viernes, 31 de octubre de 2008

Madres y Padres de adolescentes: autoritarios, democráticos...


Resulta más que evidente que hay muchos tipos de madres y padres. Basta pensar en personas de nuestro círculo próximo y encontraremos una gran diversidad: afectuosos, estrictos, pasotas, sobreprotectores, desorientados, despistados, razonables, etc. El listado podría ser interminable, no obstante, los psicólogos venimos usando desde hace algún tiempo una tipología que ha tenido bastante aceptación: democráticos, autoritarios, permisivos e indiferentes. Después de varias décadas de estudios sobre este tema, la evidencia empírica apoya claramente la idea de que uno de estos cuatro estilos parentales de crianza favorece el desarrollo y el ajuste de los hijos más que los otros. Como ustedes ya habrán imaginado, se trata del estilo democrático, etiqueta que reservamos a aquellos padres que son cariñosos, muestran su apoyo al menor, supervisan y ponen límites a su comportamiento y promueven su autonomía. La importancia del estilo parental para el desarrollo y el ajuste de los hijos no se limita a la infancia, ya que durante la adolescencia, especialmente en su primera etapa, la influencia de los padres sigue siendo muy acusada.

Es cierto que no faltan críticos a esta influencia, y autores como Judith Harris y Steve Pinker la han negado insistentemente, otorgando a los padres una escasa capacidad para influir sobre sus hijos. No obstante, y aunque algunos rasgos de la personalidad infantil parecen tener una importante influencia genética, hoy por hoy los resultados de la investigación son concluyentes e indican que el estilo parental va a determinar en gran medida el ajuste y el comportamiento de niños y adolescentes (aquí). Así, podemos decir que mientras que el estilo democrático suele tener como consecuencia chicos y chicas más ajustados y felices, los hijos de padres autoritarios –mucho control y poco afecto y promoción de autonomía- suelen desarrollar problemas emocionales y tener baja autoestima, y los de padres permisivos –mucho afecto y poco control- problemas comportamentales. Sin ninguna duda, la situación más desfavorable es la de los niños y adolescentes con padres indiferentes, que ni controlan ni proporcionan apoyo y afecto.


Durante la infancia, no resulta fácil evaluar el estilo parental, ya que el método más utilizado en la investigación, el cuestionario o entrevista a los padres, se ve demasiado afectado por la deseabilidad social, y la mayoría de padres y madres responden tratando de dar una imagen muy favorable de sí mismos: todos son superdemocráticos. La observación del estilo parental tampoco está libre de problemas metodológicos.
En cambio, durante la adolescencia la cosa es menos complicada, ya que la mayor madurez de los menores permite que sean ellos mismos quienes proporcionen la información acerca de los estilos educativos de sus padres.

La mayoría de cuestionarios existentes suelen evaluar las dos dimensiones fundamentales del estilo parental: el afecto y el control. Sin embargo, existen otras dimensiones que también es preciso tener en cuenta a la hora de definir el estilo de padres y madres. Con la finalidad de superar ese inconveniente hemos elaborado un cuestionario fácil de aplicar a adolescentes para que ellos mismos valoren 6 dimensiones del estilo de sus padres: afecto, control conductual, control psicológico, promoción de autonomía, revelancia y humor. El cuestionario ha mostrado una buena validez y las dimensiones consideradas se relacionaron de forma significativa con diversos indicadores del ajuste emocional y comportamental de los adolescentes que lo cumplimentaron.
En siguientes entradas seguiremos tratando el tema de los estilos parentales. Si te interesa el cuestionario mira aquí.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Los kilos de más son cosa de los genes y el cerebro


Ya tenemos un nuevo chivo expiatorio sobre el que cargar las culpas del sobrepeso. Si hasta hace poco el metabolismo se llevaba la palma (“yo no como casi nada y fíjate como estoy”), ahora el estriado dorsal (núcleo caudado y putamen) y el alelo A1 del gen Taql asumen los papeles estelares de la excesiva acumulación de grasa que afecta a muchas personas. A ese gen ya se le venía siguiendo la pista, puesto que algunos estudios previos indicaban que los portadores de, al menos, un alelo A1 mostraban un 30%-40% menos de receptores de dopamina en el estriado dorsal. Y es que tanto ese neurotransmisor como el núcleo caudado están implicados en la sensación de placer o recompensa generada por la ingesta de comida.

Aunque los estudios con gemelos ya habían sugerido que los factores biológicos y genéticos estaban relacionados con el desarrollo de la obesidad, los resultados de un estudio que acaba de publicar Science han aportado nuevas evidencias sobre esta relación y, más concretamente, sobre los genes y las estructuras cerebrales implicadas en el sobrepeso. El estudio analizó, mediante técnicas de resonancia magnética funcional, la activación del estriado dorsal en dos muestras de mujeres de edades comprendidas entre los 14 y los 22 años, ante la visión y la ingesta de batido de chocolate. El estudio aportó algunos datos interesantes, como que aquellas chicas con mayor índice de masa corporal (IMC) mostraron una menor activación en el núcleo caudado ante la ingesta del batido. Pero además se observó un interesante efecto de interacción, ya que entre aquellas chicas portadoras del alelo A1 la menor activación de caudado se asociaba a un mayor IMC, y a una mayor ganancia de peso en los 12 meses siguientes. Entre quienes no portaban ese alelo la relación era más débil, o no significativa. Incluso se observó la relación contraria entre activación del caudado y ganancia de peso: a más activación más ganancia (este efecto de interacción merece ser destacado ya que no ha sido mencionado en algunos reportajes periodísticos que han recogido los resultados del estudio -ver aquí- aunque tampoco los autores del estudio han querido resaltarlo).

