viernes, 30 de enero de 2009

El virus de la felicidad se propaga fácilmente


¿Nos hace la felicidad de quienes nos rodean más felices o, por el contrario, cuando vemos que amigos, familiares y compañeros de trabajo son felices y se lo pasan en grande, nos corroe la envidia y nos sentimos desgraciados? Ya tenemos respuesta a este interesante pregunta, pues los resultados del Framingham Heart Study que acaba de publicar the British Medical Journal (ver aquí) apoyan claramente la primera hipótesis y nos permiten afirmar que la felicidad es contagiosa.

El Framingham Study es una investigación longitudinal, con siete oleadas hasta el momento, que comenzó en 1948 con 5209 participantes de la ciudad de Framingham (Massachusetts), y que ha continuado hasta la actualidad con el seguimiento de los hijos y nietos, y sus parejas, de la cohorte inicial. Además de ser longitudinal, este estudio tiene en cuenta no sólo a los participantes directos, denominados egos, sino también a sus familiares, vecinos, amigos y compañeros de trabajo, o alters, elegidos por cada participante. El hecho de que muchos de estos alters, fuesen a su vez participantes en el estudio (egos), supone que los investigadores disponían de una información detallada de ellos –obtenida a través de entrevistas y de exámenes físicos-, que les permitió analizar diversas influencias sobre un ego o participante directo. El sentimiento de felicidad o satisfacción vital fue evaluado en las tres últimas recogidas de datos mediante algunos ítems de la escala de depresión del Centro for Epidemiological Studies (CES-D).

El estudio obtiene información no sólo de individuos concretos sino de redes sociales, definidas por una serie de egos y de alters conectados entre sí por vínculos caracterizados por su grado de separación (1 grado es una relación directa como un lazo de amistad o una relación familiar; 2 grados son relaciones indirectas: por ejemplo, los amigos de mis amigos; 3 grados es una relación aún más indirecta, tal como los amigos de los amigos de mis amigos).
Figura 1. Agrupación de una red de 1181 participantes en el El Framingham Study en función de su vinculación.

Una de las preguntas a las que trata de responder el estudio es si la felicidad de un individuo se ve influida por la de los integrantes de su red social. Como señalan los autores del estudio, la felicidad de una persona puede estar relacionada con las de los miembros de su red social por tres procesos diferentes: homofilia (una persona feliz tiende a vincularse con otras de tono emocional similar), inducción (la felicidad de una persona causa la felicidad de otras), o relación espuria (un factor que influye sobre la felicidad de ambos). Sin embargo, las características del diseño del Framingham Heart Study, especialmente su carácter longitudinal, permitieron a los autores diferenciar estos efectos.

Pues bien, los resultados indicaron que las personas felices estaban conectadas entre sí, y que la probabilidad de que un ego fuese feliz aumentaba según el número de personas felices con las que estaba vinculada, y según la cercanía de las mismas; es decir, las personas vinculadas directamente influían mucho más que las relaciones indirectas. También fue importante la cercanía física, ya que la felicidad de los amigos que vivían más cerca influía más que la de los más alejados. El sexo fue también otra variable que, sorprendentemente, moderó la fuerza del efecto, puesto que la felicidad se contagiaba más frecuentemente a través de relaciones con personas del mismo sexo, hasta el punto de que amigos o vecinos del mismo sexo mostraron efectos más significativos que la propia pareja heterosexual. ¿Curioso no? Es más importante para tu satisfacción vital la felicidad de tu amigo/a o vecino/a que la de la persona con la que convives.

Otro dato que merece la pena destacar es que las relaciones felices ejercían un efecto mayor que las infelices, es decir, tener más vínculos con personas satisfechas con su vida aumentaba significativamente el sentimiento de felicidad del participante, mientras que el efecto del número de relaciones con personas infelices era mucho menor o insignificante. También se mostraron más felices aquellas personas que estaban conectadas con alters que a su vez estaban conectados con muchas personas.

Estos resultados son muy interesantes porque indican que nuestra felicidad no depende exclusivamente de nuestras experiencias individuales o de nuestras elecciones personales, ya que es también una propiedad del grupo o red de personas en el que estamos inmersos. Aunque el estudio no permite aclarar los mecanismos mediante los que se contagia el virus de la felicidad, existen varias posibilidades. Una de ellas es que quienes están más satisfechos con sus vidas tienden a ofrecer más apoyo y mostrarse más amigables con quienes les rodean. Otra posibilidad es que las emociones positivas se contagien, tal vez mediante la participación de las neuronas espejos a las que hacíamos referencia en la entrada anterior. Con independencia de cuál de las dos hipótesis sea correcta, lo más interesante es que cualquier estrategia que aumente la felicidad de una persona puede tener un efecto en cascada que termine extendiéndose a personas de su círculo, aumentando así la efectividad de cualquier intervención encaminada a hacer que la gente sea más feliz.

