martes, 10 de febrero de 2009

El miedo al Otro

...............................El escritor Amos Oz

Amos Oz describió en su novela Una pantera en el sótano, la relación de amistad entre un niño judío de Jerusalén y un policía británico en la época anterior a la declaración del estado de Israel, cuando Palestina aún estaba bajo el mandato de Gran Bretaña. Una relación que se fragua alrededor de un intercambio de clases de inglés y hebreo, y que lleva a ambos al reconocimiento del “otro”, más allá de los prejuicios previos, y al debate moral entre la lealtad y la traición a sus iguales. Esa connivencia con el “enemigo”, que supuso para el protagonista infantil de la novela la consideración de traidor por parte de sus amigos, es una clara metáfora de la vida del escritor, un intelectual comprometido con la superación de los fanatismos y de las diferencias que separan a árabes y judíos, y que le supuso el rechazo de sus paisanos. En su magnífica obra Contra el fanatismo, Oz plantea todo un canto a la paz, y sitúa en el fanatismo la causa de la mayoría de los conflictos que aquejan al mundo actual. Para el intelectual israelí, la esencia del fanatismo reside en “el deseo de obligar a los demás a cambiar. En esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de enmendar a la esposa, de hacer ingeniero al niño o de enderezar al hermano en vez de dejarles ser".

La visión esperanzadora de Amos Oz se sitúa en las antípodas de la de autores que como Samuel Huntington consideran inevitable el choque entre la civilización occidental y el mundo del Islam (ver aquí). Para Huntington los conflictos tienen su origen en las diferencias religiosas, y por ello su resolución es difícil, y pasa por la disolución y absorción de una de las culturas por la más fuerte: el enfrentamiento resulta inevitable, y los buenos, es decir Occidente, deben derrotar a los malos, o sea el Islam, considerado intransigente, fanático y hostil. Esta tesis maniquea, probablemente por su simpleza, ha tenido una gran aceptación: estamos en peligro de muerte y tenemos que defendernos. Se acabó el relativismo cultural que dominó la esfera política durante las últimas décadas, a partir de ahora el faro de occidente debe iluminar la senda a seguir por las culturas inferiores.

Como ha señalado recientemente Tzvetan Todorov, detrás de esta idea se esconde un rígido determinismo cultural en el que se considera que los individuos actúan fundamentalmente de acuerdo con las normas de su grupo. Determinismo que afecta especialmente a quienes proceden de países musulmanes, pero no a nosotros los occidentales. Ellos actúan siguiendo los mandatos de su ADN cultural, nosotros por una serie de razones psicológicas, políticas, económicas o sociales. La libertad que revindicamos para la población de occidente se les niega a ellos que obedecen en todo momento su esencia de musulmanes.



Pero para Todorov el islamismo es un movimiento político, que no religioso, que tiene sus bases en una serie de acontecimientos ocurridos a lo largo del siglo XX. Esos avatares históricos han conducido al islamismo a la situación actual, doblemente maniquea, en la que los adversarios se convierten en una encarnación del mal que hay que derrotar. Todas sus desgracias proceden de su enemigo Israel y de su protector Estados Unidos.

Pero si las bases son políticas, también es posible una encontrar una solución política. Una solución que pasa por el diálogo, por escuchar al otro y, entender sus necesidades, sus deseos, su razones y su forma de entender el mundo (aquí) . Amos Oz y Tzvetan Torodov, al igual que Ryszard Kapuscinski, abogan por la mediación, por el pluralismo, por conocer al otro y por negar ese maniqueísmo tan presente en nuestro días. El miedo al otro nos hace intolerantes, y nos sitúa en una posición de alerta que anula la empatía y hace más probable la agresión reactiva puesto que tenemos que defendernos de esos bárbaros tan distintos a nosotros.
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Después de tanto tiempo
acechándoos,
cuando estuvo frente a ti,
viste
que su mirada era
tu mirada,
que tu miedo era
su miedo
que su dolor era tu dolor

5 comentarios:

  1. Esto, como todos los temas que tocas, da para discusión interminable. Lamentablemente, el miedo o rechazo al otro está en nuestros genes, aún hay rescoldo de la tribua y de la necesidad de defenderla y con ella a nosotros. Es una herencia superable pero sólo con cultura, que es lo que nos permite tener una visión más amplia del mundo y nos abre a la tolerancia y a la empatía.
    Saludos mañaneros.

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  2. Angel, el miedo hacia el otro está en nuestros genes, estoy de acuerdo, pero también lo están la empatía y la prosocialidad. Que predomine uno u otro va a depender en gran medida de factores contextuales. Como bien apuntas, la civilización, en términos de Todorov, y el conocimiento de otras culturas representa una vacuna contra el fanatismo.

    Saludos vespertinos.

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  3. NO creo en ese relativismo cultural. Occidente ha avanzado y aportado muchísimo más al desarrollo de la ciencia y la cultura que el mundo árabe. Nuestros valores son la democracia, la igualdad y el progreso. ¿Cuáles son los valores del Islam? El terrorismo, el sexismo, el matrato a la mujer, etc, etc...

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  4. No debería confundirse islamismo con terrorismo. Las casusas del terrorismo había que buscarla en motivos políticos más que religiosos. No obstante, en la actualidad, por diversas razones, el islamismo se ha convertido en una encarnación moderna del maniqueismo.
    Tendríamos que preguntarnos por qué responsabilidad tiene occidente de esa transformación radical del islamismo.

    Saludos

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  5. El islamismo pretende una teocracia. Y una teocracia se opone a los principcios más elementales de la Ilustración. Y es la Ilustración y lo que de ella se deriva lo que es valioso en Occidente. No creo que Occidente sea mejor por su tradicicón judeo-cristiana, ni por sus fiestas regionales. Occidente propone un modelo superior de civilización porque se basa en la razón empírica, porque propone una carat de derechos humanos, porque organiza la política en torno a los principios democráticos, porque separa religión de política, porque ofrece una red de seguridad a sus ciudadanos que cubre la sanidad, la educación, la vejez... Ese modelo de Occidente es superior, sí, al que se fundamenta en el Islam (del mismo modo que lo es respecto del que se fundamenta en el catolicismo). No se puede relativizar culturalmente la imposición de la sumisión al 50% de la población, las fatwas que atentan contra la vida de quien opina diferente, los atentados suicidas en mercados... Todo eso merece nuestro rechazo más absoluto. ¿Significa eso que toda la población de países islámicos apoye esas barbaridades? Seguro que no. Pero hemos de estar, precisamente, con la promoción del cambio cultural que haga posible que esas personas se realicen, no con la justificación de la barbarie atendiendo diferencias culturales. Eso es una forma de racismo no basado en la genética: anular a muchos individuos en aras de la preservación de un valor grupal/cultural absurdo que puede (y debe) reemplazarse por el sistema cultural que promueve la realización personal (y colectiva) más eficazmente: el occidental basado en la Ilustración.

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