Los resultados vienen a indicar que el estriado dorsal es menos responsivo a la ingesta de comida en personas con sobrepeso que en personas delgadas, especialmente entre chicas con la versión A1 del gen Taql, probablemente debido a un menor número de receptores dopaminérgicos. Esto supone que estas chicas sentirían una menor sensación de placer ante la ingesta, en este caso de chocolate, que les llevaría a compensar ese déficit de activación consumiendo mayores cantidades para conseguir la misma recompensa.

La verdad es que, a primera vista, este resultado choca: pensar que se come más porque se siente menos placer haciéndolo no resulta fácil de aceptar. Sin embargo, el dato está en consonancia con la tesis de que el déficit de activación en el núcleo accumbens (otra estructura cerebral que forma parte del circuito de placer o recompensa), que se produce durante la pubertad, es el responsable de la mayor implicación de los adolescentes en conductas de riesgo, como los juegos de azar o el consumo de sustancias (ver aquí). Es decir, la idea es la misma: la mayor implicación en riesgos, o la mayor ingesta de comida, serían una manera de compensar el déficit de activación dopaminérgico, en un caso en el ventral estriado y en el otro en el dorsal estriado.

Aunque esto podría considerarse como un apoyo a la tesis del déficit y la compensación, yo tengo mis dudas, ya que algunos estudios recientes acerca del papel del circuito de recompensa en las conductas de asunción de riesgos de los adolescentes indican precisamente lo contrario, una mayor activación o excitación del ventral estriado en la adolescencia que, unida a la menor maduración de la corteza prefrontal, llevaría a más conductas de riesgos. Así que, volviendo a los resultados del estudio publicado por Science, quiero insistir en el hallazgo de que entre los sujetos no portadores del alelo A1 (la mayoría) no se observó esa relación significativa entre menor activación del caudado y ganancia de peso, sino, más bien todo lo contrario. Por otra parte, la muestra estuvo compuesta sólo por mujeres, la mayor parte de ellas adolescentes. Por lo tanto, el debate sigue abierto.

domingo, 26 de octubre de 2008

Adolescencia dramática



En entradas anteriores como ésta y también ésta, me he referido a la visión dramática y negativa de la adolescencia que predomina en nuestra sociedad. Con frecuencia se presenta a los jóvenes como rebeldes, conflictivos, problemáticos, promiscuos, consumidores de drogas, inestables, etc. Como puede verse en el gráfico, correspondiente a un estudio en el que analizamos las noticias sobre adolescentes aparecidas en dos periódicos de tirada nacional, la mayor parte de las noticias están centradas en comportamientos problemáticos y antisociales, siendo escaso el número de noticias que ofrecen una visión favorable. Aunque la imagen del ABC es más negativa, la que presenta El País no le va a la zaga.
Podríamos encontrar en los medios de comunicación un excelente chivo expiatorio sobre el que descargar las culpas de la creación de ese estereotipo tan dramático. Sin embargo, creo que eso sería echar balones fuera y no reconocer la parte de culpa que nos corresponde a psicólogos y educadores. Así, conviene recordar que los primeros planteamientos teóricos acerca de la psicología de esta etapa evolutiva no fueron precisamente de color de rosa. Tal vez porque sus autores se basaron es casos clínicos, que suponían una muestra poco representativa de adolescentes, no hicieron otra cosa que alimentar es imagen problemática y descontrolada. Podríamos pensar que la cosa ha cambiado mucho, pero yo no estaría tan seguro. O si no, échenle un vistazo a las portadas de libros que he recopilado después de un rastreo por la red. Parece que la visión sensacionalista no sólo contribuye a vender periódicos, también los libros de ayuda para padres de adolescentes se colocan mejor aludiendo a las múltiples peligros que acechan a padres e hijos.


































































































Un verdadero horror, verdad. No es extraño que a aquellos padres y madres con hijos que se acercan a la adolescencia empiecen a temblarles las piernas y esperen lo peor. Lo malo es que a veces cuando se espera algo malo la profecía termina cumpliéndose.


jueves, 23 de octubre de 2008

Educación sexual en positivo



Hoy, día 23 de octubre, se celebra en el Reino Unido el día de la educación sexual, por lo que el ministro de educación, Jim Knight, ha aprovechado la onomástica para anunciar que esta formación será obligatoria en todas las escuelas estatales del país. Según ha anunciado el ministro, la educación sexual comenzará a los 5 años, sus contenidos no se limitarán a fisiología, reproducción o riesgos, ya que también se incluirán temas relacionados con los sentimientos y las relaciones afectivas, y se impartirá junto a contenidos relativos a las drogas y los estilos de vida saludables. Tal vez el hecho de que Inglaterra presente el índice de embarazos adolescentes más alto de Europa haya contribuido a este cambio legislativo.

