sábado, 24 de julio de 2010

La eficacia de los programas escolares para prevenir el consumo de drogas



Quedaron atrás los tiempos en que bastaba con hacer algo en los colegios para prevenir el consumo de drogas y quedarnos satisfechos, dando por supuesto que esa intervención supondría necesariamente una reducción del consumo. Ha llegado el momento de ser más exigentes y llevar a cabo una evaluación de la eficacia real de las intervenciones. De lo contrario podríamos estar manteniendo programas que cuestan un dinero, y que no sólo no reducen el consumo sino que incluso pueden contribuir a aumentarlo (ver aquí).

En el marco de un convenio con la Consejería de Bienestar e Igualdad Social de la Junta de Andalucía hemos llevado a cabo un estudio sobre la evidencia empírica disponible a nivel internacional acerca de la eficacia preventiva de los programas que se llevan a cabo en centros educativos. El estudio consistió en una revisión sistemática de los meta-análisis publicados. Para ello se revisaron 1622 de resúmenes o abstracts para llegar a una selección de 17 publicaciones científicas que cumplían los criterios requeridos.

El análisis riguroso de esos 17 meta-análisis nos permitió seleccionar las 29 características que deben estar presentes en los programas eficaces de prevención de drogadicciones en el ámbito escolar. También hizo posible la elaboración de un índice de eficacia de cada característica a partir tanto del número de estudios que han demostrado la eficacia de este aspecto como del número que no lo han conseguido demostrar.

A continuación figuran algunas de las características que deben cumplir aquellos programas que aspiren a prevenir el consumo de sustancias, ordenadas de acuerdo con su índice de eficacia:



  1. Enseñanza y entrenamiento en habilidades para la vida. Se refiere habilidades personales tales como estrategias de negociación, mejora de la autoestima y autoeficacia, toma de decisiones, autocontrol, estrategias de afrontamiento, etc.

  2. Participación de la comunidad en el programa de prevención.

  3. Existencia de una evaluación rigurosa y de calidad.

  4. Intensidad de la implementación del programa o número de horas totales para llevar a cabo el programa.

  5. Transmisión de información combinada con otra estrategia de intervención, ya que la simple información se muestra poco eficaz.

  6. Existencia de una justificación teórica que sustente la intervención.

  7. Participación de los iguales como mediadores, aunque no está claro si esta participación debe darse conjuntamente con la participación de adultos.

  8. Metodología interactiva a partir de un estilo de enseñanza orientado hacia el aprendizaje basado en problemas reales.

  9. Implementación que se ajusta fielmente al diseño o planificación inicial del programa.

  10. Formación específica en prevención de drogodependencias de los responsables de implementar el programa.

  11. Participación de las familias del alumnado en el programa de prevención.

  12. Fomento de las relaciones positiva con iguales, profesorado o miembros de la comunidad.

  13. Existencia de sesiones de refuerzo o seguimiento, una vez terminada la aplicación del programa.

Y así hasta 29 características que se relacionan con la eficacia del programa para prevenir el consumo de sustancias. Aquellas intervenciones que incluyan un mayor número de ellas serán más eficaces y deberían ser promovidas, de lo contrario tal vez sea mejor destinar los recursos a otra cosa.

De los programas que se implementan en nuestro país y que hemos analizado en este estudio, hay algunos que incluían muchas de las características anteriores, como Órdago, Rompecabezas, Entre Todos o Prevenir para Vivir.

Mas información en:
Ramos, P., Oliva, A., Moreno, M. C., Lorence, B., Jiménez, A. M., Jiménez, L. Hidalgo, M. V. y Antolín, L. (2010). Los programas escolares para la prevención del consumo de sustancias.. Análisis de las claves que determinan su eficacia. Sevilla, Consejería de Bienestar e Igualdad (descargar aquí)

viernes, 16 de julio de 2010

XII EARA Conference

Cada dos años la European Association for Research On Adolescence celebra su congreso, y esta año le ha tocado a Vilnius (Lituania) ocuparse de su organización. Hace ya unas semanas que tuvo lugar, y a pesar de lo difícil que me lo puso el volcán islandés de nombre impronunciable finalmente pude asistir. Ya sabéis de que van los congresos, presentas tus trabajos, saludas a algunos colegas que llevabas tiempo sin ver, escuchas un par de ponencias de interés y aprovechas los ratos libres, que cada vez son más (no porque los congresos sean menos interesantes, sino porque con la edad uno va perdiendo la capacidad de asombro), para visitir el pais o la ciudad. Vilnius es una hermosa ciudad cargada de lugares intesantes y con unos bellos alrededores, y los lituanos son gente amable y muy educada.
No voy a hablaros en esta entrada del congreso, sólo voy a colgar algunas de las fotos que tomé en el viaje.













viernes, 9 de julio de 2010

¿Se lo has dicho a tus padres? Sobre la interrupción voluntaria del embarazo en menores


El asunto más polémico sobre la nueva Ley de Salud Sexual y Reproductiva es la posibilidad de que las menores de 16 años puedan abortar sin el consentimiento de sus padres, aunque se requiere que sean informados salvo en situaciones de conflicto familiar.

Son muchas las personas que consideran que una menor de 16 años está aún inmadura para tomar esa decisión, probablemente por un desconocimiento de las capacidades reales de las adolescentes para tomar decisiones. Pero si volvemos la vista hacia un país con una mayor tradición democrática que la nuestra, como es Estados Unidos, nos encontramos con que, con algunas ligeras variaciones entre estados, las adolescentes de 16 y 17 años tienen plenamente reconocida su capacidad para tomar decisiones acerca del curso de su embarazo sin necesidad del consentimiento parental. Este reconocimiento de la capacidad de las adolescentes para tomar decisiones sobre su embarazo se basa en la evidencia empírica disponible, avalada por la American Psychological Association (ver aquí).