Fowler, J. H. & Christakis, N. A. (2009). Dynamic spread of happiness in a large social network: longitudinal analysis over 20 years in the Framingham Hear Study. British Medical Journal,337.



martes, 27 de enero de 2009

No eres gay, son las neuronas espejo


Parece mentira lo mucho que los estudios con técnicas de neuroimagen están aportando al conocimiento de la conducta humana. No hay día que no nos sorprenda alguna noticia con algún descubrimiento relevante. Uno de los últimos titulares que destacaba alguno de los increíbles logros de estos investigadores decía algo parecido a esto “Las neuronas espejo provocan la erección masculina”. Tal vez algún lector considere innecesario el adjetivo que sucede al sustantivo erección. Pero no sobra la precisión, puesto que también vamos a encontrarnos con erección e incluso eyaculación en la mujer (ver aquí).
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Volviendo al asunto masculino, parece que estos investigadores han descubierto la relación que existe entre el visionado de escenas sexuales explícitas (porno o hardcore) y la erección “del pene”. Sin duda otro lector estará pensando en que él ya lo había notado, aunque no lo había considerado suficientemente novedoso como para escribir un artículo al respecto. Pero los autores del trabajo no sólo han constatado la relación, sino que, además, han encontrado los mecanismos cerebrales implicados en la extraña relación que existe entre ver porno y que el pene aumente su volumen. Parece que la culpa es de las neuronas espejo, que son un tipo de neuronas visomotoras integradas en un circuito cerebral que se activa ante la contemplación de un movimiento en otra persona. Es decir, vemos al vecino rascándose la cabeza y se activan en nuestro cerebro las mismas neuronas que provocan el movimiento de rascarse. Estas neuronas son responsables no sólo de la imitación, sino que configuran una especie de wifi emocional que nos ayuda a entender las emociones de otras personas, por lo que son consideradas la base de la empatía: la contemplación de un rostro triste o risueño provoca en quien lo observa una activación de las mismas regiones cerebrales que induce un sentimiento similar.
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Pues bien, unos investigadores de la Universidad Pierre y Marie Curie de París han llevado a cabo un estudio para analizar mediante técnicas de resonancia magnética funcional la respuesta cerebral ante el visionado de pornografía, mientras que se medía la erección del sujeto experimental mediante un pletismógrafo penil. (¡lo que no se le ocurra a quien tiene a su disposición la maquinita para hacer RMIf!)

Los resultados del estudio indicaron que la visión de escenas de sexo explícito antecedía a la activación de las neuronas espejo en la región del opérculo frontal, que era seguida de la activación de algunas zonas cerebrales conocidas por su relación con la erección masculina (ínsula, núcleo medio dorsal del tálamo, ventral estriado), lo que, como ya habrán imaginado, llevaba a una erección, según indicaba el pletismógrafo en el que los participantes del estudio, suponemos que tras la promesa de una importante gratificación, habían colocado su miembro viril. Los autores advierten que la correlación encontrada no implica una relación causal. Y hacen bien, ya que hay gente muy puntillosa que no se conforma con una buena correlación, y bien podría pensar que alguna zona cerebral implicada en la visión de sexo podría influir tanto sobre la activación de las neuronas espejo como sobre la erección, sin que existiese vínculo causal entre ambas.

Tengo una duda que el estudio no me ha despejado, y es la de si las neuronas espejo y la consiguiente erección tiene lugar igualmente si los participantes contemplan un varón erecto en solitario y no escenas de relaciones heterosexuales, como se hizo en el estudio. Entiendo que no debe ser fácil colocarle a unos sufridos sujetos experimentales un pletismógrafo y, después, proyectarles algunas escenas con Nacho Vidal preparado para la acción para ver si sus penes se alegran ante la visión. Cabe pensar que sí habría erección, ya que las neuronas espejo responden provocando una respuesta similar a la contemplada, sin necesidad de que haya ninguna mujer en la escena. Por lo tanto, ya sabes, si tienes una erección cuando contemplas un pene erecto, es probable que no seas gay, sino que las neuronas espejo te estén jugando una mala pasada.