La medida incluye dos aspectos que me parecen muy positivos, el primero, su precoz comienzo, algo recomendado por la mayoría de expertos. El segundo, que no se limite a informar sobre la prevención de embarazos y de enfermedades de transmisión sexual.

Aunque en nuestro país se vienen impartiendo clases sobre sexualidad desde hace algunos años, con más frecuencia de la deseada estas clases comienzan demasiado tarde y están exclusivamente centradas en los riesgos asociados a la práctica sexual. Tarde porque los niños ya tienen deseos y conductas sexuales, aunque éste sea aún un tema tabú que cuesta reconocer. Esta completa negación de la realidad de la sexualidad infantil supone que nos encontremos ante un campo totalmente desconocido y virgen a la investigación, ya que, aunque muchos expertos reconozcan que los niños y niñas prepúberes experimentan sentimientos sexuales y se inician en la exploración y estimulación sexual, hay una fuerte presión cultural que hace casi imposible el estudio empírico de estas manifestaciones. Así, desconocemos prácticamente todo lo relativo a la sexualidad infantil y erróneamente consideramos la pubertad como el punto de partida de la conducta sexual.



Además, lo usual es que la educación sexual se limite a clases esporádicas en las que se exponen algunos conceptos relacionados con la fisiología y la prevención de los embarazos no deseados. Esto no debe extrañarnos, ya que llevamos mucho tiempo alertando sobre los riesgos asociados a la sexualidad adolescente y considerándola como una actividad intrínseca y uniformemente peligrosa: cuánto menos y más tarde mejor, podría ser el lema a seguir. Sin embargo, no necesariamente tiene que ser así, y sirva como botón de muestra el siguiente ejemplo.

Hace años que coordino una investigación longitudinal sobre el desarrollo adolescente en la que hemos seguido a un grupo de chicos y chicas desde los 13 hasta los 22 años. En el estudio hemos recogido algunos datos sobre conducta sexual a lo largo de este periodo para relacionarlos con otros comportamientos e indicadores. Uno de los resultados más interesantes fue que aquellos chicos y chicas que en la adolescencia temprana habían tenido alguna experiencia sexual –no necesariamente el coito- fueron quienes al final de la adolescencia se mostraron más ajustados psicológicamente, con menos síntomas depresivos y psicosomáticos y con una autoestima más alta. Es evidente que se trata de una relación lógica y esperable, pero que puede sorprendernos en un primer momento. La razón de esta sospresa es que estamos demasiado obsesionados con demorar la iniciación sexual y con etiquetar a quienes aún no se han iniciado como “sobrevivientes”, por haber resistido heroicamente las tentaciones de la gratificación sexual y sus peligrosas repercusiones. Tanto énfasis en lo negativo y en la prevención de los riesgos nos ha llevado a olvidar que la sexualidad es una necesidad humana básica y una fuente de placer y satisfacción. Ya va siendo hora de huir de esa patologización de la sexualidad, reconocer sus beneficios e incluir en la educación sexual contenidos referidos a los deseos, sentimientos, actitudes y comportamientos sexuales que vayan más allá de la mera enumeración de los riesgos y presenten la sexualidad como un aspecto esencial del desarrollo humano. Los investigadores también deberíamos cambiar el chip y dejar de recoger más y más datos acerca de conducta sexual y contraceptiva y mostrarnos más ambiciosos en nuestros estudios. Aunque no sé yo si la Administración estará interesada en financiar o promover otra cosa que no sea la reducción o prevención de la sexualidad adolescente.


martes, 21 de octubre de 2008

El rey destronado: El declive de la superioridad masculina


¡Quien te ha visto y quien te ve! Podríamos decir ante la imagen del varón, el otrora cabeza de familia, inventor, artista, científico o estadista, que hoy se está viendo relegado por la mujer a un lugar secundario. La universidad, la sanidad, la educación, las artes o el derecho, cada vez es mayor el número de campos en los que la presencia femenina comienza a superar a la masculina, y de seguir así pronto los varones nos veremos relegados a profesiones en las que la fuerza de nuestros brazos sea el único requisito. Tendremos que requerir una discriminación positiva a nuestro favor.

Algún lector avispado estará pensando que aún nos quedan las matemáticas, que ahí no hay fémina que nos aventaje. Pues no está tan claro el asunto. Aunque está muy extendida la idea de que los chicos superan a las chicas en esta área del saber, un reciente estudio publicado en Science ha arrojado serias dudas sobre el estereotipo de la superioridad masculina. El estudio dirigido por la profesora Janet Hyde, en 10 estados de EEUU, sobre 7 millones de alumnos de primaria y secundaria no halló diferencias de género claras ya que en algunos estados los chicos obtuvieron puntuaciones más altas mientras que en otros dominaron las chicas.

