viernes, 30 de enero de 2009

El virus de la felicidad se propaga fácilmente


¿Nos hace la felicidad de quienes nos rodean más felices o, por el contrario, cuando vemos que amigos, familiares y compañeros de trabajo son felices y se lo pasan en grande, nos corroe la envidia y nos sentimos desgraciados? Ya tenemos respuesta a este interesante pregunta, pues los resultados del Framingham Heart Study que acaba de publicar the British Medical Journal (ver aquí) apoyan claramente la primera hipótesis y nos permiten afirmar que la felicidad es contagiosa.

El Framingham Study es una investigación longitudinal, con siete oleadas hasta el momento, que comenzó en 1948 con 5209 participantes de la ciudad de Framingham (Massachusetts), y que ha continuado hasta la actualidad con el seguimiento de los hijos y nietos, y sus parejas, de la cohorte inicial. Además de ser longitudinal, este estudio tiene en cuenta no sólo a los participantes directos, denominados egos, sino también a sus familiares, vecinos, amigos y compañeros de trabajo, o alters, elegidos por cada participante. El hecho de que muchos de estos alters, fuesen a su vez participantes en el estudio (egos), supone que los investigadores disponían de una información detallada de ellos –obtenida a través de entrevistas y de exámenes físicos-, que les permitió analizar diversas influencias sobre un ego o participante directo. El sentimiento de felicidad o satisfacción vital fue evaluado en las tres últimas recogidas de datos mediante algunos ítems de la escala de depresión del Centro for Epidemiological Studies (CES-D).

El estudio obtiene información no sólo de individuos concretos sino de redes sociales, definidas por una serie de egos y de alters conectados entre sí por vínculos caracterizados por su grado de separación (1 grado es una relación directa como un lazo de amistad o una relación familiar; 2 grados son relaciones indirectas: por ejemplo, los amigos de mis amigos; 3 grados es una relación aún más indirecta, tal como los amigos de los amigos de mis amigos).
Figura 1. Agrupación de una red de 1181 participantes en el El Framingham Study en función de su vinculación.

Una de las preguntas a las que trata de responder el estudio es si la felicidad de un individuo se ve influida por la de los integrantes de su red social. Como señalan los autores del estudio, la felicidad de una persona puede estar relacionada con las de los miembros de su red social por tres procesos diferentes: homofilia (una persona feliz tiende a vincularse con otras de tono emocional similar), inducción (la felicidad de una persona causa la felicidad de otras), o relación espuria (un factor que influye sobre la felicidad de ambos). Sin embargo, las características del diseño del Framingham Heart Study, especialmente su carácter longitudinal, permitieron a los autores diferenciar estos efectos.

Pues bien, los resultados indicaron que las personas felices estaban conectadas entre sí, y que la probabilidad de que un ego fuese feliz aumentaba según el número de personas felices con las que estaba vinculada, y según la cercanía de las mismas; es decir, las personas vinculadas directamente influían mucho más que las relaciones indirectas. También fue importante la cercanía física, ya que la felicidad de los amigos que vivían más cerca influía más que la de los más alejados. El sexo fue también otra variable que, sorprendentemente, moderó la fuerza del efecto, puesto que la felicidad se contagiaba más frecuentemente a través de relaciones con personas del mismo sexo, hasta el punto de que amigos o vecinos del mismo sexo mostraron efectos más significativos que la propia pareja heterosexual. ¿Curioso no? Es más importante para tu satisfacción vital la felicidad de tu amigo/a o vecino/a que la de la persona con la que convives.

Otro dato que merece la pena destacar es que las relaciones felices ejercían un efecto mayor que las infelices, es decir, tener más vínculos con personas satisfechas con su vida aumentaba significativamente el sentimiento de felicidad del participante, mientras que el efecto del número de relaciones con personas infelices era mucho menor o insignificante. También se mostraron más felices aquellas personas que estaban conectadas con alters que a su vez estaban conectados con muchas personas.

Estos resultados son muy interesantes porque indican que nuestra felicidad no depende exclusivamente de nuestras experiencias individuales o de nuestras elecciones personales, ya que es también una propiedad del grupo o red de personas en el que estamos inmersos. Aunque el estudio no permite aclarar los mecanismos mediante los que se contagia el virus de la felicidad, existen varias posibilidades. Una de ellas es que quienes están más satisfechos con sus vidas tienden a ofrecer más apoyo y mostrarse más amigables con quienes les rodean. Otra posibilidad es que las emociones positivas se contagien, tal vez mediante la participación de las neuronas espejos a las que hacíamos referencia en la entrada anterior. Con independencia de cuál de las dos hipótesis sea correcta, lo más interesante es que cualquier estrategia que aumente la felicidad de una persona puede tener un efecto en cascada que termine extendiéndose a personas de su círculo, aumentando así la efectividad de cualquier intervención encaminada a hacer que la gente sea más feliz.

Fowler, J. H. & Christakis, N. A. (2009). Dynamic spread of happiness in a large social network: longitudinal analysis over 20 years in the Framingham Hear Study. British Medical Journal,337.



8 comentarios:

  1. Perdona Alfredo por hacerme autopromocion, pero en un post reciente hable de que el estudio de Fowler y Christakis es otro caso del problema que ha denunciado Ed Vul en la neurociencia social, y que como parece no es exclusivo ni de la neurociencia social, ni de los estudios con fMRI.

    Un saludo.

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  2. Anibal, gracias por la referencia. No conocía el artículo sobre la propagación del acné o los dolores de cabeza.
    El problema con este tipo de artículos es que el aparataje estadístico es tan complejo que cuesta trabajo seguirle la pista y aumentan las posibilidades de que los autores manipulen o retoquen ligeramente los datos y la treta no sea detectada por los revisores.
    El Framingham Study es longitudinal, y ello permite ir algo más allá de la mera correlación, mediante el uso de modelos autoregresivos que se aproximan bastante a la causalidad, ya que puedes tratar de explicar el cambio que se produce en algunas variables entre dos oleadas del estudio.
    De hecho los autores explican en el artículo que el diseño del estudio les permite descartar las otras dos posibilidades de que encuentren esas correlaciones entre sujetos conectados: la homofilia y la relación espuria.
    Si han controlado que no hay relación espuria ni homofilia, es bastante probable que la felicidad de propague como proponen los autores. En fin, aunque tendremos que ser cautos a la hora de sacar conclusiones con estudios correlaciones, en muchas áreas de conocimiento no tendremos más remedio que seguir haciéndolos. Además, hay estudios correlaciones muy diversos, y algunos de ellos, especialmente los longitudinales, emplean diseño bastante sólidos.

    Un saludo

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  3. Muy interesante... o sea, que si nos dedicamos todos a quejarnos de todo, contribuimos a nuestra infelicidad colectiva? Imagino que es ir demasiado lejos, pero creo que lo usaré como argumento con alguno ;-)
    Enhorabuena y gracias por el blog.

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  4. David, parece que no funcionaría, ya que la felicidad se contagia, la infelicidad no, al menos no tan fácilmente. Lo comentan los autores en el artículo.

    Un abrazo

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