Mouras, H. et al (2008). Activation of mirror-neuron system by erotic video clips predicts degree of induced erection: an fMRI study. Neuroimage, 42, 1142-1150.

sábado, 24 de enero de 2009

Erikson y la tarea de la adultez media

......................................................Erik Erikson

Leo en el blog de Antonio Rivero Taravillo uno de sus hermosos poemas con los que a veces nos obsequia. El poema, que trata el tema de la paternidad frustrada y la creación literaria, me hace pensar en el psicólogo Erik Erikson y en su teoría acerca del desarrollo de la personalidad durante el ciclo vital. Es cierto, que el modelo propuesto por Erikson no está avalado por una importante evidencia empírica, ya que lo elaboró a partir de su experiencia clínica, y tenemos razones para mostrarnos algo escépticos sobre su validez. A pesar de ello, hay que reconocer en el discípulo de Anna Freud su sensibilidad para entender nuestro transcurrir por las distintas etapas de la vida, y su condición de pionero, ya que fue uno de los primeros autores que se atrevió a proponer un modelo sobre las etapas en el desarrollo personal que abarcasen todo el ciclo vital.

Para Erikson, en cada etapa de nuestra vida hay una tarea evolutiva, y una crisis asociada a ella, que tenemos que resolver favorablemente, aunque también podremos fracasar en su resolución, lo que de alguna manera supondrá poner límites a nuestro desarrollo y a nuestra realización personal. La tarea propia de la adolescencia es la construcción de una identidad personal, definida por los valores, la ideología, el estilo de vida o la elección vocacional. Basta pensar en aquellos años en los que nos asaltaban dudas recurrentes sobre creencias religiosas o políticas o nos debatíamos entre dos opciones vocacionales que nos seducían por igual, para entender lo que supone una crisis de identidad.

En la adultez media la tarea consistiría en el logro de la generatividad, que supondría alcanzar una cierta trascendencia con respecto a nosotros mismos y hacer nuestra propia contribución al mantenimiento y al progreso del mundo en el que vivimos. Probablemente en etapas anteriores estemos demasiados centrados en nosotros mismos, en conocernos o descubrirnos, y en encontrar una posición en la sociedad. Pero a partir de cierta edad los objetivos personales comienzan a cambiar y el deseo de realizar nuestra aportación personal se abre paso entre motivaciones más egoístas. Una de las vías que se nos ofrecen para conseguir esa generatividad es mediante la paternidad o maternidad, es decir, criando y educando a nuestros hijos, olvidándonos de nuestros intereses y pensando en su felicidad, transmitiéndoles nuestro cariño y nuestros valores, ayudándoles a crecer… Pero, es evidente que existen otros caminos, que pasan por la entrega generosa de nuestro trabajo y esfuerzo a un fin que vaya más allá de nuestras ambiciones personales: el trabajo de carácter social, la educación de las generaciones futuras, los esfuerzos por la conservación del medio ambiente, la investigación dirigida a mejorar la vida de los demás o la creación artística o literaria. Todas ellas son alternativas, que están a nuestro alcance, para lograr esa generatividad que hacen que nos sintamos plenamente realizados y satisfechos cuando las llevamos a cabo. Hacemos algo con nuestras manos que puede contribuir a mejorar la vida de otras personas, como una actividad de voluntariado, una vacuna o un poema.
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Sin embargo, como Erikson apuntó, algunas personas fracasan en esta tarea propia de la adultez y se estancan en unas vidas narcisistas y sin sentido. Personas que, a pesar del éxito que hayan podido alcanzar en sus profesiones, sienten que aquellas metas que habían perseguido con tanto ahínco se desmoronan como un castillo de naipes dejándoles una enorme sensación de vacío personal. Ya Erikson había señalado que la sociedad en la que vivimos no contribuye demasiado al logro de la generatividad, puesto que nos impulsa con demasiada frecuencia a buscar de forma imperiosa el éxito personal (fama, dinero, lujos) y nos aleja de que lo debería ser nuestra meta vital: contribuir con nuestras capacidades a mejorar el mundo en que nos ha tocado vivir.


A mi hijo, una tarde de lluvia.

El parque está sombrío, y la alameda
desierta de los niños que se fueron.
La lluvia, la borrasca han dispersado
a todos a sus casas.
En mi estudio
tu ausencia juega, triste, con los libros
que te han ido supliendo; tus pupilas
leen, inexistentes, los volúmenes.
Porque tú no venías, las lecturas
llenaron mis jornadas, por tu falta
traduje mil poemas.
Hijo mío,
su tinta es ya tu pelo, sus cubiertas
los rostros de tu ánimo mudable.
Discúlpame, debiera haber buscado
tu risa con más celo; con ahínco,
tu mirada de asombro ante las cosas.
Vicariamente vives en las páginas
de hombres que he reescrito en esta lengua
que tú nunca hablarás.
Callado quedas,
mudo entre las vidas que no han sido.
Los versos, las angustias, las metáforas
también los hijos son de tu silencio.
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Llueve como en mi infancia, y te recuerdo
en charcos que pisaba con tus botas.

