Los psicólogos solemos usar el término de concepciones científicas ingenuas para referirnos a las ideas que los sujetos, por lo general los alumnos, tienen sobre diversos fenómenos que se suelen enseñar en la escuela, como la flotabilidad, la caída libre de los cuerpos, la visión darwinista de la evolución, la digestión, etc. Se trata de concepciones que son erróneas desde el punto de vista académico o científico, puesto que violan los principios básicos de la ciencia y no se basan en la evidencia empírica. Una de las tareas de la educación es sustituir esas ideas equivocadas por su equivalente científico, algo que no siempre resulta fácil, ya que las concepciones ingenuas tienen una gran estabilidad y resistencia al cambio, de tal manera que solemos mantenerlas a pesar de que muchos años de educación formal hayan tratado de corregirlas. Al menos eso indican muchos estudios realizados con adolescentes y adultos, que mantienen sus concepciones originales sobre diversos fenómenos físicos y naturales, algo que tiene mucho que ver con el tipo de metodología que se sigue empleando en la escuela, demasiado basado en la memorización.
Una pregunta interesante que podemos hacernos es de dónde proceden esas ideas primitivas. A lo que responderemos admitiendo que provienen de nuestra experiencia personal, y de una percepción y un procesamiento muy superficial de la realidad. Por ejemplo, con frecuencia las cosas pesadas se hunden en el agua, por lo que podríamos deducir de forma incorrecta que el peso es lo que determina la flotabilidad de un objeto (sí ya sé que el Titanic se hundió, pero fue un accidente). O también podremos llegar a la conclusión lamarckiana de que el cuello largo de las jirafas se debe a un estiramiento progresivo del mismo que se transmite y aumenta de generación en generación. Pero estas ideas también pueden provenir de otras personas: a fuerza de repetirlas se convierten en una tradición o una representación socialmente aceptada que damos por válida sin exigir muchas pruebas a su favor.
Por lo general no se originan en la escuela, ya que en ella se enseñan concepciones científicas basadas en pruebas y evidencias y, por lo tanto, correctas en ese momento y hasta que no se demuestre lo contrario. Aunque alguien podría objetar que en algunas escuelas se enseñan algunas concepciones erróneas, como es el caso de las tradiciones y mitos religiosos. Y tendríamos que darle toda la razón ya que la evidencia al respecto de estos mitos es nula.
Una pregunta interesante que podemos hacernos es de dónde proceden esas ideas primitivas. A lo que responderemos admitiendo que provienen de nuestra experiencia personal, y de una percepción y un procesamiento muy superficial de la realidad. Por ejemplo, con frecuencia las cosas pesadas se hunden en el agua, por lo que podríamos deducir de forma incorrecta que el peso es lo que determina la flotabilidad de un objeto (sí ya sé que el Titanic se hundió, pero fue un accidente). O también podremos llegar a la conclusión lamarckiana de que el cuello largo de las jirafas se debe a un estiramiento progresivo del mismo que se transmite y aumenta de generación en generación. Pero estas ideas también pueden provenir de otras personas: a fuerza de repetirlas se convierten en una tradición o una representación socialmente aceptada que damos por válida sin exigir muchas pruebas a su favor.
Por lo general no se originan en la escuela, ya que en ella se enseñan concepciones científicas basadas en pruebas y evidencias y, por lo tanto, correctas en ese momento y hasta que no se demuestre lo contrario. Aunque alguien podría objetar que en algunas escuelas se enseñan algunas concepciones erróneas, como es el caso de las tradiciones y mitos religiosos. Y tendríamos que darle toda la razón ya que la evidencia al respecto de estos mitos es nula.
Eso es algo que no termino de entender: cómo puede compatibilizarse el formar a niños y jóvenes en el uso de un pensamiento racional y deductivo con las creencias ingenuas en asuntos religiosos. ¿Admitiríamos que se impartiesen en la escuela materias sobre el tarot o talleres de espiritismo o levitación? ¿Está relacionada esta formación religiosa, dentro y fuera de la escuela, con la tendencia de hombres y mujeres a tragarse todo tipo de camelos? (ver aquí un listado amplio de ellos) ¿Por qué catalogamos como concepciones erróneas e inmaduras a aquellas ideas que no se basan en la evidencia a la hora de explicar la realidad, pero no lo hacemos cuando llegamos a la religión? ¿Por qué algunos científicos, aunque no muchos, mantienen creencias religiosas?
La lectura de la carta que Richard Dawkins dirige a su hija Juliet me ha sugerido esta entrada (ver aquí).
Si te interesa profundizar en este tema visita Aletheia
Buena pregunta. Me parece que la religión es sólo una forma más de razonar teleológicamente, al igual que el Lamarckismo. Alguna gente que ha investigado estas cuestiones, tal como Kelemen, suponen que esta forma de pensar -la teleología "promiscua" de la infancia - nunca desaparece realmente, sino que más bien es inhibida parcialmente por el pensamiento maduro de tipo científico. Parecería entonces que son dos formas de pensar que van un tanto en paralelo, y según otros hay enfermedades (ej. Alzheimer) que liberan de nuevo esta teleología infantil.