Incluso en muchos estados tampoco se requiere, como en nuestro país, que los padres sean notificados de la decisión de su hija. Las razones para que no sea necesario el informar a los padres tienen que ver con que motivaciones morales o religiosas pueden hacer que los padres no tengan en cuenta las serias consecuencias que un embarazo a término puede tener para la salud de su hija, y puedan presionarla para que tome una decisión con la que no está de acuerdo.

Si las menores tienen que informar a sus padres habrá muchas situaciones en las que por temor a su reacción vayan posponiendo la decisión hasta un punto en que no sea posible la interrupción voluntaria de la gestación. Es cierto que, como indican algunos estudios realizados en EEUU, entre un 50% y un 75% de adolescentes terminan informando a sus padres, pero otras muchas no lo hacen, y las razones para no hacerlo son diversas: pensar que si los padres se enteran empeorarán las relaciones con ellos; o que pondrán impedimentos para que continúe la relación con su pareja; o sólo porque quieren evitar preocupaciones a sus padres. No obstante, tampoco faltan los casos en los que el principal motivo tiene que ver el miedo a la reacción violenta de sus padres que podría llevarles a maltratarlas o incluso a echarlas de casa.

Por lo tanto, creo que en la aplicación de la actual ley, que deja abierta la posibilidad de que algunas adolescentes puedan abortar sin que hayan informado a sus padres, se debería ser poco exigente en cuanto a las motivaciones que la menor alega para no informar a sus padres. Una posibilidad sería que, al igual que ocurre en muchos estados norteamericanos, la adolescente demuestre que tiene la madurez e información suficiente para tomar su propia decisión.


martes, 6 de julio de 2010

Y llegó la temida secundaria...




En general, durante la Educación Secundaria baja el rendimiento académico de los chicos y las chicas así como su interés y motivación por la escuela. Desde la familia se debe hacer un esfuerzo por estimular el interés de los adolescentes por la escuela y favorecer así su desempeño académico.

La escuela es un contexto fundamental en la vida de chicas y chicos. Desde la entrada en vigor de la LOGSE, en España la educación es obligatoria hasta los 16 años. No obstante, la mayoría de nuestros jóvenes continúa su formación académica más allá de esta edad. Según el último informe del INJUVE (2002), Juventud en cifras 2001/02, la mayoría los adolescentes entre los 16 y los 19 años están escolarizados. Durante la educación secundaria el rendimiento académico habitualmente empeora. Con el paso a la ESO aumenta el número de asignaturas suspendidas por nuestros jóvenes, suspensos que siguen aumentando hasta tercero de ESO. Si bien en primaria la media de suspensos es de 0.57 y sólo un 4% de los estudiantes suspende cuatro asignaturas o más, en secundaria las cifras empeoran, y más de la mitad de los jóvenes –53%- pasa de una evaluación a otra con algún suspenso, siendo un 20% los que habrían fallado en cuatro o más asignaturas (Pérez-Díaz et al., 2001).

Adolescentes y escuela parecen no entenderse demasiado, ¿por qué ocurre esto? Probablemente, existan toda una serie de motivos que contribuyan a explicarlo. En primer lugar, el paso de la educación primaria a la secundaria se produce coincidiendo con un momento en el que chicos y chicas están experimentando los cambios físicos, psicológicos y sociales asociados a la pubertad. Asimismo, unos y otras tienen que enfrentarse a las nuevas exigencias de sus padres y profesores, que en este momento les demandan más madurez y responsabilidad, y que para algunas cuestiones –no todas- les consideran adultos. Evidentemente, el que en un mismo momento coincidan tantos acontecimientos importantes, pone a prueba a los adolescentes y aumenta su riesgo de experimentar problemas académicos. Por otro lado, la transición a la secundaria implica normalmente un cambio de centro educativo. Un centro de mayores dimensiones, en el que la organización es mucho más burocrática y en el que las posibilidades de contactos estrechos y personales con los profesores son bastante más escasas que en primaria. Esta situación se puede ver empeorada si unimos lo anterior al alejamiento de muchos de los amigos y compañeros que tiene durante la primaria, y al menor estatus que supone pasar de estar en el grupo de los mayores del colegio al de los más pequeños del nuevo instituto. Además, la educación secundaria supone cambios en el funcionamiento del centro. Justo en el momento en el que chicos y chicas están construyéndose como individuos autónomos e independientes de sus padres y que demandan más poder de decisión, las asignaturas y los horarios se vuelven más estructurados y complicados, las normas son más estrictas, se insiste más en el control y la disciplina, y el joven tiene menos capacidad de decidir lo que ocurre en el aula. Asimismo, las relaciones con los profesores pueden ser más distantes comparadas con las que se mantenían en primaria, y los jóvenes pueden percibir menos apoyo emocional de su parte. Es importante tener en cuenta que junto con los padres, los profesores son las figuras adultas que más influencia ejercen sobre los adolescentes, y desempeñan un papel fundamental como fuente de apoyo y guía, y como modelo de comportamiento. Finalmente, en secundaria las calificaciones se vuelven especialmente importantes, aumenta la competitividad, y son frecuentes las comparaciones entre compañeros. Estos tres elementos pueden repercutir negativamente en la autoestima de chicos y chicas, especialmente para aquellos que no logran alcanzar sus aspiraciones.

Es posible que las características de la educación secundaria influyan en la menor motivación e interés de los adolescentes hacia las materias escolares, así como en su menor rendimiento. No obstante, existen algunos factores que pueden ayudarles a que les vaya mejor en el colegio, como mantener un clima positivo en el hogar, donde se combinen el apoyo y el cariño con la existencia de normas y la supervisión de la conducta del adolescente.