Algunos escépticos pensarán que es posible que la investigación no encuentre diferencias en las medias de chicos y chicas pero que esas medidas de tendencia central pueden ocultar algunas diferencias, como por ejemplo que sea mayor el porcentaje de chicos que se sitúan en el extremo superior de la distribución. Es decir, en las niñas habría una menor dispersión de puntuaciones, de forma que no encontraríamos alumnas malas pero tampoco alumnas brillantes, mientras que entre los varones hallaríamos chicos con puntuaciones muy bajas (claro es que son unos vagos y no son tan aplicados como ellas), pero también otros con un gran talento matemático. Pues parece que aquí tampoco aparecieron diferencias dignas de mención. El debate no está en absoluto cerrado ya que algunos estudios sí que han hallado un mayor número de varones entre estos alumnos brillantes en matemáticas. De hecho parece que en geometría sí se situarían los chicos por delante de las chicas, pero no en aritmética.


Estos datos son relevantes porque apoyan el papel de la influencia del contexto o de la socialización en la capacidad para las matemáticas, y por extensión para las ciencias. Si las diferencias de género hasta hace poco eran claramente favorables a los hombres, es de suponer que han sido los cambios sociales en los estereotipos de género los que han causado este reequilibrio, por lo que las pretendidas influencias genéticas no serían tan determinantes del desempeño matemático como cabía suponer. De hecho otro estudio reciente (Halpern, 2007) ha encontrado que dicho desempeño obedece a la combinación de una serie de factores biológicos, culturales y educativos, sin que los primeros tengan una mayor peso.

Es muy probable que los estereotipos acerca de la supuesta incompetencia femenina para las matemáticas hayan actuado a modo de profecía que termina cumpliéndose, y que una vez superados como consecuencia del cambio social las chicas puedan afrontar con expectativas de éxito carreras y áreas de conocimiento que hasta ayer eran un terreno vedado. Pero, podríamos preguntarnos ¿no ocurrirá lo mismo con otros campos en los que los varones damos por hecho la superioridad femenina? No serán esos prejuicios los que están lastrando la competencia y el rendimiento masculino en todo lo relacionado con, por ejemplo, la inteligencia emocional y social.
En "La lógica del titiritero" encontraréis una entrada sobre este tema.


sábado, 18 de octubre de 2008

Mamá, papá, soy gay: la aceptación de la orientación homosexual


No, no es una declaración personal. Es el título de un libro de Ritch Savin-Williams, uno de los mayores expertos en el estudio de la construcción de la identidad homosexual, basado en muchos testimonios de adolescentes acerca de sus experiencias a la hora de asumir su orientación homosexual. La entrada viene a cuento porque a raíz de la anterior, dedicada a las familias homoparentales, algunos comentarios han hecho referencia al estigma que muchos de esos niños y niñas tendrán que vivir, sobre todo durante la adolescencia. Este rechazo por parte de los iguales también suele darse hacia chicos gays y chicas lesbianas.

Es evidente que la sociedad actual es mucho menos homófoba que la de hace 20 ó 30 años, y que hoy día es mucho más fácil “salir del armario” que entonces. Sin embargo, nos equivocaríamos si pensáramos que la asunción de una orientación homosexual por parte de chicos o chicas adolescentes es un proceso libre de problemas. En la actualidad la mayoría de adolescentes que empiezan a tomar conciencia de que son “diferentes” sufren bastante durante este proceso. Las razones de este sufrimiento emocional son variadas pero podríamos mencionar algunas.

El primer motivo es la homofobia que existe en nuestra sociedad, que hace que estos adolescentes sientan el desprecio y rechazo de amigos y familiares en sus propias carnes. Y es que, a diferencia de otros prejuicios, la homofobia está dirigida hacia una minoría invisible, lo que hace con que frecuencia chistes o comentarios despectivos sean proferidos en presencia de personas cuya orientación sexual se desconoce, pero que pueden ser gays o lesbianas. Cuando se trata de adolescentes que aún están construyendo su identidad personal, y que pueden tener muchas dudas e inseguridades, estas burlas suelen hacer mucho daño.

Además, la definición de una orientación homosexual suele ser algo inesperado que coge por sorpresa al adolescente, ya que lo usual es que el chico espere enamorarse o sentirse atraído por una chica y viceversa -ni cuentos ni películas infantiles muestran personajes que sean gays o lesbianas-; cuando esas expectativas no se cumplen, la perplejidad y el desconcierto están asegurados. Es cierto que la atracción hacia personas del mismo sexo es relativamente frecuente en la adolescencia temprana, y que en bastantes casos será una fase pasajera que desembocará en una heterosexualidad más o menos definida; sin embargo, otros adolescentes empezarán a preocuparse cuando noten que esos deseos no sólo no desaparecen sino que se intensifican.