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Antonio Rivero Taravillo
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martes, 20 de enero de 2009

Kübler- Ross y el bálsamo de la religión



Durante estos días se ha establecido en la blogosfera un cierto debate acerca de la mayor o menor felicidad de creyentes frente a ateos. El desencadenante de la discusión ha sido la campaña del bus ateo (más bien agnóstico) que varios ayuntamientos han decidido poner en marcha. Pero no voy a hablar sobre esta campaña, aunque el contenido de esta publicidad me parece más interesante que el de muchas otras, sino de un libro que leí hace ya varios años: "La rueda de la vida", autobiografía de Elizabeth Kübler- Ross. La razón de que este debate me haya llevado a escribir sobre esta doctora es que hizo de la creencia en la vida tras la muerte una forma de aliviar el sufrimiento causado por la expectativa de una muerte inminente en sus pacientes y en sus familiares.

Kübler- Ross fue una psiquiatra suiza (creo que fue la primera mujer suiza que se licenció en medicina en su país) que desde 1958 desarrolló su actividad actividad profesional en Estados Unidos. La lectura de su autobiografía nos transmite la imagen de una mujer empática, prosocial, muy implicada en su trabajo y tremendamente luchadora, que siendo muy joven estuvo en Polonia como voluntaria ayudando a las víctimas del Holocausto. Más tarde, su trabajo con enfermos terminales de cáncer en un hospital de Nueva York le llevó a cuestionar el trato que recibían muchos de estos pacientes y a impulsar la humanización de la atención sanitaria. Al contrario de lo que hacían sus colegas, Kübler-Ross animaba a sus pacientes a que hablasen de sus sentimientos y preocupaciones ante la muerte, les escuchaba con atención y les ofrecía apoyo emocional.

A partir de las observaciones y las conversaciones mantenidas con muchos de estos pacientes llegó a identificar 5 fases por las que pasaban las personas antes de morir. Este proceso, que expuso en su primer libro “Sobre la muerte y los moribundos”, supuso el reconocimiento internacional de la doctora por lo novedoso del asunto que abordaba. Estas fases son: Negación, Ira, Negociación, Depresión y Aceptación.


Este modelo fue muy influyente y proporcionó un lenguaje común y unas orientaciones prácticas a todos los profesionales que trabajaban con enfermos terminales, y su contribución a la humanización del trato o atención a estos pacientes está fuera de toda duda. No obstante, su estudio presentaba claras limitaciones metodológicas, por lo que recibió muchas críticas. Incluso se ha cuestionado que más que una mera descripción exploratoria del proceso de morir, se llegó a convertir en una prescripción sobre cómo se debe afrontar este tránsito final, una especie de progreso moral que debe seguirse para el buen morir. Vamos, como la fórmula políticamente correcta de pasar a mejor vida.

El lector de La rueda de la vida se ve atrapado por la fuerza del relato de la vida de la autora: su infancia y adolescencia en Suiza, su trabajo como voluntaria en Polonia, sus comienzos profesionales en Manhattan, todo ello acerca al lector a un personaje que transmite una gran humanidad. Sin embargo, la cosa cambia una vez transcurrido el ecuador del relato, ya que a partir de ese momento Kübler-Ross comienza a decribir sucesos bastante sorprendentes, como sus conversaciones con los espíritus de antiguos pacientes ya fallecidos o sus encuentros nocturnos con su angel de la guarda. En fin, algo que deja totalmente perplejo a quien hasta ese momento había seguido con interés el libro, que en su tramo final se convierte en toda una suerte de despropósitos.

Cuando leí aquello me pregunté por las causas de ese inesperado giro en el relato. Se me ocurren dos posibles explicaciones. La primera es que la doctora no resistió la presión derivada de tanta implicación emocional con sus moribundos pacientes y sus familiares, y terminó perdiendo la razón. La segunda es que la autora pretendía ofrecer una esperanza y un alivio a quienes estaban sufriendo tanto. Como comenté líneas atrás, parece evidente que la creencia en una plácida vida no terrenal, como la que una persona con el carisma y credibilidad de Kübler-Ross describió, libera de muchas angustia y aporta consuelo ante la pérdida de la vida propia y de las personas queridas. ¿No será este regalo postmortem que ofrecen la práctica totalidad de las religiones el motivo de su relativo éxito a lo largo de la historia reciente de la humanidad?

Al final de su vida, la doctora creó en California una clínica para el tratamiento de bebés infectados por VIH, y se rodeó de todo tipo de personajes singulares como médiums, espiritistas y vividores, que se aprovecharon de la ingenuidad de muchas personas atraídas por el carisma de la ex-psiquiatra. El más peculiar de todos ellos fue un supuesto medium que ofrecía a algunas viudas la posibilidad de contactar con sus difuntos maridos teniendo relaciones sexuales con ellas. Por supuesto, el avispado sujeto cobraba por la mediación.

