domingo, 28 de junio de 2015

La empatía y la defensa del Estado de Bienestar


La empatía es la capacidad de comprender y responder a los sentimientos y estados emocionales de otras personas. Es una especie de wi-fi emocional que nos conecta y nos  permite compartir la experiencia emocional de los demás y entenderlos mejor. Se trata de una competencia básica para las relaciones interpersonales que fomenta la prosocialidad y la compasión. Por lo tanto, cabe esperar que las personas más empáticas se muestren más partidarias de las políticas sociales de ayuda y  apoyo a los grupos más necesitados, y respalden el Estado del Bienestar frente a las políticas de corte neoliberal.

Pues eso precisamente es lo que han encontrado diversos estudios realizados en Estados Unidos, con el añadido de hallar una clara diferencia en empatía entre quienes tienen una ideología de izquierdas y quienes se muestran más conservadores: la izquierda es más empática que le derecha. Hasta aquí todo parece coherente, aunque conviene aclarar que el hecho de que aparezcan diferencias significativas entre izquierda y derecha, no excluye en absoluto la existencia de conservadores con niveles altos de empatía.

Y esto puede resultar contraintuitivo, si tenemos en cuenta el desprecio que la derecha siente hacia el Estado de Bienestar ¿cómo adoptan ideologías conservadoras quienes se ¿cómo adoptan ideologías conservadoras quienes  muestran empatía hacia los necesitados? Sin duda, los conservadores empáticos van a vivir una situación de conflicto incómodo o disonancia cognitiva en la que su empatía hacia los necesitados y su conservadurismo chocarían de pleno.  La respuesta a ese conflicto no es otra que la de aumentar los prejuicios hacia esas minorías necesitadas atribuyéndoles rasgos negativos y toda la responsabilidad de su fracaso social. Es decir, soy empático pero sólo con los míos, no con esa escoria social que sólo pretende vivir a costa del Estado. Una solución parecida a la que adoptan los nacionalismos excluyentes.

Lo curioso es lo que han encontrado Stanley Feldman y sus colegas de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook: mientras que entre la izquierda una alta empatía se asocia a un mayor apoyo las políticas sociales del Estado de Bienestar, entre los conservadores ocurre todo lo contrario, pues son los más empáticos quienes más se oponen a dichas políticas. Aunque resulta paradójico, este hecho puede deberse a que probablemente estos sujetos deben hacer una mayor esfuerzo compensatorio para reducir esa disonancia cognitiva. Un esfuerzo que pasa por adoptar fuertes prejuicios hacia minorías desfavorecidas y oponerse al estado de Bienestar. Por lo tanto, casi es preferible contar con conservadores fríos e insensibles que con conservadores empáticos que rechacen tajantemente el Estado de Bienestar y que tranquilicen su conciencia con obras de caridad.


lunes, 15 de junio de 2015

Redes sociales y bienestar psicológico




Arrastran mala prensa las redes sociales y suelen ser vistas con cautela por padres y adultos en general, tal vez porque nuestra generación creció inmersa en los contactos cara a cara más que en los virtuales. Tendemos a desconfiar de las nuevas tecnologías porque cambian los estilos de vida a los que estamos acostumbrados, sobre todo cuando son usadas por la nuevas generaciones. Y es que todo lo joven levanta sospechas. Por otra parte, los primeros estudios que se llevaron a cabo, a finales de los 90 y a principios de siglo, para analizar los efectos del uso de Internet encontraron que un uso intensivo estaba relacionado con soledad, depresión y aislamiento social. Se trataba de investigaciones muy elementales que no entraban a distinguir entre los tipos de uso, y los motivos o actividades realizadas en la red, y trataban la navegación por Internet como una singladura fija y dirigida a un mismo puerto. Así, la evidencia empírica parecía confirmar el estereotipo dominante: quienes navegaban con frecuencia por la red no eran sino jóvenes frikis y asociales.

Sin embargo, los estudios más recientes muestran un panorama bien diferente. Cuando se analiza la participación en las redes sociales, tales como Facebook o MySpace, por lo general se encuentran resultados positivos en jóvenes y adolescentes: una mayor autoestima, un mayor bienestar psicológico y un  mayor apoyo social. Y es que los adolescentes que más participan en estas redes suelen experimentar más interacciones positivas y tener más amistades.

Pero ¿a qué se debe este cambio en lo que nos indican los estudios? ¿Por qué lo que hace años parecía ser un factor de riesgo ahora se convierte en un recurso o activo que favorece el desarrollo de chicos y chicas? Como comentaron Valkenburg y Peter (2009), puede que dos cambios en el uso de Internet nos ayude a entender esta aparente paradoja. Por un parte, cuando se llevaron a cabo los estudios pioneros era difícil mantener contactos virtuales con las amistades ya existentes, ya que pocas de ellas ya estaban online. Las aplicaciones existentes en Internet se limitaban a chat rooms o foros que estaban pensados para facilitar las interacciones con extraños. Era inusual departir con conocidos. En la actualidad la situación es bien diferente puesto que tanto amigos como familiares suelen estar conectados. Los adolescentes no suelen unirse a Facebook para interactuar con extraños sino porque sus amigos ya son miembros y los invitan a participar.

Por otra parte, estas nuevas aplicaciones están diseñadas para facilitar la interacción y comunicación a través de redes, mientras que anteriores usos de internet se centraban en un proceso individual de presentación o búsqueda de información en el que la interacción con otros era poco frecuente. No trataban de crear o mantener redes sociales como hacen las aplicaciones más usadas hoy día, que según un estudio reciente realizado en EEUU son Twitter, Instagram y, sobre todo, Facebook, que está dejando atrás a sus rivales, tanto en adultos como en adolescentes.


Resumiendo, lo que indican los datos disponibles es que aunque tanto Internet como las redes sociales puedan tener algunos riesgos asociados a su uso, no es posible mantener el estigma que han arrastrado a lo largo de la última década. Los beneficios parecen superar claramente a los riesgos.