Hoy, día 23 de octubre, se celebra en el Reino Unido el día de la educación sexual, por lo que el ministro de educación, Jim Knight, ha aprovechado la onomástica para anunciar que esta formación será obligatoria en todas las escuelas estatales del país. Según ha anunciado el ministro, la educación sexual comenzará a los 5 años, sus contenidos no se limitarán a fisiología, reproducción o riesgos, ya que también se incluirán temas relacionados con los sentimientos y las relaciones afectivas, y se impartirá junto a contenidos relativos a las drogas y los estilos de vida saludables. Tal vez el hecho de que Inglaterra presente el índice de embarazos adolescentes más alto de Europa haya contribuido a este cambio legislativo.
La medida incluye dos aspectos que me parecen muy positivos, el primero, su precoz comienzo, algo recomendado por la mayoría de expertos. El segundo, que no se limite a informar sobre la prevención de embarazos y de enfermedades de transmisión sexual.
Aunque en nuestro país se vienen impartiendo clases sobre sexualidad desde hace algunos años, con más frecuencia de la deseada estas clases comienzan demasiado tarde y están exclusivamente centradas en los riesgos asociados a la práctica sexual. Tarde porque los niños ya tienen deseos y conductas sexuales, aunque éste sea aún un tema tabú que cuesta reconocer. Esta completa negación de la realidad de la sexualidad infantil supone que nos encontremos ante un campo totalmente desconocido y virgen a la investigación, ya que, aunque muchos expertos reconozcan que los niños y niñas prepúberes experimentan sentimientos sexuales y se inician en la exploración y estimulación sexual, hay una fuerte presión cultural que hace casi imposible el estudio empírico de estas manifestaciones. Así, desconocemos prácticamente todo lo relativo a la sexualidad infantil y erróneamente consideramos la pubertad como el punto de partida de la conducta sexual.
La medida incluye dos aspectos que me parecen muy positivos, el primero, su precoz comienzo, algo recomendado por la mayoría de expertos. El segundo, que no se limite a informar sobre la prevención de embarazos y de enfermedades de transmisión sexual.
Aunque en nuestro país se vienen impartiendo clases sobre sexualidad desde hace algunos años, con más frecuencia de la deseada estas clases comienzan demasiado tarde y están exclusivamente centradas en los riesgos asociados a la práctica sexual. Tarde porque los niños ya tienen deseos y conductas sexuales, aunque éste sea aún un tema tabú que cuesta reconocer. Esta completa negación de la realidad de la sexualidad infantil supone que nos encontremos ante un campo totalmente desconocido y virgen a la investigación, ya que, aunque muchos expertos reconozcan que los niños y niñas prepúberes experimentan sentimientos sexuales y se inician en la exploración y estimulación sexual, hay una fuerte presión cultural que hace casi imposible el estudio empírico de estas manifestaciones. Así, desconocemos prácticamente todo lo relativo a la sexualidad infantil y erróneamente consideramos la pubertad como el punto de partida de la conducta sexual.
Además, lo usual es que la educación sexual se limite a clases esporádicas en las que se exponen algunos conceptos relacionados con la fisiología y la prevención de los embarazos no deseados. Esto no debe extrañarnos, ya que llevamos mucho tiempo alertando sobre los riesgos asociados a la sexualidad adolescente y considerándola como una actividad intrínseca y uniformemente peligrosa: cuánto menos y más tarde mejor, podría ser el lema a seguir. Sin embargo, no necesariamente tiene que ser así, y sirva como botón de muestra el siguiente ejemplo.
Hace años que coordino una investigación longitudinal sobre el desarrollo adolescente en la que hemos seguido a un grupo de chicos y chicas desde los 13 hasta los 22 años. En el estudio hemos recogido algunos datos sobre conducta sexual a lo largo de este periodo para relacionarlos con otros comportamientos e indicadores. Uno de los resultados más interesantes fue que aquellos chicos y chicas que en la adolescencia temprana habían tenido alguna experiencia sexual –no necesariamente el coito- fueron quienes al final de la adolescencia se mostraron más ajustados psicológicamente, con menos síntomas depresivos y psicosomáticos y con una autoestima más alta. Es evidente que se trata de una relación lógica y esperable, pero que puede sorprendernos en un primer momento. La razón de esta sospresa es que estamos demasiado obsesionados con demorar la iniciación sexual y con etiquetar a quienes aún no se han iniciado como “sobrevivientes”, por haber resistido heroicamente las tentaciones de la gratificación sexual y sus peligrosas repercusiones. Tanto énfasis en lo negativo y en la prevención de los riesgos nos ha llevado a olvidar que la sexualidad es una necesidad humana básica y una fuente de placer y satisfacción. Ya va siendo hora de huir de esa patologización de la sexualidad, reconocer sus beneficios e incluir en la educación sexual contenidos referidos a los deseos, sentimientos, actitudes y comportamientos sexuales que vayan más allá de la mera enumeración de los riesgos y presenten la sexualidad como un aspecto esencial del desarrollo humano. Los investigadores también deberíamos cambiar el chip y dejar de recoger más y más datos acerca de conducta sexual y contraceptiva y mostrarnos más ambiciosos en nuestros estudios. Aunque no sé yo si la Administración estará interesada en financiar o promover otra cosa que no sea la reducción o prevención de la sexualidad adolescente.
¿Y qué hay de esos estudios que indican que las clases de sexualidad que se les dan a los niños llevan a la promiscuidad, el embarazo y el aborto? Eso no lo comentas en tu blog.
ResponderEliminarPues los estudios que yo conozco indican lo contrario. No obstante, estaría encantando de que compartiera su información y nos indicara cuáles son esos estudios.
ResponderEliminarMe da la impresión de que usted ha soñado con ellos.
Un saludo
Me parece una reflexion muy acertada,ya que a partir de los 15 se considera extraño no haber salido con alguien o que no te hayan besado nunca. Esto hace que muchos adultos que no han tenido experiencias de este tipo antes de los 25 se vean desplazados en una sociedad que nos presiona para ser seres hipersexuados pero que no perdona la necesidad de sentirnos queridos por otros que no sean nuestros padres.
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