ResponderEliminarMe pregunto más bien cuál habrá sido la razón, evolutivamente hablando, para que se seleccionara una funcionalidad de este tipo.
Luis
Aletheia
Luis, ya veo que tu blog está muy centrado en este tema, que tocas con mucha profundidad. Me he permitido poner en la entrada un enlace a tu blog.
ResponderEliminarTiene mucho sentido lo que planteas, recogiendo las ideas de Kelemen, aunque no justifica el hecho de que algunas personas con un pensamiento lógico formal totalmente desarrollado mantengan estas creencias religiosas, y otras más inmaduras intelectualmente no.
En fin, un tema interesante y complejo.
Un saludo
Alfredo, me ha gustado mucho esta entrada sobre todo por el tema de sobrevalorar la memoria e infravalorar la deducción personal o el uso del análisis subjetivo basado en el enlace de conceptos. Evidentemente, el debate no es nada nuevo, aunque sospecho que los de Psicología estáis más adelantados...intenta explicar esto mismo en Derecho y observarás que las memeces que te llega a decir un profesor de esa materia acerca de este debate, son, sencillamente, ridículas.
ResponderEliminarEn cuanto al tema de por qué creemos en Dios y no en los Reyes Magos... se podría escribir un buen tocho...supongo que las claves son dos:
Dios es algo solemne, los Reyes Magos no (ahí, evidentemente, entra la colectividad y lo que la colectividad considere que es solemne).
Dios es la Gran Tradición: de todas las tradiciones que sobreviven de generación en generación tan sólo como mecanismo de repetición de un patrón en una misma familia, yo diría que la religión es la que más se impone. Dejar de creer en lo que tus padres te han inculcado desde pequeño y tu has mamado desde la infancia podría ser, en según que personalidades, un acto de "traición" inconsciente, por mucho que tuvieras el CI del mismísimo Goethe. La religión debería ser algo individual, pero tiene demasiado de político y social...quizás sea por ello que alguien que se dedica a la ciencia pueda ver, en su "influenciada" realidad infantil, algún tipo de diseño, acto creacionista o Dios personal que nos vigila... pura paranoia social que deberíais estudiar.
Por cierto, me encantaría que echaras un vistazo, siempre que tengas tiempo, a la novela que tengo enlazada. Me gustaría saber qué opina alguien que se dedica a la psicología evolutiva con respecto al transfondo del texto.
Un abrazo.
Kc,
ResponderEliminares interesante lo que apuntas sobre romper con las creencias familiares como un acto de "traición". Sin duda, nos influyen, aunque a la hora de construir nuestra identidad personal (valores, compromisos, creencias), debemos superar esas influencias. Cuando eso no ocurre los psicólogos hablamos de una "identidad hipotecada", o prestada, porque no es una elección personal, y supone una cierta inmadurez.
Los trozos que he leído de "La melodía del violinista" me han gustado, especialmente la historia del hombre que amasó fortuna para luego perderla. Recoge muy bien lo que podríamos denominar la búsqueda de lo verdaderamente importante, de lo auténtico.
Un saludo
Alfredo,
ResponderEliminarde hecho, sobre el primer párrafo y el término de "identidad hipotecada", pienso que es uno de los grande problemas de la Humanidad. La objetividad está de capa caída y son muchos los elementos subjetivos que pueden influir sobre nosotros. Sobre todo si no se nos ha educado desde esa objetividad. Y, muchas veces, la "culpa" de ello es ÚNICAMENTE paterna/materna. Ni te cuento en según qué religiones...o sociedades basadas en según que religiones...
Me alegro que te haya gustado ese trozo que me cuentas, a día de hoy parece más ajustado al contexto que nos rodea, aunque tampoco lo escribiera ayer ;)
Seguiré con un ojo por aquí.
Abrazo.
Alfredo,
ResponderEliminarMe supongo que los inmaduros intelectuales a que te refieres son aquellos individuos con un conocimiento en ciencias que es más bien deficiente... y que sin embargo rechazan la religión.
Pudiera ser que no se necesite de gran conocimiento en ciencias para poder rechazar las explicaciones teleológicas de tipo religioso. Posiblemente se trate de cosas emocionales o culturales que nada tienen que ver con la sabiduría.
Sin embargo, efectivamente no deja de llamar la atención cómo es que un Francis Collins o un Ken Miller aún defiendan la noción del diseñador inteligente.
Saludos
Me parece muy buena su observación. aunque no estoy de acuerdo con lo de "enseñanzas ingenuas" o "mitos ingenuos". Pues así como no se puede comprobar científicamente la creación inteligente, tampoco se puede probar la teoría de la evolución.
ResponderEliminarPor su parte los datos, son sólo eso. No dicen nada. Aunque apuntan a que hay algo más complejo, que la ciencia simplemente no puede explicar. Los "mitos", a los cuales usted se refiere, son simples hechos, que por lo simple, la ciencia no puede contestar. Y tienen mayor lógica que la teoría de la evolución.