En esos casos, estos chicos o chicas van a carecer de modelos de comportamiento que seguir. Qué hará un adolescente de 16 años que se siente atraído por un compañero. ¿ qué hacer, cómo actuar, qué decir? La falta de referentes es mucho mayor que en el caso de sujetos heterosexuales, aunque afortunadamente cada vez es mayor el número de películas, series y novelas que tocan este tema de forma abierta y desprejuiciada, y ofrecen modelos a imitar. No obstante, cuando se trata de productos para niños se mantiene el tabú: nos sorprendería mucho que Harry Potter o Manolito el Gafotas besaran a otro chico.

Quiero terminar esta entrada refiriéndome a algunos factores que pueden contribuir a normalizar este proceso y a evitar el sufrimiento de muchos adolescentes. Sin ninguna duda, lo más importante es combatir la homofobia en todos los contextos en los que se manifiesta, en la familia, en la escuela y en los medios de comunicación. Ofrecer modelos públicos también contribuiría favorablemente; en este sentido, no sólo los personajes de ficción, sino también el modelo que ofrecen algunas figuras públicas que han reconocido públicamente su condición de homosexual constituyen un ejemplo para muchos jóvenes de que se puede ser una persona valiosa y respetada siendo gay o lesbiana. Aunque se trata de un tema controvertido, y por supuesto una opción totalmente personal, creo que cuando un actor, un político, un escritor, un científico o un músico aparecen en la portada de Zero, contribuyen con su valiente gesto a esa normalización. ¿Para cuándo un futbolista saliendo del armario?


miércoles, 15 de octubre de 2008

Familias homoparentales

Tengo que admitirlo, me costó trabajo reconocerlo. No es que yo sea un carca o un homófobo. Para nada. Pero es que eso de que los niños que se crían en familias homoparentales, constituidas en su mayoría por lesbianas, no tengan más problemas que quienes viven con su papá y su mamá contradecía uno de los mitos más asentados de la psicología –¿o sería mejor decir más rancios?-, la de que los niños necesitan la figura de un varón en casa. O no recuerdan ustedes aquella idea freudiana de que mediante la identificación con el padre el niño conseguía superar el complejo de Edipo. No sé cómo demonios estos niños que viven con dos mamás superarán el susodicho edipo, pero lo que sí parece claro es que su desarrollo y ajuste psicológicos son tanto o más saludables que los de sus iguales de familias tradicionales. Al menos eso es lo que hemos encontrado en un estudio que hemos llevado a cabo las Universidades del País Vasco y Sevilla, bajo la dirección del profesor Enrique Arranz, y con el asesoramiento de la Universidad de Cambridge y la financiación de la Fundación BBVA.

Durante varios meses visitamos y entrevistamos a algo más de 200 familias de seis tipos: tradicionales, monoparentales, reconstituidas, homoparentales, múltiples y adoptivas; todas ellas con hijos de edades comprendidas entre los 3 y los 10 años. Los resultados, que aún no han sido publicados, indicaron que fueron las familias homoparentales las que alcanzaron una puntuación más alta desde el punto de vida de la calidad del contexto familiar para la promoción del desarrollo infantil. En estos hogares encontramos ambientes muy estimulantes, estilos parentales de crianza muy adecuados y escasa conflictividad marital; en fin, todo lo que un niño necesita para crecer sano y feliz. Por ello, no resultó sorprendente que fueran precisamente los niños de familias homoparentales los que mostraron menos problemas emocionales y conductuales.

Es cierto que las características del estudio hicieron prácticamente imposible un emparejamiento perfecto de los 6 grupos, y las familias homoparentales mostraron un nivel educativo y económico más elevado que el resto de familias, lo que puede explicar parte de las ventajas en calidad del contexto y desarrollo infantil. De hecho cuando se controló estadísticamente la influencia de estas variables, la ventaja de estas familias dejó de ser significativa. Pero también es cierto que hoy por hoy la mayoría de familias homoparentales tienen ese perfil: son sujetos con altos recursos culturales y económicos, muy concienciados con respecto a sus derechos, y que han sido muy resistentes ante el prejuicio homofóbico como para asumir abiertamente su condición homosexual y aventurarse a vivir en pareja y criar un niño.

Los resultados de nuestro estudio coinciden con los de otros, llevados a cabo tanto dentro como fuera de nuestro país, en indicar que la familia homoparental representa un contexto tan válido como otro cualquiera para que un niño o niña crezca sin ningún tipo de problema, siempre que unos adultos atentos y cariñosos cuiden de él. Tal vez sea por eso por lo que la Fundación BBVA ha decidido no publicar el estudio. Es posible que con la edad me esté volviendo demasiado suspicaz, incluso algo paranoico, pero sospecho que la Iglesia puede andar tras esta negativa. ¿Por qué? Pues por la relación de ésta con el PNV y de éste, a su vez, con el BBVA.


