que supieron hacer un regate al destino privaciones que les esperaba.
Este concepto de “turning point” puede aplicarse a distintas situaciones, y no siempre el cambio de trayectoria vital es para mejor, como describo a continuación.
En nuestro país la transición entre el siglo XX y el XXI se caracterizó por una cierta bonanza económica y por una gran demanda de mano de obra en algunos sectores, como la construcción. No resultó extraño que muchos jóvenes abandonasen sus estudios prematuramente atraídos por el “canto de sirenas” que suponía disponer a final de mes de un buen sueldo con el que mejorar sustancialmente su nivel de vida. Sin embargo, tras algunos años de buen vivir, estos jóvenes con escasa formación vieron como su vida cambiaba drásticamente cuando perdieron sus empleos a causa de la crisis económica que afectó fuertemente a la construcción. Sin empleo y sin formación, a estos adultos jóvenes no les aguarda un futuro muy prometedor, pues su prematuro abandono de los estudios les coloca en una posición de extrema vulnerabilidad para acceder a un mercado de trabajo en horas muy bajas. No obstante, espero ser un mal profeta, y que mi vaticinio sea tan inexacto como las predicciones de Nostradamus.
Adivino un expresión de sorpresa e incredulidad en algunos lectores, pero así fue. Y es que aunque pueda resultar paradójico, la estancia en el ejército apartó a estos jóvenes de un contexto familiar y social muy desfavorecido y con una gran escasez de oportunidades y recursos. En cambio, les permitió aplazar algunas decisiones importantes, como la de formar una familia, y les abrió la puerta a nuevas oportunidades, como la de adquirir una formación profesional que les resultó de gran utilidad cuando más adelante se incorporaron al mundo civil. En definitiva, esta experiencia tuvo unos efectos muy positivos para la vida de estos adultos que supieron hacer un regate al destino privaciones que les esperaba.
Este concepto de “turning point” puede aplicarse a distintas situaciones, y no siempre el cambio de trayectoria vital es para mejor, como describo a continuación.
En nuestro país la transición entre el siglo XX y el XXI se caracterizó por una cierta bonanza económica y por una gran demanda de mano de obra en algunos sectores, como la construcción. No resultó extraño que muchos jóvenes abandonasen sus estudios prematuramente atraídos por el “canto de sirenas” que suponía disponer a final de mes de un buen sueldo con el que mejorar sustancialmente su nivel de vida. Sin embargo, tras algunos años de buen vivir, estos jóvenes con escasa formación vieron como su vida cambiaba drásticamente cuando perdieron sus empleos a causa de la crisis económica que afectó fuertemente a la construcción. Sin empleo y sin formación, a estos adultos jóvenes no les aguarda un futuro muy prometedor, pues su prematuro abandono de los estudios les coloca en una posición de extrema vulnerabilidad para acceder a un mercado de trabajo en horas muy bajas. No obstante, espero ser un mal profeta, y que mi vaticinio sea tan inexacto como las predicciones de Nostradamus.
Totalmente de acuerdo con este interesante mensaje. El caso del ejército me recuerda el de la prisión. Las cárceles han salvado la vida a no pocas personas que llegaron a ella en un estado realmente lamentable y, pasados seis meses, se habían convertido en individuos saludables y disciplinados. En cuanto a la relevancia de la formación para enfrentarse con garantías a las exigencias del siglo XXI, no hay duda de que lo que comentas es más que apropiado. Sin embargo, habría que matizar la 'naturaleza' de esa formación. La versatilidad, desgraciadamente, no está al alcance de todos. Ese hecho puede pasarse por alto, pero resultaría verdaderamente peligroso. Saludos, Roberto
ResponderEliminarLa formación académica está muy sobrevalorada. Teniendo en cuenta que en el modelo educativo ha primado como objetivo, la consecución del “título” más que el aprendizaje de competencias, yo no me fío mucho que las personas que llevan en la mochila un título universitario, sean más productivas que una persona inquieta y con ganas de aprender que no posea titulación. En mi opinión las empresas van a tener que cambiar el modelo de selección de personal ya que bajo el paraguas de un titulo están entrando personas que no aportan valor a las empresas. Me dedico a los recursos humanos en una empresa en la que trabajamos 50 personas y me he sorprendido de cómo dando la oportunidad jóvenes, con escasa titulación pero buena actitud hacia el trabajo, hemos conseguido profesionales con una gran motivación e implicación. Probablemente no sea una buena afirmación pero creo que para ir a la universidad siempre estas a tiempo, yo estudié psicología en la UNED a los 30 años, sobre todo cuando sabes lo que quieres aprender. Me parece más peligroso el problema de la falta de motivación que encuentro entre los jóvenes indistintamente de si son universitarios o no.
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