martes, 23 de noviembre de 2010

Niños mal programados


Leo en El País Semanal un artículo sobre los trabajos de David Barker, un epidemiólogo británico que encontró una relación significativa entre el bajo peso al nacer, por un lado, y la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares y algunas formas de diabetes en la adultez, por otro lado. Ya había leído sobre este hallazgo en el libro de Matt Ridley “Qué nos hace humanos”, y aunque en aquel momento pensé en dedicarle una entrada pasó el tiempo sin que me pusiera a ello por lo que ahora encuentro una magnifica oportunidad para saldar mi deuda.

Para Barker el periodo prenatal produce una especie de imprimación en el bebé que lo prepara para adaptarse al mundo en el que va a vivir. Así, si una mujer sufre estrés y lleva una alimentación insuficiente durante su embarazo, el feto interpreta a través de la madre que le espera un contexto de vida con tensión y escasez de alimentos y reprograma su metabolismo para adaptarse a ese mundo difícil. Por ejemplo, el bebé desarrolla una resistencia a la insulina que le facilita la acumulación de grasas en tiempos de carencia. Lo que no estaba previsto es que en su infancia no habría tal carencia de calorías sino todo lo contrario, un mundo con exceso de chucherías y bollería, por lo que ese bebé nacido con bajo peso mostraría una clara tendencia a ganar peso a lo largo de su vida, y de ahí el mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. El niño habría nacido con un programa equivocado.

Estos datos nos ponen de manifiesto como los programas genéticos no están totalmente cerrados, y son susceptibles de verse influidos por los contextos de desarrollo durante el periodo fetal, y también durante los primeros años de vida. Esta flexibilidad tiene mucho sentido para garantizar una mejor adaptación a un mundo que se halla en continuo cambio. Otro ejemplo de cómo esta reprogramación temprana puede resultar fallida lo encontramos en relación con el tipo de apego establecido entre el bebé y su cuidador o cuidadora en la primera infancia. Como ya hemos contado en otro lugar (ver aquí), aunque los recién nacidos están genéticamente programados para vincularse con sus cuidadores, desarrollarán un tipo de vínculo u otro en función del tipo de atención recibida de ellos. Así, el vínculo podrá ser seguro, inseguro ambivalente o inseguro evitativo.

Aunque en condiciones normales el apego seguro puede tener una clara ventaja evolutiva, en situaciones menos favorables los vínculos inseguros pueden mostrarse superiores. Sería el caso de niños nacidos en contextos difíciles y con gran escasez de recursos en los que los padres podrían prestar poca atención a sus crías. En estos contextos de desarrollo la autosuficiencia mostrada por los niños evitativos podría garantizar su supervivencia, por lo que este tipo de apego tendría un importante valor adaptativo. Sin embargo, al igual que ocurría con los bebés estudiados por Barker, en la mayoría de ocasiones esas situaciones familiares de mucho estrés y conflictos no serían el reflejo de un mundo de carencias, sino una situación concreta que no tendrían porque tener continuidad a lo largo de la vida de estos niños. Por lo tanto, también podríamos decir que estos bebés habrían sido programados para vivir en unas condiciones equivocadas, y sus “herramientas” socio-emocionales no serían las más adecuadas para relacionarse con los iguales, formar pareja y criar a sus hijos en un mundo menos deficitario de lo previsto.

2 comentarios:

  1. Muy interesantes estas investigaciones, pero falta la difusión a nivel de consultorios de salud, al mismo tiempo que ver la forma de revertir estas "programaciones", porque apena ver tanto niño obeso y pensar en su futuro nada promisorio.

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  2. leggere l'intero blog, pretty good

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