Caballero homófobo con gorra, gafas de sol y camiseta blanca

domingo, 12 de octubre de 2008

Adolescencia en positivo



Durante las últimas décadas, la adolescencia se ha convertido en una de las etapas del ciclo vital que más interés ha llegado a suscitar, tanto entre investigadores como entre profesionales de la intervención, como lo demuestra el elevado número de publicaciones, congresos y conferencias que se ocupan de este periodo evolutivo. Las razones de este interés son diversas, aunque quizá convenga destacar sobre las demás la enorme preocupación social que provocan algunos de los problemas que tienen mayor incidencia en los años que siguen a la pubertad, tales como el consumo de sustancias, los embarazos no deseados, las conductas disruptivas en las aulas de secundaria o el comportamiento antisocial. En efecto, sin caer en la tentación de presentar una imagen dramática y sensacionalista de esta etapa, hay suficientes datos procedentes de estudios realizados en diversos países que indican que durante la adolescencia aumentan las conductas de riesgo, surge una mayor inestabilidad emocional y son más frecuentes los conflictos entre padres e hijos. Las razones de estas dificultades están muy relacionadas con el carácter transicional de esta etapa, sujeta a numerosos cambios y a la asunción de nuevos roles por parte de chicos y chicas. Pero, además, hay que destacar el impacto que tienen sobre el desarrollo adolescente muchas de las transformaciones sociales, económicas, tecnológicas y demográficas que están afrontando nuestro país, y los países de nuestro entorno. Así, la ampliación de los límites temporales de esta etapa, la mayor presencia de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías en la vida de los jóvenes, la mayor diversidad étnica y cultural de nuestra sociedad o los cambios que ha experimentado la familia son factores estresantes con una importante repercusión sobre la forma en que nuestros chicos y chicas viven la transición entre la niñez y la etapa adulta.

La preocupación social generada por los problemas propios de la adolescencia ha podido tener una influencia positiva, favoreciendo el apoyo y la financiación de programas encaminados a su estudio y prevención. Sin embargo, no podemos obviar que esa consideración del adolescente como un problema, lleva asociada una clara estigmatización de ese grupo etario que tiende a dificultar las relaciones entre adultos y adolescentes, especialmente en los contextos familiares y educativos, y que ha servido para legitimar algunas medidas coercitivas y de restricción de libertades individuales de los jóvenes. En efecto, la visión que el mundo adulto tiene del adolescente es con frecuencia demasiado dramática, sus problemas académicos se confunden con el fracaso absoluto, su indisciplina con la delincuencia y su experimentación con el sexo o el alcohol con la promiscuidad o la drogadicción. Y esta visión tan negativa es esgrimida para reclamar la vuelta a la disciplina severa y a los viejos valores, como si ello conllevase de forma automática la superación de los conflictos y problemas propios de esta edad. Es evidente que la intervención sobre una realidad tan compleja, como es la adolescencia, debe basarse en conocimientos sólidos y contrastados, y no en prejuicios, por muy extendidos que estén entre la población, por lo que tenemos que seguir acumulando datos y conocimientos que nos ayuden a desentrañar esa complejidad y a intervenir con ciertas garantías.

Por otra parte, esa concepción tan dramática nos empuja a poner el énfasis en un modelo de intervención demasiado centrado en el déficit, y que ignora las competencias que chicos y chicas pueden desarrollar, puesto que se les considera como un problema que hay que solucionar antes que como un recurso a promover. En este sentido, conviene romper una lanza a favor de un modelo que se centre en la competencia o en el desarrollo adolescente positivo, dirigido no sólo de evitar los problemas y dificultades que puedan surgir en esta etapa, sino también a la promoción del desarrollo de competencias sociales, cognitivas y emocionales. Ello, no únicamente porque las intervenciones dirigidas a la promoción de competencias suelen tener un efecto positivo indirecto sobre muchas conductas de riesgo, sino, además, porque una juventud libre de problemas no representa necesariamente una juventud suficientemente preparada para afrontar los nuevos retos que le esperan en la sociedad futura.


Este texto fue publicado en la revista Apuntes de Psicología como introducción al monográfico sobre Adolescencia que coordiné en diciembre de 2007.


Adolescencia
Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.

Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
*
Vicente Aleixandre

jueves, 9 de octubre de 2008

Genes y estilos de apego adulto


En una entrada anterior hacíamos referencia al papel que desempeñan algunos genes en el desarrollo de un tipo de apego claramente desadaptativo como es el apego desorganizado. En esta ocasión nos referiremos a los hallazgos de un reciente estudio que ha aportado evidencia empírica acerca de la implicación genética en el estilo de apego adulto. Es cierto que algunos estudios realizados en el campo de la genética de la conducta no habían encontrado rastros de influencias genéticas sobre el apego infantil, y la mayor parte de la variabilidad era explicada por factores ambientales: el entorno de crianza experimentado por el niño, y más concretamente la relación establecida con el cuidador principal. Pero también hay que mencionar la evidencia sobre las contribuciones genéticas al estilo de apego halladas en estudios con adultos. Una gran parte de estos estudios con adultos han usado el Experience of Close Relationships inventory (Brennan et al, 1998), que evalúa dos dimensiones en las relaciones de pareja, ansiedad y evitación; la primera claramente vinculada al apego inseguro ambivalente y la segunda al apego inseguro evitativo. He usado este cuestionario en algún estudio y ha funcionado relativamente bien.

