sábado, 14 de noviembre de 2009

Sobre la paja o "El placer está en tus manos"

Yo también fue un autodidacta –y precoz, dicho sea de paso- en esto de la paja, que es como por aquí se llama al vicio de Onán. En mi infancia los chicos no teníamos demasiados problemas de índole moral sobre el asunto, y comentábamos nuestras proezas manuales ante el grupo de amigos. Como todo el mundo se “aliviaba”, era un pecado compartido, y causaba menos culpabilidad. Es cierto que los domingos había que confesarse ante el cura, pero el brillo en los ojos del sacerdote, su respiración entrecortada y su interés por los detalles, unidos a la benevolencia de la penitencia impuesta, nos hacían pensar que esos frecuentes escapes pulsionales no nos conducirían al infierno.

Entre las niñas la cosa no era tan fácil. La sexualidad femenina casi nunca ha sido bien aceptada, y en España, tras cuarenta años de franquismo en los que el dictador había cedido a la Iglesia los derechos sobre la dirección moral de los ciudadanos, las mujeres fueron seres asexuados. Como ha recogido Rafael Torres en “El amor en tiempos de Franco”, la “educación sexual” por parte de abnegadas monjitas era intensa, y a las chicas se les enseñaban compostura, maneras de sentarse y de colocar las piernas y represión de las necesidades fisiológicas, pero, sobre todo, terror al propio cuerpo: los lavabos carecían de pestillos y espejos, hacían gimnasia vestidas hasta los ojos y se bañaban embutidas en camisones, así que de tocarse ni hablar. La liberación de la sexualidad de la mujer que la Segunda República trajo consigo quedó segada de cuajo y durante 40 años no hubo más sexualidad femenina lícita que aquella que con el objetivo de la procreación tenía lugar en el seno del matrimonio.

Sería razonable pensar que si esa etapa gris de nuestra historia reciente se cerró hace más de 30 años, la sexualidad femenina habría reverdecido después de un invierno tan largo. Sin embargo, parece que las prohibiciones de una generación se convierten en tabúes en la generación siguiente, y las adolescentes actuales aún siguen sin haberse librado por completo de la moral restrictiva que vivieron sus madres y abuelas, al menos en lo referente a la masturbación. Durante los últimos años hemos llevado a cabo varios estudios sobre sexualidad en adolescentes, y resulta llamativo que mientras que ellos viven el autoerotismo con total naturalidad, entre ellas la masturbación sigue siendo una práctica clandestina que con frecuencia suele generar sentimientos de culpa, como reflejan los siguientes testimonios de chicas de edades comprendidas entre los 15 y 18 años: “Si alguien te dice que una chica hace eso te parece escandaloso”; “Yo me tachaba de guarra por eso, incluso pensaba que era anormal”; “Para la mujer la sexualidad comienza a partir de estar con un hombre”.

Teniendo en cuenta que para muchas chicas el autoerotismo supone la iniciación sexual, no parece que comenzar con miedo y culpabilidad sea la mejor fórmula para vivir una sexualidad satisfactoria. Por eso, siempre he pensado que uno de los objetivos de una buena educación afectivo-sexual debe ser el generar entre las chicas una actitud de aceptación ante la masturbación para que puedan vivirla sin complejos, al igual que sus iguales varones.

Sin embargo, no parece que esa sea una opinión generalizada, como puede desprenderse del revuelo que se ha montando en los medios de comunicación ante la campaña puesta en marcha por el Consejo de la Juventud y el Instituto de la Mujer de la Junta de Extremadura. La iniciativa, dirigida a adolescentes de entre 14 y 17 años, y denominada “el placer está en tus manos”, incluye entre sus contenidos la autoexploración sexual y el descubrimiento del placer, algo no sólo aceptable sino totalmente necesario para una vivencia saludable de la sexualidad.

Los ataques que ha recibido la campaña han sido totalmente desproporcionados y desprovistos de argumentos, y desde la prensa y la radio, periodistas, opinantes y cretinos de variado pelaje, pero fundamentalmente de sexo masculino, han ridiculizado la campaña aduciendo que ellos aprendieron solos, y que se está malgastando el dinero público. Si se tiene en cuenta que la inversión ha sido de 14.000 euros, no parece que el supuesto despilfarro sea lo que en realidad preocupa a estos machotes de la comunicación. En el fondo no parece haber otra cosa que miedo e incomodidad del varón ante la sexualidad femenina. Por eso, me permito aconsejar al lector que antes de reir los comentarios despectivos sobre la campaña se pregunte a sí mismo ¿de qué me río?
¿O es que acaso le molesta que disfruten los demás?.
Alfredo Oliva

Mis frutas azabaches

carnosas y maduras

como un racimo de uvas,

carbones encendidos,

riegan sus mieles tibias

creando un mar de espuma

entre los dedos míos.