***
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos
***
Jorge Manrique (Coplas a la muerte de su padre)


sábado, 17 de enero de 2009

"Voodoo correlations" o cómo inflar las correlaciones en el estudio del cerebro y conseguir que te publiquen el paper.


Parece mentira la que pueden liar unas simples correlaciones, pero es que el poder de la blogosfera es tremendo. Aún no ha sido publicado un artículo sobre los estudios que utilizan técnicas de neuroimagen y ya se ha difundido por la red un encendido debate al respecto. Me estoy refiriendo al artículo “Voodoo correlations in Social Neuroscience” en el que Edwurd Vul, un joven estudiante de postgrado del Departmento de Brain and Cognitive Sciences del Massachusetts Institute of Technology, se ha atrevido a realizar una crítica muy seria a muchos de las investigaciones recientes en neurociencias. El artículo ha escocido a algunos de los científicos cuyos trabajos han sido puestos en entredicho que no han tardado en contraatacar con un texto en el que refutan algunas de las críticas recibidas por el joven investigador (ver aquí). Pero la cosa no podía quedar ahí, y Vul ha insistido en sus argumentos con una nueva contrarréplica. El debate ha llegado a los medios de comunicación y algunos periodistas han publicado artículos sobre este debate entre científicos. Hay que reconocer que las puyas de Vul han sido muy bien acogidas en ciertos sectores, probablemente porque los estudios con técnicas de neuroimagen están absorbiendo muchos recursos que, de no ser por el enorme poder de atracción de estas imágenes de colores, podrían ir a otros campos de investigación menos glamourosos.

El asunto tiene miga y es algo complicado para exponerlo en un simple post, no obstante, voy a resumir algunas de las críticas.

Como muchos lectores de este blog saben, la mayoría de estudios realizados en el campo de la Neurociencia Social tratan de encontrar correlaciones entre medidas de la actividad cerebral, obtenidas mediante técnicas de resonancia magnética funcional (RMNf), y medidas de personalidad o conducta, usualmente obtenidas mediante cuestionarios. Vul señala en su trabajo la sorpresa que le causó observar que muchas de estas correlaciones alcanzaban unos niveles extremadamente altos, en muchos casos por encima de .90.

Como no podría ser de otro modo, tanto las medidas psicométricas como las obtenidas mediante RMNf no ofrecen una fiabilidad perfecta. En el primer caso, es frecuente que los cuestionarios presenten fiabilidades test-retest comprendidas entre .70 y .90, aunque en algunos raros casos pueden ser superiores, y también inferiores. Pero las técnicas de neuroimagen tampoco ofrecen fiabilidades mucho más altas. Aunque pudiera pensarse que la resonancia magnética ofrece fotografías directas del cerebro en acción, no hay que olvidar que se trata de imágenes creadas mediante complejos cálculos estadísticos por un sofisticado software a partir de multitud de datos recogidos. Además, tras la recogida de los datos, los investigadores deben realizar ajustes para corregir desviaciones en función del tamaño cerebral, los movimientos de la cabeza del sujeto o la localización de ciertas estructuras cerebrales, por lo que pueden surgir errores e imprecisiones en todo este proceso (además, complica la detección de errores por parte de los investigadores y de quienes revisan las publicaciones en que se exponen los resultados del estudio).

Cualquiera que esté algo avezado en estadística sabe que la correlación entre dos medidas no puede ser superior a sus fiabilidades. La razón es evidente: si una medida correlaciona consigo misma .80, es imposible que su correlación con una medida diferente sea más alta. Estaría unos puntos por debajo, incluso en el caso de una asociación casi perfecta entre ambas medidas. Pues bien, ese fue el detalle que le puso a Vul la mosca detrás de la oreja y le llevó a emprender un meta-análisis, tras solicitar a los autores de 55 estudios información acerca de algunos detalles metodológicos que no quedaban claros en los trabajos publicados.

Lo que encontró Vul fue que era bastante usual que los investigadores seleccionasen algunos voxels (como un pixel pero tridimensional que refleja una pequeña área cerebral) que indicaban niveles de actividad en ciertas estructuras cerebrales significativamente distintos de cero, ignorando los demás, y a partir de ellos construían la medida de actividad cerebral. Es como si utilizamos un cuestionario para evaluar la autoestima y relacionarla con el afecto parental, pero en lugar de contar con los 100 ítems que conforman el cuestionario, es decir con la puntuación total en la escala, sólo cogemos aquellos 5 items que muestran las correlaciones más altas con el afecto y usamos su promedio e ignoramos el resto. Seguro que ustedes están pensando que estos neurocientíficos son unos tramposos.