Un estudio reciente (Gillath, Shaver, Baek y Chun, 2008) ha analizado el papel que algunos genes, sobre los que existe cierta evidencia de que están implicados en las relaciones sociales y afectivas, desempeñan en el desarrollo del apego adulto. En concreto se consideraron algunas versiones de tres genes, uno claramente relacionado con los receptores de la dopamina (DRD2), que está vinculada a algunas conductas sociales disfuncionales; el segundo gen estudiado está relacionado con los receptores de serotonina, neurotransmisor implicado en el comportamiento social y en algunos trastornos afectivos, como la depresión y (HTR2A). El tercer gen guardaba relación con los receptores de oxitocina, cuyo papel en los vínculos afectivos está más que demostrado (OXTR).


El estudio se llevó a cabo sobre 147 estudiantes universitarios con edades comprendidas entre los 18 y los 29 años. Los participantes cumplimentaron el ECR inventory –para evaluar la ansiedad y la evitación en las relaciones afectivas-, el Big Five Inventory –como medida de la personalidad- y, además, proporcionaron muestras de saliva que fueron sometidas a análisis de ADN. Los resultados indicaron que, una vez controlados los efectos de la personalidad, se hallaron relaciones significativas entre polimorfismos de los genes relacionados con la captación de la dopamina y la serotonina y las dos dimensiones del apego adulto. Así, la ansiedad en el apego era más alta entre quienes tenía dos copias del alelo A1 del gen DRD2, mientras que un patrón de alelos del gen HTRA, relacionado con la captación de la serotonina, era más frecuente entre los sujetos evitativos. En el caso del gen vinculado con los receptores de oxitocina, la relación no fue significativa.

Los resultados del estudio sugieren que algunos genes o polimorfismos genéticos predisponen a los individuos a desarrollar un tipo concreto de inseguridad en el estilo de apego: ansiosa o evitativa. No obstante, no contradicen los datos de la literatura empírica sobre apego referente al papel fundamental que desempeña la relación temprana con el cuidador principal en el desarrollo del estilo de apego. Por otra parte, es muy probable que estos polimorfismos genéticos influyan en la actitud y comportamiento del niño, lo que condicionaría la conducta del cuidador hacia el menor y, por lo tanto, el apego establecido. Finalmente, merece la pena señalar que los datos disponibles hasta el momento indican una mayor influencia genética sobre el apego adulto que sobre el infantil, lo cual no resulta extraño si tenemos en cuenta que algunos estudios longitudinales han encontrado que factores genéticos influyen diferencialmente sobre rasgos concretos de personalidad a diferentes edades. No obstante, el tipo de instrumento usado para evaluar el apego en la infancia (Situación del Extraño) y en la adultez (ECR Inventory o Adult Attachment Inventory) puede estar relacionado con la mayor heredabilidad encontrada tras la adolescencia.


Gillath, O., Shaver, P. R., Baek, J.M & Chun, D. S. (2008). Genetic correlates of Adult Attachment Style. Personality and Social psychology Bulletin, 34, 1396-1405.

lunes, 6 de octubre de 2008

Manifiesto pedagógico "No es verdad"


Acabo de recibir por e-mail una copia del manifiesto pedagógico “No es verdad” que ha comenzado a circular por internet promovido por la Red IRES (Investigación y Renovación Escolar). Después de leerlo con detenimiento añado mi firma en apoyo del documento, pues estoy básicamente de acuerdo con lo que en él se dice.

El manifiesto circula a contracorriente de una idea muy extendida, la de que la escuela española se está deteriorando a pasos agigantados. La opinión no puede decirse que sea nueva, ni exclusiva de nuestro país, ya que en bastantes momentos históricos reaparece entre la población adulta la idea de que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”, probablemente, porque cuando las cosas no funcionan tan bien como esperábamos surge en el ser humano el miedo a lo novedoso y el impulso a volver al pasado. La memoria humana es una gran fabuladora que tiende a colorear de rosa los recuerdos: las costumbres, las relaciones adultos-jóvenes, la disciplina en el aula, la ortografía, la forma de divertirse,….todo era mejor en ese pasado idealizado. Y esta añoranza de tiempos pretéritos no afecta sólo a quienes tienen una ideología conservadora, como podría esperarse, pues el virus no parece discriminar en función de posiciones políticas.

En realidad ese supuesto deterioro educativo no se basa en alguna evidencia empírica y la mayoría de las veces son meros juicios de valor poco fundamentados. Pero eso no evita que esas concepciones ingenuas alcancen una gran difusión entre la población general, incluso entre muchos educadores. Aunque, el hecho de que una opinión esté muy generalizada no la hace más veraz, como el Sol no giraba alrededor de la Tierra cuando sólo algunos pensaban lo contrario. Un ejemplo claro de la aceptación popular de esa concepción dramática de la situación de la educación en nuestro país fue un documento que hace algún tiempo circuló por la red: “El panfleto antipedagógico”. Se trataba de una retahíla deshilvanada de tópicos, juicios de valor e inexactitudes con ningún tipo de sustento empírico, pero que tuvo una acogida bastante calurosa entre muchos educadores. El mero título era ya bastante revelador, “antipedagógico”, pues más que defender un tipo de orientación pedagógica concreta era una oposición frontal a la pedagogía, a sus profesionales y a los de áreas cercanas. En la introducción se podía leer “nunca ha gastado tanto la Administración en mantener a expertos, equipos, gabinetes y psicólogos que asesoren a estudiantes y profesores, y nunca han sido los conocimientos de los primeros tan ridículos” No puede decirse que fuera un comienzo como para hacer amigos entre esos expertos. Tal vez las Ciencias de la Educación, como otras ciencias sociales, no tengan la rigurosidad de ciencias más “duras”, pero calificar los conocimientos acumulados a lo largo del último de siglo de ridículos, descalificaba por completo tanto al autor como a su engendro.

