Quienes trabajamos en socialización familiar utilizamos el término de control parental para referirnos a una de las dimensiones claves del estilo parental, que no es otra cosa que la etiqueta que empleamos para referirnos al tipo de relación y a las prácticas educativas empleadas por madres y padres. Este control, tendría que ver con las estrategias que usan para estar al corriente de las actividades y amistades de sus hijos, para poner límites a su comportamiento, o para exigirles madurez y responsabilidad. Esta dimensión del estilo parental se ha mostrado particularmente eficaz para prevenir los problemas de conducta, sobre todo durante la infancia y los primeros años de la adolescencia. Y es especialmente eficaz cuando se ejerce de forma democrática y se combina con el apoyo y el afecto.
Sin embargo, y como suele ocurrir cuando nos movemos en el escurridizo terreno de la educación y socialización, el exceso suele ser tan malo como la carencia, y algunos padres y madres llevan hasta tal extremo este control sobre sus hijos que se convierte en un freno para su desarrollo saludable. Así, también podremos encontrarnos con la etiqueta de control parental aplicada a la presión que los padres ponen sobre sus hijos para que piensen, sientan y, sobre todo, actúen de una determinada manera.
Aunque el sentido común nos hace pensar que tanto control e intromisión no deben ser nada buenos para niños y niñas, los datos disponibles hasta la fecha no eran demasiado abundantes. Sin embargo, un estudio publicado por The Journal of Child Pyschology and Psychiatry aporta una contundente evidencia empírica sobre los efectos perniciosos de tanto control. Un meta-análisis llevado a cabo sobre un total de 23 estudios que habían utilizado técnicas de observación de la interacción madre/padre e hijo/a para evaluar esta presión parental ha encontrado una significativa e importante asociación (d= .58) entre el control y la ansiedad, tanto en el niño como en sus padres. Esta asociación puede interpretarse como una influencia del control parental sobre la ansiedad infantil que puede seguir diversas vías. Por ejemplo, padres que están continuamente asustando a sus hijos sobre los riesgos de ciertas actividades “no te montes en bicicleta que te puedes caer y hacer daño”, y que aumentan de forma exagerada la percepción de amenazas del menor y disminuyen su confianza en sí mismos para controlar esas situaciones “de riesgo”. Además, estos padres controladores y sobreprotectores están reduciendo las oportunidades para que el niño o la niña explore su contexto y desarrolle nuevas habilidades para hacer frente a los retos o amenazas que tarde o temprano se cruzarán en su camino.
No obstante, estamos hablando de asociación o correlación, por lo que el sentido de la influencia puede ser el contrario: la ansiedad de los hijos aumentaría el control ejercido por sus padres. Es decir, los padres, conocedores de la ansiedad y exceso de miedo de sus hijos tratarían de sobreprotegerles para evitarles situaciones dolorosas.
Sin embargo, y como suele ocurrir cuando nos movemos en el escurridizo terreno de la educación y socialización, el exceso suele ser tan malo como la carencia, y algunos padres y madres llevan hasta tal extremo este control sobre sus hijos que se convierte en un freno para su desarrollo saludable. Así, también podremos encontrarnos con la etiqueta de control parental aplicada a la presión que los padres ponen sobre sus hijos para que piensen, sientan y, sobre todo, actúen de una determinada manera.
Aunque el sentido común nos hace pensar que tanto control e intromisión no deben ser nada buenos para niños y niñas, los datos disponibles hasta la fecha no eran demasiado abundantes. Sin embargo, un estudio publicado por The Journal of Child Pyschology and Psychiatry aporta una contundente evidencia empírica sobre los efectos perniciosos de tanto control. Un meta-análisis llevado a cabo sobre un total de 23 estudios que habían utilizado técnicas de observación de la interacción madre/padre e hijo/a para evaluar esta presión parental ha encontrado una significativa e importante asociación (d= .58) entre el control y la ansiedad, tanto en el niño como en sus padres. Esta asociación puede interpretarse como una influencia del control parental sobre la ansiedad infantil que puede seguir diversas vías. Por ejemplo, padres que están continuamente asustando a sus hijos sobre los riesgos de ciertas actividades “no te montes en bicicleta que te puedes caer y hacer daño”, y que aumentan de forma exagerada la percepción de amenazas del menor y disminuyen su confianza en sí mismos para controlar esas situaciones “de riesgo”. Además, estos padres controladores y sobreprotectores están reduciendo las oportunidades para que el niño o la niña explore su contexto y desarrolle nuevas habilidades para hacer frente a los retos o amenazas que tarde o temprano se cruzarán en su camino.
No obstante, estamos hablando de asociación o correlación, por lo que el sentido de la influencia puede ser el contrario: la ansiedad de los hijos aumentaría el control ejercido por sus padres. Es decir, los padres, conocedores de la ansiedad y exceso de miedo de sus hijos tratarían de sobreprotegerles para evitarles situaciones dolorosas.
El estudio también encuentra una relación entre el control y la ansiedad parental. Es decir, padres con una ansiedad muy elevada que procuran que sus hijos no se impliquen en actividades que, sin serlo, ellos perciben como amenazantes. Este sería el mecanismo que explicaría cómo la ansiedad y el miedo a determinadas situaciones se transmitiría de padres a hijos, lo que no excluye la posibilidad de cierta influencia genética.
En definitiva, un interesante estudio que aporta evidencia empírica sobre algo que ya sospechábamos: que tenemos que dejar que nuestros hijos crezcan sin excesiva intromisión y control por nuestra parte. Aunque, seguro que muchos padres se estarán preguntado cuánto control es excesivo.
Van der Bruggen, C. O.,Stams, G. J. & Bögels, S. M. (2008). Research Review: The relation between child and parent anxiety and parental control: A meta-analytic Review. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 49:12, 1257-1269.
No sé mucho sobre el tema, pero siempre me ha parecido que en cuestiones de control parental, nos encontraríamos con una distribución tipo campana de Gauss invertida.
ResponderEliminarNiha, si no te entiendo mal, quieres decir que habrá muchos padres y madres excesivamente controladores, también muchos padres y madres poco controladores, y escasos padres y madres que controlan de forma adecuada.
ResponderEliminarYo soy algo más optimista, y pienso que la curva de Gauss no estaría invertida, y las familias extremas en control serían menos abundantes.
un saludo