Los investigadores criticados se han defendido argumentando que cierto que seleccionaron grupos de voxels que mostraban correlaciones significativas con la medida psicométrica, pero que, al tratarse de múltiples correlaciones, habían realizado una corrección para determinar el nivel de significación requerido para realizar esa selección. Si no lo he entendido mal se refieren a la corrección de Bonferroni o algo similar. Es decir, en cualquier prueba de significación estadística fijamos un nivel a partir del cual la correlación entre dos variables, o la diferencia observada entre dos medias, es significativa y no se debe al azar. Ese nivel suele ser de .95, lo que quiere decir que en un 5% de ocasiones nos equivocaremos, pues diremos que hay diferencias o asociación significativa entre los valores observados, cuando en realidad no la hay (error alfa o tipo I). Por lo tanto, si se correlacionasen cien voxels, tomados de uno en uno, con una determinada medida psicométrica, por puro azar 5 de esos voxels tendrían correlaciones significativas. Por ello, cuanto más correlaciones hagamos, más exigentes deberemos mostrarnos para considerar que una correlación es significativa, y en lugar del .95 deberemos trabajar con niveles de significación superiores, que pueden llegar a ser de .999, para minimizar la posibilidad de cometer errores alfa. (Volviendo al ejemplo de las escala de autoestima, es evidente que por puro azar 5 items mostrarían correlaciones significativas si trabajamos con un nivel de significación de p= .05).

Pero, como ha argumentado Vul, estas correcciones se hicieron sobre la muestra de voxels seleccionados, no sobre el total de voxels. Este dato es muy relevante, ya que hay que tener en cuenta que estamos hablando de cantidades enormes de voxels, puesto que una sesión normal de RMNf puede producir alrededor de un billón de medidas, que luego se combinan con complejos cálculos. Por lo tanto, aunque la selección parece necesaria, esta selección no aleatoria o sesgada hace que el bloque final de medidas seleccionadas no sea independiente del inicial contribuyendo a inflar las correlaciones (non-independent error).

La pregunta que podemos hacernos es si los autores de los artículos criticados por Vul et al. han cometido algunos errores inocentes o si hay cierta intencionalidad en sus maniobras. ¿Qué interés pueden tener en inflar las correlaciones hasta valores por encima de .08? ¿Por qué no se conforman con algunas correlaciones algo más bajas, aunque igualmente significativas? Pues ahí puede estar el problema, en que es probable que muchas de estas correlaciones dejaran de alcanzar el nivel de significación estadística. Hay que tener en cuenta que los estudios con RMNf son muy costosos y suelen emplear muestras muy reducidas con lo que la potencia estadística de las pruebas es muy baja, y se precisan de correlaciones muy altas para alcanzar el nivel de significación, sobre todo si se aplica una corrección como la de Bonferroni. ¿Qué cara les quedaría a los investigadores si después de tanto gasto y esfuerzo no encuentran lo que están buscando? ¿Quién les publicaría su trabajo? Desde luego ni Science ni Nature.





Figura (Vul et al., 2009). El histograma presenta los valores de las correlaciones de los estudios criticados por Vul et al. El color verde representa las provenientes de análisis que no incurrieron en el error de no independencia, evitando por tanto el sesgo de elección de medidas. Los rojos corresponden a los estudios que llevaron acabo análisis no independientes, y que por lo tanto inflaron el valor d elas correlaciones. Los naranjas corresponden a los estudios que no respondieron al cuestionario de Vul. Se observa claramente que los estudios que proporcionan un mayor número de correlaciones significativas elevadas son los que incurrieron en el error de no-independencia.

Algunos otros blogs que han tocado este tema (ver aquí, o aquí, o también aquí)

lunes, 12 de enero de 2009

Tipos de apego y afrotamiento del estrés


Ya me he referido en entradas anteriores a la importancia que la teoría del apego ha adquirido durante las últimas décadas (ver aquí). Gran parte de esta importancia se debe a la capacidad que el modelo de apego construido por un sujeto, ya sea seguro, inseguro ambivalente o inseguro evitativo, tiene para predecir muchos de sus comportamientos: sus relaciones con los iguales, las relaciones románticas o de pareja o el tipo de vínculo establecido con los hijos. Lo que sin duda resulta algo menos conocido es el tipo de apego también guarda relación con la nuestra reacción emocional y cognitiva ante los acontecimientos estresantes que tenemos que afrontar. Al menos eso es lo que han encontrado algunos estudios recientes.

Esta relación no es sorprendente si tenemos en cuenta que un apego seguro es un recurso interno a disposición de una persona que le ofrece una guía sobre la forma de afrontar adversidades. Así, cada tipo de apego conlleva una forma diferente de afrontar las situaciones difíciles que pueden presentarse en la vida.