El manifiesto “No es verdad”, es en cierta forma una reacción ante muchas de las mentiras que recogía el panfleto, y que también oímos en boca de personajes con cierto impacto mediático que, la mayoría de las veces desde un desconocimiento profundo de la escuela –“tengo un amigo que es maestro y me cuenta…”- se arrojan a la piscina con escasa agua. En él se recogen muchas ideas interesantes, como que no es verdad que la escuela no funcione como debiera debido a la introducción de innovaciones metodológicas, ya que, muy al contrario, la escuela sigue anclada en métodos y contenidos del pasado: transmisión directa de contenidos inconexos, desfasados e irrelevantes, aprendizaje mecánico y repetitivo, evaluación selectiva y sancionadora, etc. Tampoco es verdad que los alumnos de ahora sean peores que los de antes; ni que hayan bajado los niveles de exigencia, ya que los contenidos tienden a aumentar de un año al siguiente. Por supuesto, no es verdad que haya un exceso de formación psicopedagógica en el profesorado, aunque muchos piensan que cuanto menos formación mejor, ya que a un profesor de física o de matemáticas se le supone una capacidad innata para la transmisión de conocimientos, y las modernidades educativas no hacen otra cosa que enredar.



viernes, 3 de octubre de 2008

El placer de escribir




Resulta sorprendente el número creciente de personas que tenemos nuestro propio blog y que escribimos en él con cierta frecuencia. Algunos de estos blogs, como éste, son temáticos –ciencia, literatura, arte-, y presentan ideas, reflexiones, reseñas o sugerencias, más o menos acertadas, sobre temas variados de estas disciplinas. Otros tienen un carácter más personal, y en ellos podemos encontrar experiencias, sentimientos o pensamientos de carácter bastante íntimo con un formato literario. Tal vez, estos blogs constituyan una especie de diario personal, semejante a los que escribimos cuando éramos más jóvenes, y en los que llevábamos a cabo una introspección personal que nos ayudó a conocernos mejor y a construir nuestra propia identidad.
A diferencia de que aquellos diarios que guardábamos bajo 7 llaves, estas modernas bitácoras no son privadas y están abiertas a todo el que quiera sumergirse en ellas. No sé por qué motivo tantas personas dedican una parte importante de su tiempo libre a volcar sus vivencias personales en este foro público, pero podemos aventurar alguna explicación.

Desde hace tiempo sabemos que la comunicación afectiva con amigos y familiares tiene unos efectos bastante beneficiosos para la salud y el ajuste psicológico, puesto que reducen el estrés y los síntomas psicosomáticos, y refuerzan el sistema inmunológico. Podríamos pensar que estos beneficios se derivan del hecho de que en esta comunicación recibimos apoyo emocional que nos hace sentir mejor. Sin embargo, parece que no sólo recibir sino también expresar emociones a los demás tiene un efecto catártico y positivo para la salud. Al menos eso es lo que ha encontrado un estudio dirigido por el profesor Floyd (2007) de la Universidad de Tempe en Arizona. En este estudio se asignó a los participantes a dos grupos; quienes formaron parte del grupo experimental tuvieron que escribir sus sentimientos y emociones respecto a algunas personas durante 20 minutos, en días alternos, y por un periodo de 5 semanas. Al grupo control se le pidió una tarea similar, pero el contenido de sus escritos era una mera descripción de sus actividades semanales. Los resultados mostraron que al cabo de sólo 4 semanas, los sujetos que habían realizado los escritos de carácter emocional habían reducido significativamente sus niveles de colesterol en sangre. Esta reducción fue mayor entre quienes habían utilizado la primera persona en sus escritos. La investigación separó claramente los efectos de recibir afecto de la mera expresión de emociones, encontrado que esta última resultaba beneficiosa para el sujeto independientemente de cualquier tipo de reciprocidad.

Por lo tanto, ya sabéis, blogueros dejad a un lado el pudor y continuad con la escritura catártica y emocional, vuestra salud se beneficiará.

Floyd, K., Mikkelson, A. C., Hesse, C. & Pauley, P. M. (2007). Affectionate writing reduces total cholesterol: Two randomized, controlled trials. Human Communication Research, 33, 119-142.


Pero recuerda
que este brebaje es siempre para dos,
que a solas
no es más que otro veneno
de la vida

(Del poema "Mensaje en una botella". Victor M. Domínguez Calvo)