Salomón Borrasca

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Contra el autoritarismo


Resulta más que evidente que el asunto del ejercicio de la autoridad preocupa. Existe el convencimiento de que vivimos un periodo de pérdida de autoridad por parte de quienes tienen que ejercerla, ya sea en la familia, en la escuela o en la sociedad en general. El sábado pasado, Francisco J. Laporta, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, escribía un artículo de opinión sobre este tema en el diario El País (aquí). En él hacía suyas afirmaciones como la siguiente “las directrices de quien es considerado autoridad se aceptan como razones para las propias acciones con exclusión de las que uno pudiera tener al respecto”, lo que viene a querer decir que cuando un sujeto posee esa autoridad (por su cargo o sus conocimientos), lo más racional es seguir sus dictados, ya que ello supondría incorporar su racionalidad a la hora de tomar una decisión en una situación en la que carecemos de capacidad suficiente para hacerlo por nosotros mismos. Mas adelante continúa refiriéndose a la crisis de autoridad que se vive en la actual escuela española - “no es que tengamos una crisis de autoridad, es que parecemos estar cerca de una oleada colectiva de ignorancia y estupidez”.

Bien, pudiendo estar de acuerdo en que en la escuela, al igual que en la familia, ha habido en las últimas décadas una reducción progresiva de la autoridad de educadores y padres, me permito cuestionar la necesidad de obediencia absoluta a esas figuras, como parece deducirse de las palabras de Laporta. Obedecer a padres, médicos y profesores, será, como se afirma en al artículo, introducir racionalidad en nuestras vidas, pero no debemos perder de vista que desde finales del siglo pasado algunas tendencias en los ámbitos de la salud o la educación parecen aconsejar lo contrario.

Un ejemplo claro sería la tendencia actual en promoción y atención primaria de la salud, impulsada por la O.M.S., que pasa por aumentar la participación de la población y empoderar al paciente, lo que significa que el doctor no es ya esa figura omnisciente que dirigía con autoridad las vidas del redil de sus pacientes. En la actualidad la ciudadanía está mucha más informada, es más exigente y ha empezado a tomar las riendas de su propia salud, sin que ello suponga necesariamente un impulso del poder de los curanderos. Este empoderamiento pasa por aumentar los conocimientos del paciente, ofrecerle diversas opciones médicas, permitir su acceso a información en salud, favorecer su toma de decisiones respecto a tratamientos, es decir, todo lo contrario a ese respeto absoluto al “dios médico” que propone Laporta en su artículo.

En la escuela también se ha vivido una transformación semejante que ha supuesto una democratización de los centros educativos con actitudes menos autoritarias por parte del profesorado y una mayor participación, aunque aún insuficiente, del alumnado y sus padres en la gestión y política de los centros. El empoderamiento del alumnado, sobre todo en secundaria, y el fomento de una actitud crítica ante el conocimiento es un objetivo avalado por la evidencia empírica y defendido por la mayoría de investigadores internacionales, que viven al margen de este debate fuertemente ideologizado que se ha instalado en nuestro país.

La familia no podía ser menos, y los estilos democráticos parentales son reconocidos como los más apropiados para favorecer el desarrollo de chicos y chicas. Este estilo no sólo implica el apoyo y la supervisión parental, sino también la promoción de la autonomía y la estimulación por parte de padres y madres de la toma libre de decisiones y de un pensamiento crítico e independiente en sus hijos.

En fin, creo que ha quedado claro que el artículo del profesor Laporta no me ha convencido mucho, y es que podría pensar qué diablos hace un catedrático de Filosofía del Derecho opinando sobre asuntos educativos. Sin embargo, acabo de caer en la cuenta en que en este mismo blog he opinado con frecuencia sobre asuntos jurídicos, por lo que tengo que admitir que está en todo su derecho a hacerlo. Este debate parece más que necesario.