Las personas con apego seguro suelen mostrar expectativas optimistas, tratan con las situaciones estresantes reconociéndolas, iniciando acciones constructivas para hacerles frente y buscando ayuda en otras personas, es decir, utilizan estrategias de afrontamiento centradas en el problema y de búsqueda de apoyo. Aunque no son de piedra y pueden tener emociones negativas en momentos de dificultad, suelen manejar bien estas emociones sin verse desbordados por ellas.

Los individuos con apego inseguro ambivalente presentan una reacción emocional muy intensa y descontrolada en ante acontecimientos estresantes. Por lo general, dirigen su atención de forma hipervigilante hacia la fuente de estrés, son incapaces de reprimir sus emociones y pensamientos negativos persistentes y utilizan estrategias de afrontamiento pasivas y centradas en la emoción, como la rumiación obsesiva.

Por último, quienes muestran un apego inseguro evitativo tienden a afrontar las situaciones estresantes negándolas y adoptando lo que Bolwby denominó autoconfianza compulsiva: quitan importancia al acontecimiento estresante e inhiben la expresión de emociones negativas. Es decir usan estrategias evitativas o distanciadoras del problema que suelen ir acompañadas de una ansiedad subyacente que refleja el fracaso del sujeto para afrontar la situación.

Las diferencias entre estos tres tipos de personas se observan en diversas situaciones, como ante la pérdida de personas queridas. Así, las personas con apego seguro pueden sentir mucho malestar, pero pueden superarlo mejor, mientras que los ansiosos ambivalentes se verán desbordados por el estrés creado, y los evitativos pueden ver cómo se derrumba su mundo falsamente seguro. Otras situaciones ante las que los sujetos con apego seguro muestran una mejor adaptación son el fracaso personal, las tareas relacionadas con la maternidad o paternidad, las situaciones de dolor crónico o los conflictos en las relaciones de pareja.

sábado, 10 de enero de 2009

Rasgos psicopáticos y conducta agresiva y antisocial

Algunos de los asesinos más crueles, ya sean reales como Jack el destripador o ficticios como Hannibal Lecter, no responden al perfil agresivo al que dediqué una entrada anterior (ver aquí). En este caso estaríamos hablando de una conducta agresiva que tiene un origen diferente al de la agresión reactiva, y tendríamos que hablar de agresión instrumental o, mejor aún, de psicopatía.

Los sujetos con rasgos psicopáticos muestran una conducta agresiva y antisocial muy severa y también muy estable a lo largo de la vida, puesto que suele comenzar en la infancia y mantenerse hasta la adultez avanzada. A diferencia de la agresividad reactiva, estos sujetos desarrollan una agresividad instrumental muy fría y calculada que puede servirles para conseguir sus objetivos personales sin tener en cuenta las necesidades de los demás. Algunos autores atribuyen a estos personajes 3 características:

-Un factor afectivo caracterizado por frialdad emocional y escasa empatía y responsividad a las emociones de los demás (callous-unemotional traits CU).

-Un estilo interpersonal arrogante que implica una personalidad narcisista y una conducta manipuladora.

-Un estilo conductual impulsivo e irresponsable.

La mayoría de estudios encuentran una importante base genética en la disfunción emocional que presentan estos sujetos, y aunque no se conocen aún los genes concretos que pueden estar implicados, existe cierto consenso con respecto a las estructuras cerebrales que desempeñan un papel importante en el desarrollo de la conducta psicopática. El rol estelar corresponde a la amígdala, por su implicación en el aprendizaje evitativo. Otras áreas cerebrales serían la corteza medial órbito frontal y la la corteza prefrontal ventromedial. Todas esas estructuras tienen que ver con el aprendizaje de la asociación entre estímulos y castigos, y también con el reconocimiento de emociones de temor y tristeza en otras personas.



Diversos estudios han encontrado que los sujetos con rasgos psicopáticos presentan una activación menor de la amígdala, y una menor conectividad entre ésta y la corteza prefrontal ventromedial en tareas de condicionamiento aversivo y de reconocimiento de emociones negativas. También se ha encontrado que estos sujetos, especialmente los que muestran más frialdad emocional (CU), tienen unas expectativas de resultados más positivos en situaciones agresivas con los iguales, más conductas de búsqueda de excitación y sensaciones, menos miedo en situaciones de peligro, y también menos ansiedad. Todo eso parece llevarles a no tener en cuenta a la hora de actuar ni la posibilidad de experimentar un castigo, ni el más que probable daño causado a los demás, y persiguen exclusivamente sus propios intereses y beneficios.

La heredabilidad de los rasgos psicopáticos y la existencia de mecanismos cerebrales implicados no deben llevarnos a una actitud derrotista con respecto a la posibilidad de intervenir. Sabemos que durante la infancia estos sujetos muestran déficits temperamentales en reactividad emocional que ponen trabas al desarrollo normal de la empatía, la conciencia y el sentimiento de culpa, y que pueden beneficiarse especialmente de estilos parentales caracterizados por el afecto, la cooperación, el apoyo y la responsividad. Pero que también precisarían del uso de una disciplina consistente y con ciertas dosis de autoritarismo, es decir, la escasa reactividad emocional de estos menores y su desinhibición conductual requeriría de métodos de socialización sólidos si se quiere conseguir que interioricen las normas familiares y que desarrollen una conducta prosocial.

Recordemos que Norman Bates, el psicópata que Alfred Hitchcock inmortalizó en Psicosis, tenía mucho que recriminarle a su madre, ya que el trato que recibió de ésta en su infancia no había sido el más adecuado. Si hubiese disfrutado de otro ambiente familiar, es posible que Norman no hubiese tenido esas “manías” tan peculiares. Aunque, es evidente que la película habría perdido mucho interés si el protagonista hubiese sido un apacible propietario de motel dedicado en sus ratos libres al cuidado de bonsáis.

martes, 6 de enero de 2009

Sexo y religión, una mala combinación.

No tienen arreglo. Algunos de los sectores más ultraconservadores de la Iglesia Católica no cejan en su empeño de encontrar razones científicas que apoyen sus tesis restrictivas y sus recomendaciones con respecto a la sexualidad de hombres y mujeres. Hace unos años algún médico nos sorprendió al afirmar que el preservativo no era eficaz contra el virus del SIDA, ya que éste era tan pequeño que podía colarse por los poros de un condón (ver aquí). Más tarde, los mismos sectores aludieron al efecto perverso e instigador de la promiscuidad que la educación sexual tenía sobre nuestros adolescentes, según ciertos estudios que algunos habían soñado. Ahora nos vuelven a asombrar con un nuevo hallazgo científico no menos llamativo. El pasado sábado el médico español José María Simón Castellví publicó en el periódico del Vaticano, L’Observatore Romano, un artículo (ver aquí) en el que afirmaba tener “datos suficientes” como para asegurar que la píldora anticonceptiva provoca en muchos casos un efecto abortivo, ya que puede ayudar a expulsar un pequeño embrión humano. Pero la cosa no se queda ahí, también tiene datos que indican que la "contaminación ambiental" provocada por la liberación de hormonas a través de la orina de las mujeres que usan la píldora, "es uno de los motivos por los que el hombre en Occidente produce cada vez menos espermatozoides". El artículo se titula "Humanae vitae, una profecía científica", en alusión al nombre de la encíclica de Pablo VI en la que se calificaba de "inmoral" el uso de todos los anticonceptivos, incluidos los orales, para evitar tener hijos.

No parece que el periódico del Vaticano sea la publicación más imparcial a la hora de divulgar unos resultados científicos de tanta trascendencia para el medio ambiente, y quedamos a la espera de la pronta publicación de los resultados que obran en poder del doctor Simón Castellví en revistas de mayor rigurosidad y prestigio científico. Mientras tanto, no parece que haya razones de peso para cambiar nuestros hábitos sexuales y contraceptivos.



Puede resultar cómica esta insistencia de la Iglesia Católica en encontrar razones científicas que apoyen su trasnochada moral, pero tal vez deberían hacérselo mirar, ya que ese esfuerzo en nadar a contracorriente es muy posible que sea uno de los motivos por los que la sociedad, y en especial la juventud, se aleja cada vez más del catolicismo. Así, los datos del último Informe Juventud en España 2008 indican que sólo un 11.7% de jóvenes se declara católico practicante, lo que supone una reducción de 3 puntos con respecto a los datos de 2004. En cambio, ha crecido algo más del doble el porcentaje de creyentes de otras confesiones, que ya suma un 7.9% de la juventud del país. Es decir de continuar la tendencia la iglesia católica perderá el monopolio religioso frente al avance de otras religiones, propiciado en gran parte por la llegada de inmigrantes.

Nunca he terminado de entender esa obsesión de muchas religiones, no sólo la católica, por amargar a sus seguidores la vida limitándoles una de las actividades que más gozo pueden proporcionar, como es la sexualidad. Por ello, no es de extrañar que la campaña del bus ateo, que consiste en hacer publicidad en los autobuses urbanos de las principales ciudades españolas con el lema “PROBABLEMENTE DIOS NO EXISTE. DEJA DE PREOCUPARTE Y DISFRUTA LA VIDA” haya arrancado con tanta fuerza (ver aquí).
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domingo, 4 de enero de 2009

París, París.

Durante la pasada semana este blog ha estado de descanso. El motivo no ha sido otro que unos días de vacaciones invernales en una gélida París.

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